Jueves, 24 de octubre, a primera hora de la mañana. Suki es una estudiante norteamericana que visita Madrid para asistir a un curso de postgrado. Estudió enfermería en el Mount Carmel College of Nursing de Columbus, Ohio y apenas habla castellano. Ha quedado con su amigo Phil en el Macdonalds de Gran Vía, esquina con Montera, pero aún es pronto y decide entrar en el museo de Telefónica que está justo en frente para hacer tiempo hasta que llegue la hora de su cita.
Entra en una gran sala, está repleta de teléfonos. Los hay de centralita y automáticos, le parecen antiguallas procedentes de otro planeta. Uno le llama particularmente la atención, es un modelo de sobremesa con caja de madera y dos campanas, el dial con los números en una rueda y el receptor colgado con un cable trenzado en un costado. Es un modelo belga muy antiguo que guarda un enorme parecido con los que salían en las películas de cine negro. Se acerca, desea tocarlo... justo entonces suena el primer timbrazo, luego el segundo. Se supone que esas terminales están desconectadas pero descuelga el auricular pensando que quizás se trate de un juego interactivo...
- ¿Oiga?
- ¿Telefonista? Miss Higgins, ¿está usted al otro lado del aparato? Soy Baxter, Richard Baxter, del departamento de adquisiciones. Comuníqueme de inmediato con el despacho de Brian Hughes, en la décima planta. Ya sabe, ese chico tan apuesto, nuestro joven experto en finanzas aquí, en Sharp & Collins.
- Pero...
- ¡Nada de peros! No me traiga el café, esto es más urgente. Necesito hablar con él, no me pase ninguna otra llamada.
Suspira. Aquel tipo habla en inglés con un acento algo petulante y definitivamente neoyorquino. Parece inquieto, más bien aterrado. Tose, fuma demasiado. Cuelga. Uhm, el asa huele a guiski con soda y desprende por los pequeños orificios un humo denso, inconfundible, el típico del Lucky Strike, de los primeros sin filtro.
Suki se halla en estado de shok, no se atreve a mover ni un dedo no vaya a ser que... Oh, no. Un nuevo timbrazo, más estridente acaso.
- Disculpe, señor, no puedo hacer lo que me pide. Si por mi fuera, le aseguro que lo haría, vaya qué sí, pero...
- Por favor, Miss Higgins. Ya sé, a nuestro alrededor todo se desmorona, pero aún soy su jefe y ha de hacer cuánto le diga.
- Es que no está en mi mano, no estoy preparada...
- ¡Cómo que no! ¡pero si lleva en centralita más de siete años! Ha oído rumores, es eso. Pretende marcharse a la competencia... Pues sepa usted que si se confirma el crak de Wall Street, la bancarrota es general y nos hundiremos todos. Póngame inmediatamente con Mr. Hughes ¡¡¡ahora mismo!!!
Se escuchan sirenas de policía, coches de bomberos. Cláxones, frenazos... demasiado revuelo en Madison Avenue. Baxter espera con los pies sobre la mesa, estruja la colilla sobre el cenicero. Se sobresalta ante la presencia de algo sólido que se precipita desde más arriba, lo observa desde la ventana. Un cuerpo se desploma, cae a la calle desde la décima planta. Se trata de Brian Hughes, que se arroja al vacío.
De nuevo un timbrazo. Detrás del auricular, una voz apagada.
- Miss. Higgins, ólvide lo de esa llamada. Ya no será necesario. Ande,
márchese a casa.
Amanece, si bien Manhattan se nubla en sombras. Seran cinco días de penumbra que sumirán en pánico la Gran Manzana.
Entra en una gran sala, está repleta de teléfonos. Los hay de centralita y automáticos, le parecen antiguallas procedentes de otro planeta. Uno le llama particularmente la atención, es un modelo de sobremesa con caja de madera y dos campanas, el dial con los números en una rueda y el receptor colgado con un cable trenzado en un costado. Es un modelo belga muy antiguo que guarda un enorme parecido con los que salían en las películas de cine negro. Se acerca, desea tocarlo... justo entonces suena el primer timbrazo, luego el segundo. Se supone que esas terminales están desconectadas pero descuelga el auricular pensando que quizás se trate de un juego interactivo...
- ¿Oiga?
- ¿Telefonista? Miss Higgins, ¿está usted al otro lado del aparato? Soy Baxter, Richard Baxter, del departamento de adquisiciones. Comuníqueme de inmediato con el despacho de Brian Hughes, en la décima planta. Ya sabe, ese chico tan apuesto, nuestro joven experto en finanzas aquí, en Sharp & Collins.
- Pero...
- ¡Nada de peros! No me traiga el café, esto es más urgente. Necesito hablar con él, no me pase ninguna otra llamada.
Suspira. Aquel tipo habla en inglés con un acento algo petulante y definitivamente neoyorquino. Parece inquieto, más bien aterrado. Tose, fuma demasiado. Cuelga. Uhm, el asa huele a guiski con soda y desprende por los pequeños orificios un humo denso, inconfundible, el típico del Lucky Strike, de los primeros sin filtro.
Suki se halla en estado de shok, no se atreve a mover ni un dedo no vaya a ser que... Oh, no. Un nuevo timbrazo, más estridente acaso.
- Disculpe, señor, no puedo hacer lo que me pide. Si por mi fuera, le aseguro que lo haría, vaya qué sí, pero...
- Por favor, Miss Higgins. Ya sé, a nuestro alrededor todo se desmorona, pero aún soy su jefe y ha de hacer cuánto le diga.
- Es que no está en mi mano, no estoy preparada...
- ¡Cómo que no! ¡pero si lleva en centralita más de siete años! Ha oído rumores, es eso. Pretende marcharse a la competencia... Pues sepa usted que si se confirma el crak de Wall Street, la bancarrota es general y nos hundiremos todos. Póngame inmediatamente con Mr. Hughes ¡¡¡ahora mismo!!!
Se escuchan sirenas de policía, coches de bomberos. Cláxones, frenazos... demasiado revuelo en Madison Avenue. Baxter espera con los pies sobre la mesa, estruja la colilla sobre el cenicero. Se sobresalta ante la presencia de algo sólido que se precipita desde más arriba, lo observa desde la ventana. Un cuerpo se desploma, cae a la calle desde la décima planta. Se trata de Brian Hughes, que se arroja al vacío.
De nuevo un timbrazo. Detrás del auricular, una voz apagada.
- Miss. Higgins, ólvide lo de esa llamada. Ya no será necesario. Ande,
márchese a casa.
Amanece, si bien Manhattan se nubla en sombras. Seran cinco días de penumbra que sumirán en pánico la Gran Manzana.
Jjeje, casi psicofónico, dicen que los sonidos permanecen en el espacio y que eso es lo que oímos, también un viaje en el tiempo.... Una historia que hoy no me esperaba y que leo recién llegado a casa. Ya te conté lo que hice en la Diputación de Granada, cuando me coma una hamburguesa en ese McDonald pensaré en los teléfonos y me envalentonaré seguro jajja... Lo que no sé es si no voy a tener que salir escopetado Calle Fuencarral "parriba" jajaja. Un beso Mere
ResponderEliminarP.S Una de mis series favoritas Mad Men :)
Iba a presentar la entrada el viernes, como siempre, pero publiqué sin querer y pensé ¡qué narices! La dejo y ya está. Gracias, amigo, por estar ahí, incombustible, sé que puedo contar contigo.
EliminarMad Men fue todo un fenómeno, única e irrepetible. Un beso
No es mal momento para recordar lo que ocurrió y cómo algunos se dejaron llevar por la desesperación.No sé si Suki comprendería en ese momento qué acababa de presenciar, pero a lo mejor tiene algo que ver co cierto aniversario... Eso sí, espero que hayamos aprendido de nuestros errores y esta vez, por muy mal que se ponga la cosa, no podremos cantar it's raining men!
ResponderEliminarUn besito, Mere, ¡feliz martes!
Lo cierto es que de todo se aprende y más que nada de los errores. Estados Unidos no superó la caída en barrena de la Gran Depresión hasta bien entrado el año 57 ¡pero lo consiguió! Así es, volverán los buenos tiempos y los veremos tú y yo. Un beso
EliminarUna mini-historia completamente inesperada. ¡Qué buena sorpresa! Gracias por estos pequeños momentos, Mere. Feliz semana.
ResponderEliminarLa más sorprendida soy yo, por tan maravillosa acogida. Publiqué por azar, que soy un poco torpona con la informática y mira por donde ¡estaís aquí! Os lo agradezco muchísimo. No confío mucho en mi talento y vuestros ánimos son el mejor aliciente. Si encuentro algo que contar, igual me animo también los martes :) Gracias, Marisa, un beso
Eliminar¡Pobre Suki, en qué lío se ha visto! Entrar en un museo de teléfonos y verse envuelta en el crak de Wall Street. ¡Vaya con el teléfono antiguo que te permite oler el guiski y ver el humo de un cigarrillo! Me encanta tu desbordante imaginación, Mere.
ResponderEliminarNo esperaba verte en martes, ha sido una agradable sorpresa.
Besos
Me gusta, Mela, cómo captas cada detalle enlazando la trama con total coherencia. Es como si me leyeras la mente, imaginas la escena a la perfección y eso que me sienta realmente bien. Gracias por implicarte en la historia y leer con tanta ilusión. Un beso
EliminarLos ojos me han hecho chiribitas y por un momento he pensado que me estaba equivocando de día de la semana, jejeje. Estoy en el trabajo así que muy flojito te diré que esta historia inesperada me ha gustado mucho, por inesperada y brillante. Siempre me ha parecido que el identificador de llamadas ha sido un gran avance en la telefonía, jejeje. Tal vez si Suki lo hubiese tenido en ese cacharro ni lo habría cogido ¿quién sabe?
ResponderEliminarUn besote Mere
Marilu ¡qué sorpresa! Siempre pensé que los desatinos, terminaban por traer cosas buenas. Publiqué por error y mira por dónde, como por arte de magia... ¡estáis aquí! Gracias, amiga, por venir una vez más a mojarte conmigo.
EliminarSuki miró ese teléfono tan fijamente, que ocurrió. Mentalismo, supongo. Habrá que ponerlo en práctica, que igual funciona. Definitivamente, creo en la magia :) Un beso
Creo que fue un llamada misteriosa la que me hizo asomar, yo también empiezo a creer en la magía :P
EliminarLas cosas no pasan porque sí y se ve que hoy tocaba que sonriéramos un poco :) Ojalá se te pasen rápido las horas y sientas que vuelves muy pronto a casa, buenas noches.
EliminarNunca se sabe cuando va a suceder uno de esos puntos de inflexión que hacen historia, pero luego siempre recordábamos en el lugar que nos cogieron. O tal vez fue el objeto el que se llevó parte de su historia consigo...
ResponderEliminarMe ha encantado encontrarte hoy, me has alegrado la noche con tu historia.
Besos
El espacio-tiempo es uno de los grandes misterios. Esa luz, ese color, el eco de una voz ¿deja algún rastro? Quiero pensar que los objetos son testigos de otras vidas y preservan algo de lo que ocurrió, al margen del tiempo. Gracias por venir, no habría sido lo mismo sin ti y lo sabes :) Un beso.
EliminarNo me lo perdería por nada del mundo, Mere. Me encanta venir y te diré un secreto: a veces paso entre semana, sin historia nueva, y me paseo por las que ya tienen un tiempo.
Eliminar:)
Besos
Gracias, Silvia, no lo sabía ¡¡¡qué emocionante resulta solo de pensarlo!!! Es maravilloso que creas en mi de esa forma, me emocionaste y eso que no soy de lágrima fácil... Me las doy de tiparraca dura, de hecho odio "los Puentes de Madison" Pero mucho es de boquilla, que luego sabes que no lo soy tanto. Un abrazo
EliminarMuy bueno, pero yo estoy en un sitio así, y no cojo el teléfono, te lo aseguro!!!!!! Quizás será porque trabajo de recepcionista-telefonista !!!!! Aix me he quedado con las ganas de saber que menú se toman en McDonals.!!!!!
ResponderEliminarUn beso Mere.
Te entiendo, tienes que estar harta de teléfonos. Sobre el menú, siento decepcionarte porque a Suki se le paso, ante semejante panorama, rotundamente el apetito. También te adelanto que su amigo Phil está muy bueno así que más vale que pase página respecto a la llamadita y se tome con él algo calentito ;) Un beso
EliminarEsto parece un dejavu entre que no es viernes y la historia de Suki. Y mira que hoy los telefonos hacen de todo pero los de antes hacen viajes al pasado :) al menos en tus relatos. Besos.
ResponderEliminarA partir de ahora antes de descolgar un teléfono habrá que pensárselo dos veces. Claro que también ¿vamos a desperdiciar una gran aventura? Ni hablar, habrá que arriesgarse ¡y a ver quien nos toca! Gracias, Rocío, por venir aunque no sea viernes. Para mí, ha sido el mejor martes de todos :) un beso
EliminarSi le doy al boton para descolgar y termino metida en un viaje en el tiempo por ejemplo acepto encantada que soy muy curiosa :)
EliminarDí qué sí, Rocío ¡a la aventura! Yo probaría, que a tiempo de colgar siempre estamos :)
EliminarYo también estaba allí, en Mad Av., y lo vi caer desde la décima planta. Y no fue el único esa fría mañana... En fin, ha habido días peores en la Big Apple, nada que no pueda soportarse con un buen vaso de whisky en la mano y un Lucky Strike en los labios. A ver si no cae ya nadie más en un rato y puedo centrarme de una vez en el jodido anuncio de ése tal Kellogs. Cómo demonios convencer a las mamás de que sus niños desayunen un puñado cereales flotando en un tazón de leche! Si parece alimento para ganado!
ResponderEliminarOtro whisky y mucho humo a ver si me inspiro...
Don Draper
Supuse que andarías por ahí ¡cómo no! Siempre testigo de los acontecimientos, a lo Forest Gump, pero más guapo y listo.
EliminarLamento decirte que lo de los Kellogs lo tienes chungo. Para alguien tan galletero como tú, esas cosillas insípidas que se desmenuzan son una auténtica agresión a tus principios. Y si anunciaras qué te diría yo... ¡zapatillas Nike! ¿no te iría bastante mejor? Gracias, Don, por acordarte de mi y mis lluviosos cuentos. Un beso
Qué bueno!!! Me encantó el texto. Como entre en el edificio de Telefónica (por el que paso siempre, y alguna que otra vez veo expos ahí) y suene algún teléfono te aseguro que salgo corriendo, jajaja!!!
ResponderEliminarUn beso grande Mere, ando fatal de tiempo y me cuesta muchísimo poder visitarte, espero estés muy bien...
Estuve allí dentro y la verdad es que resultaba divertido ver tanta centralita olvidada... entraban ganas de hablar por conferencia con Pisa, Kabul, Leningrado... Parecía una oficina dormida, con tanto silencio. ¿De verdad crees que no habrías descolgado? No me lo creo. Pasaré a verte, un beso
EliminarMe encantó esta historia! Aunque vas a hacer que me plantee coger el teléfono...Aunque si se puede escoger una mejor época para ir, que ya tenemos suficiente crisis en la actualidad como para viajar en el tiempo y continuar en otra crisis...¡Pobre Suki...!
ResponderEliminarBesotes!!! Y gracias por regalarnos estas grandes historias!
Sí, la verdad es que ha sido cruel exponer a la pobre Suki a semejante caos. Salir de Guatemala para llegar a Guata-peor... Pero no hay que desistir porque quien sabe, igual otro día pinchamos una llamada de Kawai, La Habana o Ciudad del Cabo... y entonces nos sale redondo. Gracias, Margari, por compartir tu sonrisa y tan buen humor :) Un beso
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