Era tal el bullicio que se oía desde la pensión de Rachel Pringle donde me hospedaba que me dejé llevar. Olía a pollo y pescado frito, el humo que escapaba de sus brasas me llamaba a gritos como si se tratara de un tam-tam. Salí a la calle, ya no quedaba nada abierto en todo Bridgetown salvo un puñado de tenderetes que se agolpaban en el mercado. Lo tenía claro, comería cualquier cosilla y saldría de allí enseguida antes de verme enfrascado con una baraja en la trastienda de uno de esos garitos que me atraían demasiado.
Pero fue pasar por delante del Pink Start y no pude evitarlo. ¿A quién quería engañar? Es lo que estaba buscando. De nuevo volvía a las andadas en esa maldita tienda de ron. Después de tantas promesas... Le juré a Katy que nunca más y ella me creyó. Ante mí, un cuartucho destartalado bañado en licor con una mesa de cocina, 2 taburetes y 3 sillas de plástico. Nadie hablaba, nadie se movía salvo una bombilla que colgaba del techo por un cable desnudo... parecía que el suelo se tambaleara y con él toda mi vida.

Me vieron ahí plantado y se miraron... leían las ganas de apostar en mis ojos y se rieron para sí, era la víctima perfecta. Con un simple ademán el cantinero me señaló un asiento a la vez que me tendía una cerveza bien fría, así caí como un imbécil en su cutre madriguera.
"Antes de que empiece el juego, estudia a tu adversario. Mírale a los ojos sin perder de vista sus manos y observa cada uno de sus movimientos, hasta el más nimio detalle". A mi derecha un pianista flaco con los dientes más blancos que he visto nunca. A mi izquierda un tímido muchacho con aires de intelectual, posiblemente maestro de la escuela vecinal. Sin duda era un novato, parecía tan ingenuo... sentí lástima por ese pobre pendejo. A su lado un calvo belga rosado y gordinflón, quizás un capataz borrachín venido a menos, con las manos cubiertas por unos guantes de cuero negro... "¡Qué tíos más raros! - pensé - Arramblaré con todo, no les dejaré ni las migajas". El propietario dio tres largos pasos, se sentó frente a mí desafiante y como cabía esperar se unió a la partida.
Sacó unos naipes manoseados que barajaba con maestría, aquel grandullón sabía lo que se hacía. Hablamos de esto y aquello y jugamos hasta la madrugada. Tengo un don para las cartas, nací con él. Soy bueno al póquer y que en cuanto me vino una buena mano puse sobre la mesa 300 dólares.
Todos se echaron atrás menos el europeo que dijo:
- Veo la apuesta con todo lo que tengo ¿aceptas?
Quería pillar a ese tipo con todo lo puesto así que asentí y mostramos las cartas. Él tenía Escalera, yo un Full de sietes y jotas. Gané la mano, Hans se vació los bolsillos y me entregó el dinero. Yo estaba exultante y él, por extraño que parezca, lejos de estar abatido sonreía.
- Aquí falta pasta.
- Espera, aún no te he dado todo lo que llevo encima.
Algunos tienen mal perder ¿y si sacaba una pistola? Por un momento temí por mi vida... Sobre su hombro se asía un pequeño loro gris, como el loro no se soltaba lo despegó de su piel quitándose también la camiseta negra de Guns & Roses que llevaba puesta.
- No te quejarás, te doy ¡hasta la camisa!- Dicho esto arrancó en estruendosa risotada y todos le siguieron estallando en carcajadas.
- Anda, lárgate "con tus ganancias" Y no te dejes el maldito bicho
Vaya panda de sonados, les había "desplumado" y se partían de risa.
Hans Van der Vaart era un pobre desgraciado, un buscavidas. Trabajó como estibador en los muelles de Amberes, luego en el Puerto de Glasgow. Fue marinero, mercenario de poca monta, también contrabandista... cuatro años atrás le pillaron con un cargamento ilegal de habanos Montecristo en la costa norte de Barbados y fue por tan inoportuno desliz que se pudríó en prisión por algún tiempo. Solo entrar en la celda se percató de que no estaba solo. Oía voces en un rincón e inmediatamente pensó en un compañero de celda... pero no. Compartiría esas 4 oscuras paredes con un pajarraco con las plumas descoloridas de dudosa procedencia.
Don Plumas le hablaba a ratos chillando como un poseso un montón de palabras huecas, de su pico afilado emanaban en chorro toda suerte de improperios ¡sin pies ni cabeza! pero no fue otro sino aquel bichejo quien le mantuvo cuerdo durante tanto tiempo entre rejas.
Otelo era un loro gris africano de cola roja y contaba ya con la friolera de 63 años y una verborrea más propia de un expresidiario salido en una casa de putas que de un viejo pájaro enjaulado. Sin ser la mejor compañía, con él no estaba solo a fin de cuentas.
- Veo la apuesta con todo lo que tengo ¿aceptas?
Quería pillar a ese tipo con todo lo puesto así que asentí y mostramos las cartas. Él tenía Escalera, yo un Full de sietes y jotas. Gané la mano, Hans se vació los bolsillos y me entregó el dinero. Yo estaba exultante y él, por extraño que parezca, lejos de estar abatido sonreía.
- Aquí falta pasta.
- Espera, aún no te he dado todo lo que llevo encima.

- No te quejarás, te doy ¡hasta la camisa!- Dicho esto arrancó en estruendosa risotada y todos le siguieron estallando en carcajadas.
- Anda, lárgate "con tus ganancias" Y no te dejes el maldito bicho
Vaya panda de sonados, les había "desplumado" y se partían de risa.
Hans Van der Vaart era un pobre desgraciado, un buscavidas. Trabajó como estibador en los muelles de Amberes, luego en el Puerto de Glasgow. Fue marinero, mercenario de poca monta, también contrabandista... cuatro años atrás le pillaron con un cargamento ilegal de habanos Montecristo en la costa norte de Barbados y fue por tan inoportuno desliz que se pudríó en prisión por algún tiempo. Solo entrar en la celda se percató de que no estaba solo. Oía voces en un rincón e inmediatamente pensó en un compañero de celda... pero no. Compartiría esas 4 oscuras paredes con un pajarraco con las plumas descoloridas de dudosa procedencia.
Don Plumas le hablaba a ratos chillando como un poseso un montón de palabras huecas, de su pico afilado emanaban en chorro toda suerte de improperios ¡sin pies ni cabeza! pero no fue otro sino aquel bichejo quien le mantuvo cuerdo durante tanto tiempo entre rejas.
Otelo era un loro gris africano de cola roja y contaba ya con la friolera de 63 años y una verborrea más propia de un expresidiario salido en una casa de putas que de un viejo pájaro enjaulado. Sin ser la mejor compañía, con él no estaba solo a fin de cuentas.
Me llevé a Otelo a la pensión y cuando vino la vieja Rachel a airear la habitación y vio a aquel ave en gris y rojo sobre mi cama meneó con pesar la cabeza. No me gritó por traer conmigo al pajarraco, al parecer no estaba enojada. Se limitó a mirarme con cierta lástima.
- Estos forasteros, que no caen en la cuenta...
- No entiendo ¿de qué me habla?
- Era una partida amañada, muchacho. Se las ingeniaron para que ganaras y así endosarte al animal sin que te dieras cuenta.
- Eso es ridículo ¿por qué harían algo así?
- Nadie quiere a ese loro por aquí, Hans habría hecho cualquier cosa con tal de quitarselo de encima y tú, mi querido muchacho, se lo pusiste en bandeja pavoneándote con esos aires de tahúr experto mientras él no veía en tí a más que a una pobre lagartija.
- ¡Brujaaa, rataaa, pequeña escoriaaa!- Ojo que no fui yo. Otelo, rabioso, saltó sobre ella arrancándole el moño postizo que sujetaba con 4 horquillas. A raíz de aquello nos vimos obligados a marchar en medio de la penumbra. Con todo, era un colega enrollado y de lo más gracioso... Me encariñe con él y él conmigo sin sospechar que cuando un loro elige pareja no la comparte con nadie más, convirtiendo a los demás en sus eternos enemigos.
- Estos forasteros, que no caen en la cuenta...
- No entiendo ¿de qué me habla?
- Era una partida amañada, muchacho. Se las ingeniaron para que ganaras y así endosarte al animal sin que te dieras cuenta.
- Eso es ridículo ¿por qué harían algo así?
- Nadie quiere a ese loro por aquí, Hans habría hecho cualquier cosa con tal de quitarselo de encima y tú, mi querido muchacho, se lo pusiste en bandeja pavoneándote con esos aires de tahúr experto mientras él no veía en tí a más que a una pobre lagartija.
- ¡Brujaaa, rataaa, pequeña escoriaaa!- Ojo que no fui yo. Otelo, rabioso, saltó sobre ella arrancándole el moño postizo que sujetaba con 4 horquillas. A raíz de aquello nos vimos obligados a marchar en medio de la penumbra. Con todo, era un colega enrollado y de lo más gracioso... Me encariñe con él y él conmigo sin sospechar que cuando un loro elige pareja no la comparte con nadie más, convirtiendo a los demás en sus eternos enemigos.
Todo marchó bien hasta que volví a casa con mi preciosa Katy y Fox, nuestro perro. Desembarcamos y ahí estaba mi chica, de pie en el embarcadero... soñaba con regresar desde hacía ya mucho tiempo. Justo entonces Otelo me miró a los ojos, se metió en mi cabeza y desde ese jodido instante me hallo a su merced... estruja mi cerebro, escudriña mi mente. Se anticipa a cada unos de mis pasos, sabe exactamente todo lo que pienso ¡antes que yo mismo! Enseguida supo que la amaba, al menos a mi manera y le entró tal ataque de furia que estalló en alaridos:
- Laaargate, maaaldita raaamera.
- Venga, Otelo, no te pongas así
- LAAArgate, mAAAldita rAAAmera
- Cálmate de una vez, qué la asustas
- LAAARGATE, MALDITA RAAAMERA
Tuve que empapuzarle a pipas para que por fin cerrara la boca.
Las primeras tres semanas se desquitó con el pobre Fox, un pedazo de gran danés que rondaba los 80 kilos. El loro se afanó en destrozarle los nervios maullando como un gato a cada momento mientras Fox corría de aquí para allá en busca del felino sin olisquear nada cayendo en una profunda depresión, hasta el punto de irse al albergue de animales por su propio pie en busca de asilo político.
En cuanto se deshizo del chucho comprendió que solo Katy le apartaba de mí, ella era el obstáculo. Sin embargo se tomó su tiempo, tras el episodio de la playa, no causó más incidentes.
- Kaaaty, chicaaa dulce como laaa papaaaya
- Laaargate, maaaldita raaamera.
- Venga, Otelo, no te pongas así
- LAAArgate, mAAAldita rAAAmera
- Cálmate de una vez, qué la asustas
- LAAARGATE, MALDITA RAAAMERA
Tuve que empapuzarle a pipas para que por fin cerrara la boca.
En cuanto se deshizo del chucho comprendió que solo Katy le apartaba de mí, ella era el obstáculo. Sin embargo se tomó su tiempo, tras el episodio de la playa, no causó más incidentes.
- Kaaaty, chicaaa dulce como laaa papaaaya
Cuando quería resultaba un ave adorable y así poco a poco se fue ganando su confianza hasta pillarla desprevenida... ese día en el que Katy se maquilló para acudir a una fiesta y se vistió de rojo fuego. Estaba tan radiante que Otelo, muerto de celos, no lo soportó más y actúo. Ella venía hacía él con un cuenco de agua cuando aquel loro endiablado le picoteó la cara desgarrándole la carne hasta hacerla sangrar. Con un corte limpio, como sería el de una navaja... tan profunda fue la herida que tardaría en cicatrizar.
