Durante la madrugada del 3 de Mayo de 2008 el huracán Nargis hizo de las suyas a su paso por Birmania. Arrasó el delta del Irrawaddy, a las afueras de Yangón, con la furia de un ciclón trópical fuerza 5 inundando los arrozales. Algo más al este en el estado de Shan, la tromba de agua no lograría sepultar en el fango los campos de amapolas de Mong-La que salpican de malvas las laderas montañosas del Triángulo dorado. En cambio el azote del viento fue mordaz llevándose con su ráfaga todo un descomunal manto de flores que flotaría ingrávido, cual alfombra persa, hasta perderse levitando por el horizonte.
Ya en Bangkok la vida seguía
su curso, ajena la gran urbe a las
coléricas tormentas del norte... si bien aquella noche sería
única. Se avecinaba una brisa perfumada que con el alba cubriría la ciudad de enormes pétalos morados y azules. Una imagen tan hermosa como espeluznante. A simple vista, una bendición del cielo… cómo
sospechar que aquel hechizo, conforme avanzase el día, traería consigo el más
absoluto infierno.
Pasaban las horas, el júbilo y buen humor se adueñaban del asfalto. Pero esos gritos a destiempo, tantas carcajadas desmedidas... hablamos de un pueblo oriental, cordial y comedido, que de la noche a la mañana ¿estalla en sonrisas? La ciudad entera subida de tono… había algo de inusual en todo aquello. Y es que Bangkok despertaba hecha una colmena de abejas borrachas que atestaban de bicis y cabecitas las calles... nada que temer a simple vista, al parecer todo iba viento en popa. De hecho, poco afectaría el mar de flores a aquella amalgama de gente sencilla que pasarían un gran día entre efluvios de colores.
Sin embargo, en la torre Baiyoke, el edificio más alto de Bangkok, las horas transcurrirían bien distintas. El rascacielos consta de 84 pisos… Allá arriba el aire era extraordinariamente cálido y más denso que de costumbre y sería entre ese aire enrarecido donde un grupo privilegiado y selecto, la flor de pitiminí, la creme de la creme, experimentaría súbitamente una falta de inhibición absoluta. En definitiva, los guapos y ricos se volvieron locos a 310 metros de altura.
Pasaban las horas, el júbilo y buen humor se adueñaban del asfalto. Pero esos gritos a destiempo, tantas carcajadas desmedidas... hablamos de un pueblo oriental, cordial y comedido, que de la noche a la mañana ¿estalla en sonrisas? La ciudad entera subida de tono… había algo de inusual en todo aquello. Y es que Bangkok despertaba hecha una colmena de abejas borrachas que atestaban de bicis y cabecitas las calles... nada que temer a simple vista, al parecer todo iba viento en popa. De hecho, poco afectaría el mar de flores a aquella amalgama de gente sencilla que pasarían un gran día entre efluvios de colores.
Sin embargo, en la torre Baiyoke, el edificio más alto de Bangkok, las horas transcurrirían bien distintas. El rascacielos consta de 84 pisos… Allá arriba el aire era extraordinariamente cálido y más denso que de costumbre y sería entre ese aire enrarecido donde un grupo privilegiado y selecto, la flor de pitiminí, la creme de la creme, experimentaría súbitamente una falta de inhibición absoluta. En definitiva, los guapos y ricos se volvieron locos a 310 metros de altura.
¡Alto! No sé, pero te noto un tanto escéptico... Allá tú, pero que sepas que otros temporales causaron si cabe mayores estragos. Ya Giordano Vittore durante los locos años 20 logró recopilar
desde su austera celda en el monasterio de
Módena unos 60 mil recortes de periódico
que hacían mención a extrañas precipitaciones. El monje franciscano llegaría a registrar el desplome material de cruces, monedas, antiguos sellos chinos,
ranas, serpientes, lagartijas, insectos, algodón, sangre, variopintos ungüentos y aceites pringosos que superarían con creces
las Plagas de Egipto. ¿Acaso se trataba
de un castigo divino? Ni remotamente. Desde
que el hombre es hombre invoca a los dioses suplicando un fantástico chorreo de
lluvias torrenciales. Tanto cantar y con el papeleo se acumulaban las peticiones... no podía acabar de otra forma. Y te preguntarás ¿por qué no
solo caen gotas en vez de tanto bicho? Verás, es que algunos desentonan y si el mensaje no es nítido obviamente se distorsiona. No sé de que te extraña, te creía más familiarizado con este tipo de fenómenos. Total, ya en la peli “Los dioses deben estar locos” llovían Coca-Colas
sobre las áridas llanuras de Botswana ¿no? Mira por donde, te pareció fenómeno. ¿Y acaso no cantaste con Juan Luis Guerra, dale que te pego, para
que lloviera café? Venga ya, que lo hicimos todos. Y también montamos piña con Chere ante su profética visión de magníficos tiarrones cayendo del cielo como limones... Hallelujah, It´s raining men!! Vamos, que si me apuras aún lo estoy oyendo. Así es, todo pasa factura, amigo. Y si aquello era ficción espera a ver lo que ocurrió mientras la humanidad brincaba desgañitada en torno a una hoguera enseñando el ombligo.
En los últimos pisos del
coloso tailandés se alza orgulloso el Baiyoke Sky Hotel, arriba del todo abrieron un exquisito restaurante y un bar panorámico. En los
días claros contemplas a tus pies cómo repiquetean intermitentes las luces mientras brindas con peppermint sobre cientos de tejados. En esa tesitura andaban acaramelados Harry y Beth, de Ohio, celebrando sus bodas de plata cuando todo a su alrededor se cubrió de neblina y de súbito, sin razón aparente, comenzaron a tirarse literalmente los platos a la cabeza. Nadie repararía en ellos, enfrascados en su lucha doméstica, pues
todos los allí presentes se hallaban, presos de ansiedad, sumergidos de lleno en su particular
ataque de histeria. El audaz empresario Shi-Huan (quien transformaría en apenas
2 años una fabrica humeante de bastones con
empuñadura de marfil en un taller
artesanal líder en la construcción de flautas traveseras) perseguía cargando
con un coco a Pearl, una linda camarera, para invitarla perdido de amor a un cóctel de frutas bajo las estrellas ¡cuando
en aquella penumbra no brillaban ni las bombillas! Poco importa, pues “a esas
alturas” ya cada cual en el salón alucinaba a su manera. Entre tanto, Beatrice, una
bretona exuberante (que bien podía rondar los 90 kilos) se subía aparatosamente
a una mesa redonda para diez comensales dispuesta a arrancarse a pleno pulmón con
la bella “Doretta” de La Rondine de Puccini
convencida de que su público le aclamaba en tremendos vítores.
A su vez Jao-Min, hábil comerciante en telas de batik y sedas, fumaba un habano en la terraza a escondidas de su mujer cuando con el humo se le empañaron las lentes creyendo distinguir entre las copiosas partículas que manchaban el cielo un lindo estornino metálico de lo más común. Extendió las manos, ansiaba tocarlo… justo entonces descubrió tras él cientos, no, miles de pajaritos con plumas grises estridentes bañando de graznidos el aire infinito. Ante semejante escuadrón, huiría despavorido hasta chocarse con Pearl, nuestra grácil camarera, que para entonces chillaba cual gaviota como una descosida. No olvidemos a la pequeña Liu-Yahn que andaba con la Playstation matando seres azules bajo la luna de Pandora (con ávidos ojos de gata y provista de una sonrisa peliaguda) cuando se percata de que está sola encerrada en el baño… al no conseguir salir entra inevitablemente en barrena liándose a cabezazos contra la puerta hasta perder, sin más, el conocimiento. Hágamonos cargo, el caos va en aumento y el joven Wally, que por descontado ya apuntaba maneras, arremete de un salto contra la barra de cedro haciéndose el dueño y señor del bar más surtido del universo. Bebía ginebra a morro mientras se atiborraba de cacahuetes... cuando por azar se observó los rizos en un espejo inmenso que crecía en la pared, justo detrás de una fila de botellas. Sin duda es él y apenas se reconoce ante la grotesca visión de una cara que se alarga como plastilina, con esos ojos saltones que le miran desafiantes sin dar crédito a lo que ven… Wally quedose ahí, absorto, sin palabras. Entonces esa boca deforme emerge con aspereza e increpa en voz ecuánime: “eReS CHuSMa, No VaLeS NaDa. ErEs chUsmA, nO vAlEs nAdA, ERES CHUSMA, NO VALES NADA” así hasta que ¡¡Aaaaaaaaaaah!!! El muchacho soltó un gemido atronador, algo así como el Grito de Munch elevado en siete octavas, que por fortuna para nuestra diva, todavía en el preludio ¡haría estallar las vidrieras! Pobre Wally, inmerso en su pesadilla no pudo más que correr horrorizado entre las mesas para terminar aterrizando ante el improvisado escenario de Doña Opereta que llegados a este a este punto vibraba de pasión en pleno delirio melódico acompañada de una fantástica orquesta de cristales rotos.
A su vez Jao-Min, hábil comerciante en telas de batik y sedas, fumaba un habano en la terraza a escondidas de su mujer cuando con el humo se le empañaron las lentes creyendo distinguir entre las copiosas partículas que manchaban el cielo un lindo estornino metálico de lo más común. Extendió las manos, ansiaba tocarlo… justo entonces descubrió tras él cientos, no, miles de pajaritos con plumas grises estridentes bañando de graznidos el aire infinito. Ante semejante escuadrón, huiría despavorido hasta chocarse con Pearl, nuestra grácil camarera, que para entonces chillaba cual gaviota como una descosida. No olvidemos a la pequeña Liu-Yahn que andaba con la Playstation matando seres azules bajo la luna de Pandora (con ávidos ojos de gata y provista de una sonrisa peliaguda) cuando se percata de que está sola encerrada en el baño… al no conseguir salir entra inevitablemente en barrena liándose a cabezazos contra la puerta hasta perder, sin más, el conocimiento. Hágamonos cargo, el caos va en aumento y el joven Wally, que por descontado ya apuntaba maneras, arremete de un salto contra la barra de cedro haciéndose el dueño y señor del bar más surtido del universo. Bebía ginebra a morro mientras se atiborraba de cacahuetes... cuando por azar se observó los rizos en un espejo inmenso que crecía en la pared, justo detrás de una fila de botellas. Sin duda es él y apenas se reconoce ante la grotesca visión de una cara que se alarga como plastilina, con esos ojos saltones que le miran desafiantes sin dar crédito a lo que ven… Wally quedose ahí, absorto, sin palabras. Entonces esa boca deforme emerge con aspereza e increpa en voz ecuánime: “eReS CHuSMa, No VaLeS NaDa. ErEs chUsmA, nO vAlEs nAdA, ERES CHUSMA, NO VALES NADA” así hasta que ¡¡Aaaaaaaaaaah!!! El muchacho soltó un gemido atronador, algo así como el Grito de Munch elevado en siete octavas, que por fortuna para nuestra diva, todavía en el preludio ¡haría estallar las vidrieras! Pobre Wally, inmerso en su pesadilla no pudo más que correr horrorizado entre las mesas para terminar aterrizando ante el improvisado escenario de Doña Opereta que llegados a este a este punto vibraba de pasión en pleno delirio melódico acompañada de una fantástica orquesta de cristales rotos.
No te exagero, a decir verdad cosas más raras se han visto. Y lo
más inverosímil estaba aún por llegar:
Una
tarde de 1956 al salir de clase los alumnos de la escuela pública de Hanham en
los suburbios de Bristol fueron sorprendidos por una lluvia de monedas de 1
penique lo que convirtió el colegio en una gran fiesta. En julio de 1961, los
trabajadores que reparaban un tejado en Shreveport, Louisiana, optaron
por refugiarse de la intemperie ante
la inminente llegada de una nube plomiza cargada de melocotones.
Así es,
los tiempos cambian, por lo que no es de extrañar que en agosto de 1969 cayeran miles de
pelotas de golf desde los cielos de Jacksonville coincidiendo con el paso del huracán Camille que venía asolando las costas
del norte de Florida. Ni tampoco debería sorprendernos que en abril
de 1985 cuando los habitantes de Keokuk recibieran con horror una estruendosa
lluvia de latas de soda sin abrir que se estrellaban, cual granadas de mano, contra
las aceras tras el paso de un tornado algo más al sur que apenas unas horas antes asolara Moberly durante un macro-concierto al aire
libre.
Y es que los hermosos y
evocadores campos de amapolas de Mong-La que cultiva la etnia Shan, son las más
bellas Plantaciones de Opio inimaginables. Cuesta creer que esos tapices de
ensueño se desvanezcan con el humo en los fumadero del barrio chino o terminen embolsados
en polvo blanco de heroína.
Así fue como suspendida en una corriente cálida de aire ascendió hasta
cifras exorbitadas la concentración de opio en torno a la torre más
alta de Bangkok afectando fatalmente al
sistema nervioso de toda aquella gente. Por suerte no hubo víctimas. Nadie se batió
en duelo, nadie se arrojó al vacío tan solo precipitándose en caída libre un piano colonial de 600 kilos hacia abajo todo recto, sin extravíos, hasta estrellarse entre un amasijo de acordes sobre los cubos de basura en una terraza interior al
tiempo que culminaba su solo nuestra espléndida Soprano sudorosa, extenuada, dejándose el alma en cada soplo.
Pasado el umbral de euforia, todos aquellos pirados terminarían durmiendo acurrucados por las esquinas vencidos de agotamiento por el subidón de adrenalina. Aún vagaba alguno todavía flipando con cara de besugo y en la cara pintada esa sonrisa absurda… pronto amanecerían con un fantástico dolor de cabeza tras soñar despiertos galopando a rienda suelta.
Pasado el umbral de euforia, todos aquellos pirados terminarían durmiendo acurrucados por las esquinas vencidos de agotamiento por el subidón de adrenalina. Aún vagaba alguno todavía flipando con cara de besugo y en la cara pintada esa sonrisa absurda… pronto amanecerían con un fantástico dolor de cabeza tras soñar despiertos galopando a rienda suelta.
He de admitir que en algo me equivoqué. No en lo verosímil de esta aciaga historia
sino a propósito de Shi-Huan...
... volvemos con Shi-Huan, un visionario en toda regla. Aún en la neblina tenía sobradas razones para invitar a Pearl a contemplar el brillo de los astros pues atravesaba las sombras una estrella fugaz que no era otra si no Beatrice. Nadie lo diría, pues tras su magnífica puesta en escena ahora descansaba desmelenada la artista cabeza abajo. Pero lo cierto es que aquella bretona, que se afanaba a diario por vender cremalleras en una mercería, venía de interpretar exultante la más bella “Doretta” de La Rondine de todos los tiempos. Y ahí despertó él, tendido sobre un mantel con la pierna retorcida entre una bota roja y un bolso de mano. Todavía solo, pero extasiado dándole pequeños sorbos a la leche de coco... aún se deleita con esa efímera luz morada y azul que se niega a desvanecer llevándole en los últimos coletazos de su desvarío a la tierra de Valhalla, con las valquirias.
... volvemos con Shi-Huan, un visionario en toda regla. Aún en la neblina tenía sobradas razones para invitar a Pearl a contemplar el brillo de los astros pues atravesaba las sombras una estrella fugaz que no era otra si no Beatrice. Nadie lo diría, pues tras su magnífica puesta en escena ahora descansaba desmelenada la artista cabeza abajo. Pero lo cierto es que aquella bretona, que se afanaba a diario por vender cremalleras en una mercería, venía de interpretar exultante la más bella “Doretta” de La Rondine de todos los tiempos. Y ahí despertó él, tendido sobre un mantel con la pierna retorcida entre una bota roja y un bolso de mano. Todavía solo, pero extasiado dándole pequeños sorbos a la leche de coco... aún se deleita con esa efímera luz morada y azul que se niega a desvanecer llevándole en los últimos coletazos de su desvarío a la tierra de Valhalla, con las valquirias.
Es que lo del cambio climático es una realidad Mere y pasan estas cosas por absurdas que parezcan, jeje. Me gusta la lluvia, pero nunca vi café, ni rosas, ni pianos precipitándose excepto en un rincón peculiar, donde cada viernes llueven historias, ahí sí, ahí puede pasar de todo, puedes ir a cualquier lugar del mundo, conocer todo tipo de gentes pero sobre todo es casi seguro que saldrás admirada con la inventiva de su creadora, te lo recomiendo ;)
ResponderEliminarBesillos y buen fin de semana
PD. Gracias por esa preposición traicionera
Ah!! y me encanta la selección de fotos de este post (y la de las gominolas es un sueño, jajajaja).
EliminarNo querría parecer insensible a las catástrofes naturales que arruinan la vida de la gente y todo por lo que lucha se esfuma en un minuto. Solo trivializaba un poco para despejar miedos, a veces nos desbordan tantos temores que aligerar un poco la carga hasta reconforta. Gracias, Marilú, por aguardar a que lluevan las situaciones más imprevistas, de veras hay veces que ni yo misma sé por donde voy a salir... ¡qué peligro tengo! :) Un beso
EliminarY la foto de las gominolas... "sabor" a primera vista, un flechazo :)
EliminarHola Mere, ya he podido venir.
ResponderEliminarQue conste que me encantan los paraguas y que llueva, siempre que no cause desastres y eso parece difícil últimamente.
¿Qué llueven cosas del cielo? ¡Eso sería estupendo o un problema!, dependiendo de lo que lloviera.
En una parte tocas el tema de las drogas mezclando humor y realidad de un modo que me ha encantado.
Lo que tengo muy claro es que en tu cabeza llueve mucha imaginación y una envidiable fluidez para crear magníficos relatos como este.
Un abrazo muy fuerte, Mere. ¡Y qué nos lluevan euros!
Las cosas extraordinarias, carentes de toda lógica, siempre nos atraen. Debe tener qué ver con esa ilusión por lo inesperado. Te puedes creer que a pesar de llevar años y años de recibir facturas y cartas de los bancos sigo abriendo el casillero del correo con absoluta avidez, como si me fuera a llegar una carta de de algún primo segundo que se perdió en la Polinesia o una foto mía del brazo de Leonard Cohen... cuando lo mejor lo tenemos en casa. Qué cosas... ¿eh? Gracias, Mela, por leer la historia de cabo a rabo, no me queda la menor duda :) Un beso
EliminarEstoy de acuerdo con Marilu cada viernes aqui llueven historias, historias de colores como los paraguas de las imagenes. Me he acordado de la marea de patitos de goma amarillos que no recuerdo donde fue pero iban a la deriva y fue noticia hace tiempo. Besos.
ResponderEliminarY seguirán lloviendo mientras el cuerpo aguante, espero no desvariar mucho, solo de vez en cuando :) Ahora que lo dices, lo de los patitos fue increible y dió que hablar un rato largo... Gracias, Rocío, un beso
EliminarQué preciosidad, Mere, ver a toda esa gente perdiendo sus inhibiciones para dedicarse por fin a lo que les pide su corazón... o que por fin se dignan a aceptar que se están perdiendo a sí mismos. Me alegro que no se tirara nadie desde su balcón, a alguien le diera por recrear la Matanza de Texas o por demostrar que el hombre puede sobrevivir a una sobredosis de mercurio :)
ResponderEliminar"Amiga, Mere, de Lloviendo Historias, admirado sea tu blog, venga a nosotros tu imaginación, danos hoy nuestra historia de cada vierdes, perdona que se nos olvide comentar (aunque a ti nunca se te olvide), no nos dejes caer en la monotonía y libranos del aburrimiendo". xD Un besito
Irial, Cielo, me dejaste anonadada. ¿Has releído lo que has escrito? Es una auténtica joya, aquí quien tiene verdadero talento eres tú. Gracias por creer en mí y más aún, por ver a mis personajes tan humanos como tú y como yo :) Un beso
EliminarLo cierto es que esta entrada me ha encantado! Pensar que ahora que estoy tan alegre y creo que es porque un examen me ha salido bien o porque van a sacar la segunda parte de ese libro que tanto me gusta, puede ser que me esté equivocando y la culpa sea de una nube de opio... Un besito, Mere *·*
EliminarSea como fuere estás feliz y es lo importante, gracias por compartir esa maravillosa sensación de felicidad conmigo. Tus palabras me saben más ricas que un tiramisú y eso, para mi goloso paladar, es mucho decir :) Un beso
EliminarCon lo que a mí me gusta que llueva, lo disfruto tanto, el ambiente, el olor, me dan ganas de salir y de hacer mil cosas. La entrada es magnífica, lluvia de colores para mí, saltos de lugares, de culturas, la leí a mediodía con el bocadillo como siempre pero vaya semanita que llevo, ni un momento de respiro. ¿Has visto la película Magnolia? Llueven ranas, tu entrada me ha hecho recordarla, Un beso y muy buen fin de semana.
ResponderEliminarEntonces, de algún modo, hoy ha llovido para tí y con todo el trabajo que tienes, enfrascado de lleno en esa traducción... Ojalá que te refrescara de veras :) Gracias, Yossi, encuentras lo mejor del relato y me lo brindas en bandeja. Un beso
EliminarMe ha encantado tu historia, como siempre. Y te cuento, vengo siempre tarde porque si te fijas a cada uno de nosotros nos recuerdas algo en un momento determinado, y no quiero perderme los comentarios y las percepciones ajenas. Me uno a la oración de Irial para que no se enfaden tus musas, como me contaron en una historia que puede suceder.
ResponderEliminarBesos, adoro los viernes en tu compañía y me gustan tus cuadros
Tienes razón, comentando decimos mucho y con una reflexión nos sinceramos ante quien lee, también con nosotros mismos. Asimismo los que te dejan a ti "amontonados entre libros" son pequeñas joyas que no tienen desperdicio. De hecho, nos conocemos más que si nos cruzáramos por la calle a diario (que bien podría suceder :) Y lo mejor de todo, me siento realmente cómoda.
EliminarSi me lo permitís, me gustaría terminar la oración así "Eso, por fa, que así sea, que no dejemos de soñar ni nos falte la sonrisa, Amén". Un beso
Buenas noches Mere. Hoy he guardado tu historia para leer antes de irme a dormir. Y, como me alegro que por aquí lluevan sonrisas desde un cielo pintado con un arco-iris de coloridos paraguas. Esa buena (y un poco alocada) disposición y la vibrante energía de tu texto era justo lo que necesitaba para cerrar una semana interminable. ¡Mucha gracias por este pequeño regalo! Buen fin de semana.
ResponderEliminarVaya, Marisa, siento que tuvieras tanto lío esta semana. A veces creo que os conozco tanto y otras tan poco... de haberlo sabido me habría gustado apoyarte de alguna forma, no se cómo. Ya verás que todo irá a mejor, te lo prometo :) Un beso
EliminarMe ha encantado, como siempre, el Relato de esta borrasca que despide, desde el interior de las nubes, tantas cosas; empujadas por ese gran suspiro de imaginación que es tu Tierna y Comprometida Mente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues sí, hoy nos pilló a la intemperie tremendo vendaval pero tras mucha peripecia, parece que estamos a salvo. Casi mejor, nos ponemos a resguardo ¿no crees? antes de que caigan lavadoras o cualquier peso pesado :) Gracias por tu tiempo, Pedro Luis, un beso
EliminarMere, tendré que leerlo otra vez, no me he enterado mucho de que iba esta historia. Las fotografías de paraguas, geniales, pero o estoy espesa (puede ser que estoy muy resfriada) o estoy tonta, que también puede ser !!!!! Tengo que leer este relato de nuevo. Que conste que tu imaginación me tiene alucinada!!!!!
ResponderEliminarUn beso.
Lídia, tómate tu tiempo y reléelo solo si te apetece. Que somos amigas y entre nosotras, no hay protocolos a seguir. Ponte buena pronto y descansa, que es lo importante :) Un beso
EliminarEs lo que tiene el opio...que pierdes el sentido jajaja. Pero seguro que los señores se lo pasaron genial.
ResponderEliminarYo recuerdo una vez que el dentista me mandó unas pastillas que contenían opio y estuve todo el día como ida, durmiéndome por las esquinas xDD
Me ha gustado mucho el mini relato de las lluvias. Una buena lluvia sería de dinero, pero en billetitos, que las monedas hacen daño jaja
Y las fotografías preciosas también
Un besazo Mere :)
Aunque soy bastante modosita, no me importaría flipar un día entero como tú, "por prescripción médica" :) Y respecto a las lluvias, la de billetes sería genial y tampoco estaría mal una con entradas para el cine con vale de palomitas. Gracias por leerlo enterito, un beso
EliminarQué buena la foto de los paraguas en la calle...
ResponderEliminarLeí el relato un poco rápido porque estoy fatal de tiempo, pero quería pasar por aquí. Volveré a leerlo de nuevo ni bien pueda y te comento un poco mejor.
Un besito Mere
Ven cuando te venga bien, por aquí andaremos. Y no te preocupes, lo primero es tu vida :) Un beso
EliminarPaso a dejarte un cariñoso saludo y a desearte una bonita semana.
EliminarAbrazos enormes.
Gracias, Rayén, lo mismo digo. Te deseo lo mejor, un beso
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