miércoles, 29 de febrero de 2012

Diáguilev y su Juguetería Fantástica

Fue en 1918 cuando Serguéi Paulovich Diáguilev acudía a Londres con muchas deudas contraídas durante los años grises de la Gran guerra y la maleta llena de sueños. Partituras, decorados, diseños de vestuario, coreografías... todo estaba allí, empaquetado.
Él acudía en avanzadilla. Conversaría con el propietario del teatro para ultimar ciertos detalles pendientes sobre la inminente llegada a Londres de su compañía de ballet.
A Diáguilev le asaltaban las dudas... ¿Era el momento para estrenar un espectáculo en Londres?




Jamás vió una ciudad tan gris. Eran tiempos de post-guerra y los londinenses aún se hallaban conmocionados en su mayoría por tantas muertes británicas de excepcional crudeza a golpe de balloneta ocasionadas por la guerra de trincheras en Francia.
Serguei Diáguilev se encontraba en plena encrucijada, el ballet debía triunfar o se iría al traste la compañía.


Durante los años oscuros de la Gran Guerra el Ballet Ruso estuvo a punto de disolverse y ahora había de brillar de nuevo o sería su fin.
Diáguilev eligió conzienzudamente el Ballet apropiado para la tan delicada ocasión, así como cada detalle de su puesta en escena. Necesitaba una trama sería alegre y evasiva que invitara a soñar a una ciudad llena de escombros...




Interpretarían "The Magic Toy Shop" (La juguetería fantástica). La historia transcurre en una tienda de juguetes que cada noche cobran vida... Un cuento clásico rebosante de fantasía.
Constaba de un solo acto. Con música de Rossini, coreografía de Léonide Massine, libreto obra del propio Diáguinev junto con Grigoriev y tanto escenarios como vestuario diseñados por André Derain... Un reparto de lujo y la suerte estaba echada.


Los personajes: el propietario de la tienda y su ayudante, la familia de un mercader ruso, un americano y su esposa, damas inglesas, bailarinas de can-can, cosacos, venderores callejeros, reyes y reinas de una baraja de cartas y toda suerte de muñecos que merced a un mágico hechizo cobran vida... Todos ellos se suceden en escena entre hermosos coros y danzas.


La noche del 5 de junio de 1919 se estrenó el ballet: Ladies and Gentlement, "The Magic Toy Shop". Lydia Lopotova sería la 1ª bailarína y danzaría espléndidamente.
Cuentan las crónicas de la época que aquella primera función en el Teatro Alhambra de Londres recibió un clamor de aplausos y las más excelentes críticas.



Jamás en aquel teatro se escuchó semejante obación. Suspiros, sonrisas, ojos que destelleaban recobrando sueños e ilusiones.
Quizás fue cosa del azar...
Nadie sabe el por qué, pero lo cierto es que a la mañana siguiente un sinfin de esquejes de rododendro silvestre habían brotado en los tejados de Londres.

Y volverían a brillar los vidrios de las ventanas dando paso a los felices años 20, una nueva era rebosante de esperanzas.

jueves, 23 de febrero de 2012

Un pedazo de Laos en medio de la Provenza

El Jardín de Bambú de Prafrance data de 1855 cuando el comerciante de especias Eugène Mazel adquiere un terreno en la Provenza con la intención de sembrar en él semillas que traería del mundo entero merced a los estrechos lazos que desde hacía generaciones su familia mantenía en tierras de ultramar.
No sería tarea fácil, ni tan siquiera para un gran conocedor de la botánica... Contra todo pronóstico aquel comerciante consiguió que brotaran arces, secuoyas, robles, bambúes, clemátides y todo tipo de plantas de ornamento procedentes de África y Asia en los campos de Saint-Jean-Cap-Ferrat ¡cerca de la Costa Azul!
Y es que el microclima mediterráneo del Valle des Cévennes era propicio y las ayudaría a prosperar. Con el sol de la Provenza los tallos verdes del bambú se tostaron lentamente hasta adquirir ese tono amarillo pálido tan característico, tal y como habría madurado tradicionalmente el bambú al Este de China durante siglos y siglos.

Eugène Mazel se volcó en el proyecto creando con gran esfuerzo y dedicación uno de los Jardines Botánicos más exquisitos y originales de su tiempo en pleno Languedoc, para ello no escatimó en gastos contratando a cuarenta jardineros que trabajarían en el campo a jornada completa.
Pero en los años siguientes tal vez descuidó los negocios o la coyuntura en Extremo Oriente se tornara adversa... Lo cierto es que en 1882 sus transacciones comerciales con las colonias francesas se deterioraron y la fortuna del botánico se derrumbó en cuestión de meses.
Para sufragar las deudas y evitar la carcel Mazel se vio obligado a renunciar a su hermoso jardín de bambú. A raíz de aquello el terreno quedó en manos de la Banca que abandonó su cuidadó hasta languidecer brotes y esquejes.

Por fortuna Le Crédit Foncier de Francia se desprendió de él en 1902 pasando a manos del empresario Gaston Nègre que salvó in extremis la colección de plantas. Años más tarde sería su hijo Maurice de Gaston, hábilmente secundado por su esposa, quien aceptó la difícil responsabilidad de mantener el jardín con vida.

Posteriormente fue su hija Muriel y su marido el botánico Yves Crouzet quienes tomarían el relevo. De este modo la familia Gaston ha preservado meritoriamente la Bambouserie de Prafrance durante más de cien años manteniendo vivo el sueño de Eugène Mazel y su jardín botánico, un inestimable regalo del mundo vegetal para el alma y los sentidos.


Actualmente el Jardín asiático que creó Eugène Mazel comprende más de cien variedades de bambú que crecen a lo largo de dos amplias avenidas, mas por iniciativa de Yves Crozet el parque ahora también posee un Poblado Laosiano con chozas de hojas de palma y bambú rodeadas de cañas y plataneros. La Bambouserie también cuenta con un jardín japonés, un laberinto, un jardín acuático a rebosar de flores de loto y peces de colores así como un bambusarium que muestra la baya del espino y otras tantas variedades de bambú poco frecuentes.
En nuestro Pequeño Laos el paseante se adentra en un mar de juncos leñosos en busca de sensaciones... y las sendas de bambú le conducen a un Mundo Oriental desubicado en el que, por extraño que parezca, el sol no sale más temprano.

miércoles, 22 de febrero de 2012

The Birkenhead Band, los músicos del Titanic

" Sentí que simplemente tenía que alejarme del barco. Por extraño que parezca, era una visión hermosa. Debió de haber una explosión pero no la oímos, mientras el humo y cientos de chispas salían precipitadamente de chimeneas y torretas como si se tratara de una gran fiesta... El barco gradualmente hundía su proa, justo como un pato haría en su zambullida. Solo tenía una cosa en mente, alejarme del barco a toda costa antes de que la inevitable succión me arrastrase con ella."


"La banda de música aún tocaba, aún había luz en los salones y cientos de cabecitas inquietas que no se decidían a saltar... Se escuchaba la canción de "Autumm" en el momento del hundimiento hasta que la música cesó. Supongo que el mar engulló a los músicos ensordeciendo sus últimas notas, era el fin. Entonces nadé con todas mis fuerzas. Supongo que estaba a unos 150 pies del trasatlántico cuando el gigante se inclinó aún más desvaneciéndose despacio hasta descender a otras aguas más frías y oscuras.

Última mirada al Titanic: Testimonio de Harold Bride, radiotelegrafista a bordo.

Cuando el barco se hundía el Capitán J.Edward Smith solicitó a la banda que prosiguiera para mantener elevado el espíritu de los pasajeros. El líder de la Birkenhead Band, Wallace Hartley, comenzó a tocar su violín solo al principio y enseguida le secundó el resto de la banda. Cuentan los supervivientes que mientras interpretaban la última canción, el agua ya les llegaba por las rodillas... Y la banda se hundió con el barco y con ella sus melodías.

Tres violinistas: Jock Hume, Georges Krins y Wallace Hartley.
Tres violoncelistas: John Woodward, Roger Bricoux y Percy Taylor (que también tocaba el piano).
Quien tocaba el bajo era Fred Clarke y no olvidemos al violinista Theo Brailey que aunque no figuraba en cartel, tocó y murió con ellos. Solían cobrar unas ocho libras al mes, me temo que esa noche no habría propinas.

"No me gusta la música de jazz por lo general, pero pienso que escucharla nos ayudó a todos en aquella larga noche." Testimonio del pasajero Charles Ligtoller, superviviente del Titanic.


* Titanic Era Songs




miércoles, 15 de febrero de 2012

Qué fue del Cowboy of Texas...

El primer largo recorrido conduciendo ganado tuvo lugar desde Chisholm en Texas a Abilene en Kansas a finales de 1867, marcando el principio de los reinos de ganado occidentales y la apoteosis del vaquero. En la película de Howard Hawkn 1948 de Río Rojo, guía a la manada en este viaje un viejo propietario de ganado de Texas del sur, genialmente interpretado por un maduro John Wayne, a quien acompaña su jóven capataz que encarna en la gran pantalla Montgomery Clift. En la película se ven retratadas las dificultades que van surgiendo al atravesar el territorio indio de Oklahoma y el arduo camino rocoso hacia Abilene, sin embargo los peligros y la violencia que suponía emprender realmente estas travesías con el ganado son mitigados en el filme para no escandalizar al público. Viajaban entre 2000 y 2500 reses a cargo de 9 o 10 vaqueros que vivían y dormían al aire libre, fueran cuales fueren las inclemencias del tiempo, durante 3 a 6 meses que era el tiempo que costaba conducir la manada al mercado. Las jornadas de trabajo eran largas, de sol a sol, deteniendo la marcha el tiempo justo para comer en un plato de hojalata y dormir con un ojo abierto y las botas puestas, bajo el cielo despejado contemplando las estrellas.
El vaquero marchaba siempre a caballo entre el polvo que levantaba centenares de reses. A veces perdían la montura al precipitarse en uno de los numerosos ríos que tenían que atravesar, entonces cavalgaban a pelo como los indios del norte. Tanto cowboys como reses estaban expuestos a ser envenenados por la serpiente de cascabel o a ser arrollados en una estampida que causaba la pérdida de aproximádamente el 10% del ganado. Luego estaban las tribus de indios hostiles que vagaban por las praderas... No siempre se sobrevivía.
El modo de vivir del vaquero que atraviesa enormes planicies conduciendo la manada por la pradera infinita no perduró por mucho tiempo. Antes de los años 1890 apenas quedaban sendas que atravesar, en la mayor parte de los llanos se erguían vallas de alambre de púas que les impedían el paso. La vida agreste del vaquero tal y como la conocemos había durado tan sólo unos 20 años.
No solo eran las cosechas lo que estaba en juego, los ganaderos de Kansas y Missouri veían en las reses tejanas un duro rival y alegaban que el ganado tejano contagiaba a sus reses una cepa bacteriana a la que las primeras eran inmunes exponiendo al ganado del medio oeste a enfermar y morir. Y así es como los llanos del norte fueron puestos en cuarentena para evitar la propagación de "la fiebre de Texas".

Aún había más, los pequeños colonos acosaban a los ganaderos apropiándose de la tierra que los rancheros tradicionalmente consideraban suya hasta que los recién llegados consiguieron la tierra legalmente según los términos del Acto de Granja de 1862, perdiendo los ganaderos cualquier derecho de paso.
Coincidió con el desastroso invierno de 1886 cuando las manadas quedaron diezmadas en la peor ventisca en la historia de los llanos. Muchos rancheros se arruinaron y los pocos que sobrevivieron se vieron forzados a prescindir de gran parte de su tierra y a modernizar sus instalaciones. De ahí que el trabajo del vaquero cambiara para siempre.
Ya no sería el espíritu libre que cruzaba los prados como el centauro, sin separarse de su caballo, jamás a pie... A partir de entonces el cowboy construiría y repararía vallas, cosecharía el heno y alimentaría al ganado durante el invierno. Y con la llegada del ferrocarril, ya nada quedó de aquello.

"No more nights behind the Moon... Bye, freedom"

Dedicado a mi padre Santos Enrech,
que amó el Lejano Oeste desde niño.




*Escena del western Rio Rojo (1948)


miércoles, 8 de febrero de 2012

Se abre el telón... Sharmanka


Una sala en penumbra, solo se escucha el continuo engranaje de las máquinas entremezclado con una suave melodía, como si de una gran caja de música se tratara... Te acercas y allí está: emerge la escultura, también la máquina. Ante la mirada atónita del visitante ocasional, se desarrollan escenas de lo más extrañas en las que diminutos muñecos autómatas rivalizan entre sí moviéndose intermitentemente en su pequeño espacio para captar su atención.

Su experiencia en el Ártico durante el servicio militar (donde encontró a los supervivientes del Gulag) así como la sistemática eliminación de varios de sus amigos disidentes, le traumatizó de por vida.





Perdió las ganas de vivir, privándole incluso del deseo del habla y fue así que enmudeció para siempre.

Logró subsistir como mecánico naval y fue entonces cuando comenzó a tallar figuras con pedazos de muebles rotos construyendo su primera máquina autómata en 1967

Se trataba de la talla de un viejo organista (sharmanka) víctima de un cansancio severo que se reflejaba sobre su cara y larga barba, sobre sus hombros encorvados.
Bersudsky incorporó un motor que habría de mover en círculos el brazo del anciano en pos de una manivela del organillo…



Y ocurrió, el hombrecillo resultó que se movía. El propio Bersudsky brincaría de la sorpresa. El artista ruso no solo culmaba su primera obra sino que había encontrado su voz artística, él no vovería a hablar jamás, no podría, pero sus esculturas lo harían por él expresando al mundo con música y acompasados movimientos todo lo que él sentía.

Los funcionarios bolcheviques despreciaron su trabajo, considerándole un mero fabricante de juguetes. Bersudsky pasó a ser uno más de entre tantos artistas rusos subterráneos e incomprendidos.

Años después cuando Tatyana Jakovskaya, directora de teatro de reconocido prestigio, contempló por vez primera el taller de Bersudsky a finales de los 80, comprendió que aquellas esculturas móviles podían ser presentadas como la eterna puesta en escena de un teatro y nació el Teatro de Sharmanka como proyecto.



Con las reformas que siguieron a la Perestroika, Bersudsky y Jakovskaya se trasladaron a Glasgow con la ayuda de un amigo, el escultor y fabricante de muebles Tim Stead, para mostrar a Europa su hermoso teatro de muñecos autómatas.

De nuevo Bersudsky vería cómo su trabajo artístico era infravalorado, siendo considerado como simples juguetes por las galerías famosas de arte contemporáneo víctima de las ortodoxias del mercado artístico imprevisible y caprichoso... Por eso el Mundo Mágico de Bersudsky languidece con su eterno tic-tac a la espera de un día ser comprendido.