En mi caso, sargento, duele remontarse a la juventud. Por
aquel entonces era un muchacho avispado, ambicioso, un galán insaciable. Releía
los ecos de sociedad, emulaba a Rodolfo Valentino. Un maestro del engaño, un
orfebre de la seducción. Mi arte, robar pensamientos para luego venderlos al
mejor postor.
No me malinterprete, agente. Mis únicas armas eran una
bicicleta Folmer & Schwing de color verde botella que encontré frente a un
pajar y mi célebre cámara Graflex de 4x5 pulgadas que gané al póquer. Asimismo,
contaba con un porte magnífico y una sonrisa radiante que acostumbraba a lucir
en actitud despreocupada junto con una pitillera de plata presente de mi más
sonada conquista. Lo cierto es que poseía un don, una vez cogía el cigarro
entre los dedos índice y corazón me tornaba irresistible. Y con semejante carta
de presentación, comprenderá que fuera bien recibido en los ambientes más
selectos. Naturalmente, desconocían mi modesto origen. Figúrese, el hijo de un
carnicero alternando por lo fino. Divulgué el rumor de que tenía sangre sajona
y un ancestro cruzado que a la par de encumbrarme, justificaba tanto mi acento
norteño como esos modales poco pulidos que causaban furor entre las damas. Y
créame, funcionó por un tiempo hasta que, aborrecido de tanta lluvia, abandoné
la isla y me trasladé al continente.
Deleité en París, fasciné en Lisboa, en Florencia causé
sensación… Supe que cautivaría en cualquier parte. De modo que me aventuré en
busca de sol, Venecia sería destino. Asistiría a La fete de Venise en el
Palazzo dei Leone. Atravesé la columnata con tal arrogancia que el propio
embajador inglés acudió a mi encuentro. No me considero un gigoló, me veo más como un íntimo amigo.
Accedería a ella, me colgaría de su brazo y una vez a su vera, sería mi bella
marioneta y despilfarraríamos hasta la ruina.
El palacio fue adornado para la ocasión con sorpresas,
excesos, cascabeles y damascos. Los camareros servían cordiales y refrigerios
exhibiendo pecho y torso tras una hoja de parra. Hermosos Adonis o si lo
prefiere, agente, Adanes del paraíso. Pues aquel recinto embelesaba de tal
forma que salpicado de orquídeas y el siniestro deslizar de Najas Siamensis
semejaba en su conjunto a la mismísima jungla. Pequeñas guaratingas aleteaban
con dificultad esquivando los quejidos del arpa de boca vietnamita, los
suspiros de una flauta de bambú como en Jaipur y el sobresalto del Hang Drum
manchú que anunció la llegada de nuestra anfitriona, la Marchesa, a eso de la
medianoche. Ahí estaba Luisa Casati, genuina, pura llama. Pelirroja y esbelta,
heroína de novela, musa de pintores. Todo ojos, los llevaba perfilados en gena
y mojados en belladona haciendo de sus iris dos lagos verdes sobre lava negra.
Tres gotas justas porque es veneno, de nuevo acariciando el peligro,
prometiendo aventuras perturbadoras, más allá de lo imaginable. Bajó la
escalera despacio. Cada escalón, una pose. Acompañada por un chimpancé enjoyado
y una hermosa pantera iniciaría su estudiado descenso retando decenas de
miradas para terminar posándose en la mía. Ningún hombre a su vera. ¿Por qué
habría de hacerlo? Era libre, sin ataduras y en una noche sin luna deseaba
elegir, solo con un gesto le lloverían los mecheros.
Pero me adelanté, encendí mi cigarrillo primero lo que me
dio cierta ventaja. Se detuvo en seco propiciando un singular tête–à–tête, un
pulso entre titanes. Nos acercamos hasta olernos y socarrón de mí, pude
confirmar mis sospechas. En efecto, la diosa ya no era tan joven, su belleza
declinaba al mismo ritmo que su fortuna. Conversamos desvelando nuestras cartas
claro que yo jugaba sucio pues me guardaba un as en la manga. Llegado el
momento, alcé mi extraordinaria cámara reflex con espejo de un solo objetivo y
merced al destello del flashbulb, la tomé por sorpresa. Capté su nítida imagen, el flash de bombilla
detonó la chispa y un resplandor blanco intenso la cegó para iluminarle las
entrañas. Tras sus pupilas dilatadas, su interior se me reveló como una veta de
oro. Sus secretos, cheques en blanco. Su mente, un libro abierto. La tenía
delante con el alma desnuda, a mis expensas. A pesar de las apariencias, Luisa
María Casati seguía siendo una niñita ingenua. Es más, una romántica incurable.
Aún gozaba de mi golpe de suerte cuando reparé en otros ojos
que me atravesaban como dagas, eran los de la pantera que custodiaba marcial a
su glamurosa ama. Me había calado, lo leí en esos dos botones de hielo azul que
destellaban cargados de amenazas. Y comprendí que de seguir acechando a su
protegida, no me aguardaría el acero de la espada. Tanto peor, a poco que
desplegara mis encantos aquel gato gigante me arrancaría la cara de un zarpazo.
Y como pasados dos minutos aún seguía allí, el felino se puso en guardia. Encrespó
la cola, erizó el bigote, ladeó la cabeza. Tras mirarme fijamente abrió la boca
y haciendo gala de una frialdad pasmosa me enseñó los colmillos a modo de
advertencia.
El bufido que vendría después me derritió. Un puro alegado
de rabia, aquel era su último aviso. Obediente, hice ademán de soltar mi
precioso aparato para que estallara contra el mármol en mil chasquidos como
señal inequívoca de que renunciaba a la cacería. Si bien, el azar jugó en mi
contra, con el meneo que le propiné a la cámara se quebró la campana de vidrio del
flash liberando polvos de magnesio que en contacto con el oxígeno del vino
espumoso y el carbono que despedían las antorchas formaron de inmediato
carbonato de magnesio y por ende, una grotesca forma de complicarme la vida. Ya
ve, qué ironía, le debo mi debacle a un insípido polvillo blanco similar al
talco que utilizan gimnastas y escaladores por su gran adherencia. Y es que me
quedé pegado a la reflex con ambas manos sin poder desprenderme de ella, lo que
provocó el enojo del escolta que saltó sobre mí sin pensarlo dos veces. Minusvaloré a mi anfitriona, diva histriónica donde las haya y cometí un craso error mofándome de sus excentricidades. Bajé la guardia, pensé que acorralar a tan jugosa presa sería tarea fácil.
Ahora soy un tipo corriente, sargento. Estoy infelizmente casado
con mi prima Gwen, tengo seis ruidosos hijos y paso los veranos en Loch Lommon
enfundado en mis botas de agua plantando petunias descoloridas que se pudrirán
en cuanto llegue el invierno. Mi sex appeal se esfumó, tras aquella vejación
nunca me repuse. Ahora trabajo de carnicero como mi padre en un mercado de
Glasgow, llevo una vida sencilla y en general, modélica. Salvo por algún desliz
ocasional como el que hoy me ha traído a su despacho y que, a mi entender, no
pasa de mera travesura. De acuerdo, juré no volver a Italia, las burbujas me
producen nauseas y tengo el feo hábito de retorcer el cuello a gatos pardos en
oscuros callejones, los cuelgo de un gancho de trinchar y me fumo un Embassy en
su cara antes de reventarles los ojos. Pero a ver, honestamente. ¿Acaso no
haría usted lo mismo si una pantera se le hubiera orinado encima frente a una
fuente de champán delante de seiscientos invitados?
Me deshago de los gatos (*), lo confieso, pero solo en noches de
luna nueva. Por supuesto, si no llueve. Y convendrá conmigo, sargento, en que
por estas latitudes los cielos despejados son un mito, eso no pasa más que muy
de tarde en tarde. Basta con asomarse a la ventana. O mejor, compruébelo en el
weather forecast si no me cree. Total, dos gatos al año. Vamos, hombre, no es
tan grave. Mírelo desde otra óptica, soy el héroe de los ratones.
* NINGÚN ANIMAL SUFRIÓ DAÑOS DURANTE LA ESCRITURA DE ESTE RELATO.
Mela, Esther, disculpadme por este desdén a los gatos, prometo que es pura ficción.
jajaja... Disculpa aceptada... como lo has prometido, te creo
ResponderEliminar¡Vaya con el hijo de un carnicero que dijo tener sangre sajona! Todo un conquistador, e irresistible con un cigarro entre los dedos índice y corazón ;-)
Debió dejar a muchas damas suspirando en París, Lisboa, Florencia...
Pero tuvo problemas con la pantera de Luisa María Casati... es que los felinos son peligrosos ;-)
Después de tantas aventuras y conquistas... casado infelizmente con su prima Gwen y con seis hijos demasiado ruidosos... así es la vida a veces ;-)
Y sí, muy cierto, mirado desde otra óptica es el héroe de los ratones
Pero ya nunca podrá ser el héroe de ninguna dama... a las damas no nos gustan los ratones ;-)
Ha estado genial, Mere... Me ha encantado
Besos
Prometidísimo :D Ya puestos, antes la cogería con los hamsters que me dan más yuyu.
EliminarEl chico, que soñaba con su futuro, entre que rebanaba un filete y luego otro ;)
Si se parecía a Rodolfo Valentino, debió de arrasar en todos esos sitios pero Venecia se le atragantó... Los felinos son enigmáticos y eso nos destorota a todos.
Quién lo ha visto y quién le ve. Con esas botas de agua, el pobre me da mucha grima.
Silogismo aristotélico: El enemigo del enemigo es nuestro amigo (y eso que cuando Aristóteles lo formuló no andaba pensando en la Champions League :P)
Personalmente, creo que ha salido perdiendo. Mejor deslumbrar a una dama que a un roedor.
Gracias, Mela, así nos hemos reído juntas un rato :D Un beso.
jajaja... Sí, creo que no pensaba en la Champions
EliminarYa tenían Olimpiadas, eso sí :)
EliminarLos gatos: ¿por qué será que esos simpáticos felinos despiertan todo tipo de fobias y obsesiones? Me ha encantado el final y el tono que le has dado al galán, paparazzi de pensamientos.
ResponderEliminarHay algunas cosas que retocaría. La cámara se describe inicialmente como célebre, pero es un adjetivo que no usaría en esta ocasión. Y en el tercer párrafo, el galán la menciona a ella -entiendo que a la Marchesa- pero eso no lo sabemos hasta más adelante. Me resulta extraño.
Como curiosidad, yo tengo un Hang Drum en casa. La variante económica, claro está. Me hizo ilusión verlo en tu relato.
Me gusta el vocabulario que utilizas y el desparpajo de tus protagonistas. Es un tono cercano e íntimo, pensamientos desnudos. Sigo pensando lo de las pausas, pero no voy a insistir.
Un placer leerte.
Besos
Ismael
Sí, Ismael, los felinos son sigilosos, precabidos. Nuestros grandes desconocidos, por eso quizás nos obsesionen tanto.
EliminarNo se me había ocurrido pero sí que lo es: Pionero de los paparazzis :)
Me apunto los fallos. El adjetivo célebre no viene al caso y sí, en el párrafo 3º falta algo. Es que quité dos frases por lo sano y se resintió el fragmento entero. Ahora lo arreglo, tienes razón.
Ese Hang Drum que tienes en casa es digno de verse. Y escucharlo ya tiene que ser impactante.
Qué bien, Ismael, porque esas son mis señas de identidad y la base sobre la que seguir trabajando.
Cierto, sigue el problema de las pausas porque este relato es anterior a tu consejo pero en cambio, para el siguiente, el del cascanueces, ya lo he tenido en cuenta y creo que gana en agilidad y en comprensión.
Gracias, Ismael, presiento que voy a aprender un montón :D Un beso.
La vida da giros inesperados.
ResponderEliminarNunca controlamos del todo lo que nuestras acciones provocaran. menos cuando nuestra atención está en una dama y no en el felino que la guarda.
Y hay segundos que cambian nuestro futuro.
Hacer seis hijos necesita bastante jodienda, o sea que su segunda vida no fue tan mala...aunque no era la esperada. Eso o tu prota es uno de esos aquí pongo la bala y aquí acierto.... y solo copulo seis veces. Entonces si que su vida queda en frustrante.
Hola, Guille. La vida es imprevisible y no digamos los relatos que conviene acaben de un modo sorprendente.
EliminarDama y felino, una combinación potencialmente peligrosa. Tienes razón, muchas veces nuestras decisiones desencadenan acontecimientos sin acaso pretenderlo.
Digo yo que un galán como él habrá mojado más de seis veces, de lo contrario sería para como hacerse el harakiri. Pero oye, a saber, que con esas botas de agua podando petunias me lo imagino más bien poca cosa, igual hasta encogido como lo jerseys ;)
Si ha sido muy divertido leerlo! no hay nada que disculpar, además Cookie no se ha enterado,jaja
ResponderEliminarVaya con el cazador cazado, aunque lo cazara otra presa! y de qué manera...bochorno sí que pasaría este supuesto dandy inundándose con descomunal meada, jaja Se comprende que no le guste la lluvia ni las burbujas y ahora con razón, pero espero que a sus clientes no les de gato por liebre!
Qué curiosa la reacción química que describes con el flash de la cámara, hay que ver!
Un beso, feliz finde.
Nuestro cazador es especialista en cats del Reino Unido. Claro que Cookie tiene un nombre inglés... ¡Ojito!
EliminarSí, el bochorno debió ser sonado. Y tienes razón, ¡a ver qué bichos vende en esa carnicería! :D
La reacción química es cierta, eso sí, la he exagerado un poco. Te adhieres más a los objetos pero claro, sin llegar al extremo de no poder soltarlos :P
Un besazo y feliz semana.
Uffff, Mere. Que a Luisa María Casati le proteja una pantera ya son palabras mayores.
ResponderEliminarNuestro protagonista empieza comiéndose el mundo y al final le sale el tiro por la culata.
Qué risa cuando se le cae la cámara y monta todo ese tinglado y que la pantera se hiciera sus necesidades encima de él... No me gustaría estar en tal situación, jajaja.
Aunque no sé que es peor. Al menos hasta ese momento su vida era excitante. No como más adelante cuando está infelizmente casado y con seis churumbeles nada más y nada menos.
Supongo que la frustración que tiene en su vida más el mal recuerdo que conserva de la experiencia traumática con la pantera, hace que cometa esas atrocidades con los pobres gatos indefensos. No soy amante de los gatos pero pobrecillos...
Un beso.
Sí, Leo, nuestro Don Juan acaba enfangado con las botas de agua. Literalmente, no pudo caer más bajo ;)
EliminarHay muchas maneras de humillar a alguien en una fiesta y posiblemente, esta sea la peor de todas :)
Estoy contigo, el pobre ya tiene suficiente castigo. Con esa vida tan sumamente anodina, ya tiene el probre su propia condena.
Un beso
Si es que se veía venir, demasiado lejos había llegado el Donjuán. Pero vamos que un libro si que podría escribir cosas mas raras he leído y esta historia tiene de todo.
ResponderEliminarBesos Mere
Tienes razón, era una crónica de un batacazo anunciado. El porrazo se lo iba a pegar sí o sí y al final fue de lo más bochornoso. Sí, nuestro donjuan tiene más historias a sus espaldas que Casanova :)
EliminarGracias, Rocío. Un besazo.