Nunca tuve demasiada picardía, quizás porque me pasé la infancia tan agusto dentro de una pompa de jabón. Desde entonces (y quiero pensar que solo es por falta de práctica) cuando hablan con segundas ¡no pillo una! Y se me queda una cara de póquer... Vaya, un poema. Hasta ahí, nada, seguro que las hay poco avispadas como yo, hasta puede que tenga su gracia. Pero no solo es eso, lo malo es que con el tiempo he desarrollado un don especial para decir cosas con doble significado sin pretenderlo.
Caminaba por Moncloa de jovencita con unos universitarios, al ser menudita siempre parecí bastante cría de aspecto y me echaban menos años de los que tenía:
- ¡Venga ya! Tienes 17 como mucho.
Y entonces contesté muy digna yo: - Que es verdad "tengo 20 años y con toda la regla"
Casi es peor cuando las pillas, porque luego me pongo como un tomate y solo quieres que se te trague la tiera.
Como esta me han pasado cientos y más de una picante:
Me pasé por el super y el frutero empezó a destornillarse cuando le expliqué muy seria con palabras y gestos la forma y longitud con la que quería los calabacines. Eran para asar, a ver, ¡que no vale cualquiera!
A veces me pasa en casa entonces Mr.A se aguanta la risa y se muerde la lengua dice que se las pongo "a huevo" y aún así se calla para ahorrarme el mal rato.
Y en inglés y en francés... mi capacidad de embrollarlo todo no conoce fronteras:
- Hi, Maria let´s go. Are you ready?
- Hi, gays. I´m coming (cuando quería decir guys)
Vaya, que en vez de tíos, les llamé maricas. Ahora explícale a un gringo de 100 kilos en inglés "made in Torrelodones" que sus preferencias sexuales te traen al fresco... ¡para qué entrar en detalles! solo diré que resultó un tanto violento.
Y las cosas no hicieron más que complicarse con las nuevas tecnologías:
A la vuelta del verano me llamó mi amigo Alberto y durante 20 minutos mantuvimos una conversación de besugos, él a base de monosílabos y yo tan contenta confundiéndole con Ernesto. Las cosas no pasan por casualidad, ni que decir tiene que a mí el que me gustaba era este último.
Podría decir que ya no me pasa, que es algo del pasado... pero mentiría.
Una mañana temprano hace no mucho tiempo voy y me cruzo con el vecino y en 3 minutos le cuento muy agobiada que tengo a la niña mala y se me ha roto el lavaplatos, mientras él me mira la boca con tal insistencia... ¿no estará pensado en besarme? Ni remótamente, el pobre hombre ¡estaba intentando leerme los labios! Venía de correr con los auriculares puestos, no le di ni tiempo para quitárselos y con tanto rollo se perdió fijo.
En fin, es la historia de mi vida, repleta de altibajos al más puro estilo Meg Ryan en plena comedia de enredos.
Os dejo con
MENSAJE POST-ITIvo un corto de cómo con la mejor de las intenciones se llega al peor de los malentendido:
* dedicado a mi amiga S, quizás mi última víctima.