Graham ya era un escritor de talento reconocido cuando afirmó: Siempre he estado agradecido al Cine. Incluso cuando Joseph L. Mankievicz traicionó radicalmente el espíritu de su novela "El americano impasible" se permitió decir aquello de ¿Por qué íbamos a quejarnos? Él me ha permitido seguir escribiendo.
Graham Greene recordaba con humildad que en los años treinta no vendía más que dos mil quinientos ejemplares y eso que por entonces ya era un escritor de prestigio. Sólo cuando vendía los derechos de un libro para el cine podía permitirse vivir de la literatura."
La primera vez que una de sus novelas se llevó al celuloide fue en 1934 con "Orient Express", de Paul Martin, adaptación cinematográfica de su novela "El tren de Estambul" (1932).
Luego ocurrió con "Una pistola en venta" que perfiló el argumento de "El Cuervo" (1942) aunque para ello hubiera de pasar toda una década.
Sin embargo no fue hasta los años cuarenta cuando Graham Greene y sus historias se pusieran definitivamente de moda en Hollywood. "El ministerio del miedo", "Agente confidencial", "El fugitivo", "Young Scarface"...
Se sucedieron una adaptación tras otra hasta que llegó lo que el novelista llamó "su edad de oro" en el mundo del cine:
Graham Greene trabajaría directamente como guionista para Carol Reed, en el melodrama de intriga "El ídolo caído" (1946) y posteriormente en "El tercer Hombre" (1949) que le
convierte definitivamente en una referencia inexcusable para el género del espionaje.
Nunca llegó tal nivel la complicidad entre un director y su guionista como en ese filme que convierte la Viena de postguerra en un submundo conspirativo donde se dirime el futuro destino de Europa.
Graham Greene era capaz de abordar las tramas de espionaje con una rara habilidad plasmando como nadie el suspense de las tensiones personales promovidas ya sea por triángulos amorosos o por dilemas morales en tiempos oscuros de zozobra bélica o postbélica.
Y es que en sus novelas se respira el peligro inminente que aguarda en cada rincón o a la vuelta de la esquina...
Según él un novelista es como un espía: ambos se dedican a observar cautelósamente a la gente y su entorno debiendo ir más allá de lo que se intuye a simple vista...
Lo sabía bien ya que como todos los grandes autores del género él mismo había trabajado durante años para los servivios secretos y por tanto conocía desde dentro el climax que requería entrar en acción, las operaciones de espionaje y sus métodos.
Su inicial dedicación al Periodismo combinada con un conocimiento de la Inteligencia británica, explican esa altísima capacidad para establecer diagnósticos sobre los conflictos políticos que hicieron temblar al mundo fuera de su país durante décadas.
Así ocurrió con la tensión latente en Indochina descrita magistralmente en El americano impasible (1955), con el polvorín de la Cuba precastrista que inspiraría la oscura trama de "Nuestro hombre en La Habana" (1958) o las turbulencias internas del régimen argentino plasmadas con todo lujo de detalles en "Cónsul Honorario" (1973).
En una de sus últimas novelas "El factor humano" (1978) propuso una visión de los agentes secretos como marionetas al servicio de oscuros intereses, en una línea de denuncia posiblemente influenciada por John Le Carré, autor que en cierto modo le tomaría el relevo en el intrincado mundo de narración del Espionaje.
Por tanto el Graham Greene periodista y espía no era un mero narrador de ficción ni de historias ajenas pues conocía bien los enrevesados entresijos de la Guerra Fría y sus protagonistas en la sombra...
¿Y si algunos de sus personajes resultaran ser más reales de lo que cabría pensar? Seres sin nombre, héroes o traidores, sin romances ni violines que acompañen sus sigilosos pasos... a quienes Graham quizás conoció una vez en extrañas circunstancias.
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