viernes, 28 de septiembre de 2012

Otelo se viste de Plumas


No dejo de repetirme una y mil veces: "No debí adentrarme en Baxter´s Road aquella tarde".
Era tal el bullicio que se oía desde la pensión de Rachel Pringle donde me hospedaba que me dejé llevar. Olía a pollo y pescado frito, el humo que escapaba de sus brasas me llamaba a gritos como si se tratara de un tam-tam. Salí a la calle, ya no quedaba nada abierto en todo Bridgetown salvo un puñado de tenderetes que se agolpaban en el mercado. Lo tenía claro, comería cualquier cosilla y saldría de allí enseguida antes de verme enfrascado con una baraja en la trastienda de uno de esos garitos que me atraían demasiado.



Pero fue pasar por delante del Pink Start y no pude evitarlo. ¿A quién quería engañar? Es lo que estaba buscando. De nuevo volvía a las andadas en esa maldita tienda de ron. Después de tantas promesas... Le juré a Katy que nunca más y ella me creyó. Ante mí, un cuartucho destartalado bañado en licor con una mesa de cocina, 2 taburetes y 3 sillas de plástico. Nadie hablaba, nadie se movía salvo una bombilla que colgaba del techo por un cable desnudo... parecía que el suelo se tambaleara y con él toda mi vida. 

2 tipos de color aguardaban sentados junto a otro blanco, todos ellos impasibles, parapetados como alimañas tras sus gafas oscuras... de pie un mulato se paseaba, era el dueño del local sin duda. 
Me vieron ahí plantado y se miraron... leían las ganas de apostar en mis ojos y se rieron para sí, era la víctima perfecta. Con un simple ademán el cantinero me señaló un asiento a la vez que me tendía una cerveza bien fría, así caí como un imbécil en su cutre madriguera. 


"Antes de que empiece el juego, estudia a tu adversario. Mírale a los ojos sin perder de vista sus manos y observa cada uno de sus movimientos, hasta el más nimio detalle". A mi derecha un pianista flaco con los dientes más blancos que he visto nunca. A mi izquierda un tímido muchacho con aires de intelectual, posiblemente maestro de la escuela vecinal. Sin duda era un novato, parecía tan ingenuo... sentí lástima por ese pobre pendejo. A su lado un calvo belga rosado y gordinflón, quizás un capataz borrachín venido a menos, con las manos cubiertas por unos guantes de cuero negro... "¡Qué tíos más raros! - pensé - Arramblaré con todo, no les dejaré ni las migajas". El propietario dio tres largos pasos, se sentó frente a mí desafiante y como cabía esperar se unió a la partida. 


Sacó unos naipes manoseados que barajaba con maestría, aquel grandullón sabía lo que se hacía. Hablamos de esto y aquello y jugamos hasta la madrugada. Tengo un don para las cartas, nací con él. Soy bueno al póquer y que en cuanto me vino una buena mano puse sobre la mesa 300 dólares.
Todos se echaron atrás menos el europeo que dijo: 
- Veo la apuesta con todo lo que tengo ¿aceptas?
Quería pilla
r a ese tipo con todo lo puesto así que asentí y mostramos las cartas. Él tenía Escalera, yo un Full de sietes y jotas. Gané la mano, Hans se vació los bolsillos y me entregó el dinero. Yo estaba exultante y él, por extraño que parezca, lejos de estar abatido sonreía.
- Aquí falta pasta.
- Espera, aún no te he dado todo lo que llevo encima. 


Algunos tienen mal perder ¿y si sacaba una pistola? Por un momento temí por mi vida... Sobre su hombro se asía un pequeño loro gris, como el loro no se soltaba lo despegó de su piel quitándose también la camiseta negra de Guns & Roses que llevaba puesta.
- No te quejarás, te doy ¡hasta la camisa!- Dicho esto arrancó en estruendosa risotada y todos le siguieron estallando en carcajadas.
- Anda, lárgate "con tus ganancias" Y no te dejes el maldito bicho
Vaya panda de sonados, les había "desplumado" y se partían de risa.



Hans Van der Vaart era un pobre desgraciado, un buscavidas. Trabajó como estibador en los muelles de Amberes, luego en el Puerto de Glasgow. Fue marinero, mercenario de poca monta, también contrabandista... cuatro años atrás le pillaron con un cargamento ilegal de habanos Montecristo en la costa norte de Barbados y fue por tan inoportuno desliz que se pudríó en prisión por algún tiempo. Solo entrar en la celda se percató de que no estaba solo. Oía voces en un rincón e inmediatamente pensó en un compañero de celda... pero no. Compartiría esas 4 oscuras paredes con un pajarraco con las plumas descoloridas de dudosa procedencia. 


Don Plumas le hablaba a ratos chillando como un poseso un montón de palabras huecas, de su pico afilado emanaban en chorro toda suerte de improperios ¡sin pies ni cabeza! pero no fue otro sino  aquel bichejo quien le mantuvo cuerdo durante tanto tiempo entre rejas. 
Otelo era un loro gris africano de cola roja y contaba ya con la friolera de 63 años y una verborrea más propia de un expresidiario salido en una casa de putas que de un viejo pájaro enjaulado. Sin ser la mejor compañía, con él no estaba solo a fin de cuentas.  

Me llevé a Otelo a la pensión y cuando vino la vieja Rachel a airear la habitación y vio a aquel ave en gris y rojo sobre mi cama meneó con pesar la cabeza. No me gritó por traer conmigo al pajarraco, al parecer no estaba enojada. Se limitó a mirarme con cierta lástima. 
- Estos forasteros, que no caen en la cuenta...
- No entiendo ¿de qué me habla?
- Era una partida amañada, muchacho. Se las ingeniaron para que ganaras y así endosarte al animal sin que te dieras cuenta.
- Eso es ridículo ¿por qué harían algo así?
- Nadie quiere a ese loro por aquí, Hans habría hecho cualquier cosa con tal de quitarselo de encima y tú, mi querido muchacho, se lo pusiste en bandeja pavoneándote con esos aires de tahúr experto mientras él no veía en tí a más que a una pobre lagartija.
- ¡Brujaaa, rataaa, pequeña escoriaaa!-
Ojo que no fui yo. Otelo, rabioso, saltó sobre ella arrancándole el moño postizo que sujetaba con 4 horquillas. A raíz de aquello nos vimos obligados a marchar en medio de la penumbra. Con todo, era un colega enrollado y de lo más gracioso... Me  encariñe con él y él conmigo sin sospechar que cuando un loro elige pareja no la comparte con nadie más, convirtiendo a los demás en sus eternos enemigos. 

Todo marchó bien hasta que volví a casa con mi preciosa Katy y Fox, nuestro perro. Desembarcamos y ahí estaba mi chica, de pie en el embarcadero... soñaba con regresar desde hacía ya mucho tiempo. Justo entonces Otelo me miró a los ojos, se metió en mi cabeza y desde ese jodido instante me hallo a su merced... estruja mi cerebro, escudriña mi mente. Se anticipa a cada unos de mis pasos, sabe exactamente todo lo que pienso ¡antes que yo mismo! Enseguida supo que la amaba, al menos a mi manera y le entró tal ataque de furia que estalló en alaridos:
- Laaargate, maaaldita raaamera.
- Venga, Otelo, no te pongas así
- LAAArgate, mAAAldita rAAAmera
- Cálmate de una vez, qué la asustas
- LAAARGATE, MALDITA RAAAMERA
Tuve que empapuzarle a pipas para que por fin cerrara la boca. 




Las primeras tres semanas se desquitó con el pobre Fox, un pedazo de gran danés que rondaba los 80 kilos. El loro se afanó en destrozarle los nervios maullando como un gato a cada momento mientras Fox corría de aquí para allá en busca del felino sin olisquear nada cayendo en una profunda depresión, hasta el punto de irse al albergue de animales por su propio pie en busca de asilo político. 
En cuanto se deshizo del chucho comprendió que solo Katy le apartaba de mí, ella era el obstáculo. Sin embargo se tomó su tiempo, tras el episodio de la playa, no causó más incidentes. 
- Kaaaty, chicaaa dulce como laaa papaaaya 


Cuando quería resultaba un ave adorable y así poco a poco se fue ganando su confianza hasta pillarla desprevenida... ese día en el que Katy se maquilló para acudir a una fiesta y se vistió de rojo fuego. Estaba tan radiante que Otelo, muerto de celos, no lo soportó más y actúo. Ella venía hacía él con un cuenco de agua cuando aquel loro endiablado le picoteó la cara desgarrándole la carne hasta hacerla sangrar. Con un corte limpio, como sería el de una navaja... tan profunda fue la herida que tardaría en cicatrizar. 


 Su plan salió a la perfección, a los 3 meses de mi llegada ya estábamos los 2 solos, él sobre mi hombro, frecuentando las salas de juego en busca de algún pobre incauto a quien endosar a mi pequeño  monstruo. Sé que muy pronto daré con él, se verá de repente solo entre chacales, con la escasa munición de 3 copas en la cabeza, un solemne colocón y 5 naipes bien jugosos que temblarán de miedo entre sus dedos... y ocurrirá lo inevitable. Ojalá que el nuevo dueño de Otelo no sea alérgico al plumaje, me temo que eso complicaría aún más las cosas. 

viernes, 21 de septiembre de 2012

Venezia, "Parole per te"



Martha llevaba en Venecia algo más de 2 semanas cuando creía haberlo visto todo. Se hospedaba en la venta del Piano Nobile del Palazzo Barbaro, en la misma habitación en la que una vez descansara el escritor Henry James.  Era tarde y volvía cansada tras visitar por enésima vez  la Isla de Murano, entró en su alcoba y estaba todo tan cerrado… abrió las ventanas y contempló esa ciudad mortecina endiabladamente hermosa que le atraía tanto. 

Las calles parecían dormidas pero había algo más que se le escapaba... Parapetados tras las contraventanas verdes de sus casas latía “la gente per bene”,  auténticos venecianos que prosiguen con sus vidas desde la sombra con total  indiferencia y falta de curiosidad por el típico turista despreocupado. Pero ella no era una turista convencional, de hecho no sonreía jamás y quería codearse con aquella gente tan distante que ocasionalmente sale de sus escondrijos cual lagartijas.

Bajó y preguntó al conserje:
- Excusa, Tommaso ¿dónde se reune la gente de aquí? Deben de andar por alguna parte...
- Manténgase al margen signorina, no es una buena idea.
- A ver ¿por qué no? Yo no vine a Venecia para pasear en góndola– le tendió un billete de 20 euros guiñando el ojo con picardía- Créeme, eso no va conmigo.  

<- Va bene, le contaré cómo internarse en la Noche Veneciana del Giro D´Ombra.Attenzione, en Strada Nuova se encuentra Cannareggio, probablemente la zona más animada y bohemia de toda Venecia. Tome la calle Fondamenta Della Misericordia y diríjase hacia el Gheto. Le sugiero que se tome un Martini en  el  Paradiso Perduto, es uno de los bares más bohemios, el favorito de artistas y estudiantes. Ofrecen programas de conciertos, lecturas de poesía, exposiciones de arte… uno nunca sabe lo que se va a encontrar tras esa cortina.
- Parece el lugar perfecto…  busco aventura.
- Allí la encontrará, no le quepa duda.

Taconeando al caminar y con su mejor vestido salió allá afuera meneando la cintura, no le costó llegar y se pidió una copa. Todo estaba en penumbra salvo el pequeño escenario donde un hombre muy alto recitaba un poema. Su voz, grave. Las palabras, quebradizas. Había más gente y sin embargo la miraba a ella con ojos vidriosos y labios de súplica. Al recital le sucedió un fantástico saxo que llenó aquel antro de embrujo… cuando él se acercó, se sentó a su mesa sin preguntar.

- ¿Qué haces? No te he dado permiso
- Ni yo te lo he pedido.
- No te andas con tonterías…
- A decir verdad, no tengo tiempo.  
¡Maldita sea! De sobra lo sabía, le atraían los chicos malos. Y ahí estaba él, apunto de complicarle la vida. Le dio un vuelco al corazón, recordándole que tras tantos desengaños aún estaba viva.
Se besaron y él miro el reloj. Ya era la 1:30. 
- Están a punto de cerrar ¿es eso?
- A estas horas… te llevaré al Club Malvasia Vecchia.
- ¿Dónde está eso?
- Al lado del teatro La Fenice. Es un club privado, sólo admite miembros.
- ¿Habrá buena música?
- Desde luego, bailaremos hasta la madrugada.
- Eso ya lo veremos... -se le escapó una risita de colegiala y fue esta vez ella quien le besó.


Montaron en la Lambretta, ella le preguntaba su nombre mientras él parecía no escuchar.  Y al aparcar la moto, notó que olía a quemado… frente a ellos el teatro La Fenice, tras el fatal incendio, seguía a duras penas en pie chamuscado entre un mar de escombros.  
Y enfadada le gritó:

- ¿Qué sitio es este? ¿Por quién me has tomado?
- Confía en mí, el local al que vamos está aquí al lado. Te gustará, te lo prometo. 
- Lo cierto es que no te conozco de nada así que... o me dices cómo te llamas ¡o no entro!
- Mario
- ¿Qué más?
- Para ti, solo Mario
- Pues no es suficiente.
- Es mejor que no lo sepas.  
- Creo que me largo…
- Me llamo  Mario Stefani y soy poeta.
- No ha resultado tan difícil ¿verdad, “Mario Stefani el poeta”?
- Lo has tenido que complicar todo, ambos pagaremos un precio más alto de lo que piensas.

Ya no habría marcha atrás, ambos lo sabían. Ella, colada por él, le seguiría a todas partes incluso allá donde no hay camino siquiera. A las cuatro de la mañana pasarían por la pensión con el pelo revuelto y algo bebidos… por suerte nadie estaba por ahí salvo 1 veneciano insomne atabiado con su pijama que miraba al trasluz desde el otro lado de la calle por una rendija… Pero esta vez era distinto, aquel hombrecillo observaba sin reparo interesado en lo que veía. 
Se desnudaron y fue entonces cuando ella descubrió el tatuaje que Mario llevaba en el brazo, era como la página de un libro que apenas asomaba entre su piel resquebrajada.  Letras, sangre... no lo dudó, esas palabras impresas las recorrería a lametones. Pocas luces y ese bendito silencio que hizo aquella noche aún más larga y negra. 



Pero no fue hasta que Martha se quedó dormida cuando el poeta comenzó a pintar sus manos con henna para luego marcharse sin más.  A la mañana siguiente ni rastro de Mario. Solo dejó una nota en el reverso del ticket de la gasolina: "los venecianos, unos seres que nunca dicen la verdad, quieren decir exactamente lo contrario de lo que dicen Pero aquel acertijo no era nada comparado con el de sus manos: uniendo las palmas se formaba un mapa de la ciudad con posdata:  “No me sigas”

Martha se plantó unas bermudas, se calzó las sandalias y aunque le dolía la cabeza horrores salió en su búsqueda. A estas alturas ya sabía que Venecia es un intrincado laberinto de caminos y fosos, una destartalada casa de espejos envuelta en bruma por algún terrible encantamiento y por absurdo que parezca, lo más probable y lo mejor habría sido que se perdiera… Estaba dispuesta a recuperar a Mario y vivir juntos su propia leyenda. 


Ropa tendida, agua podrida entre canales y callejones… Siguiendo el plano a pies juntillas consiguió llegar hasta allí y se topó con un cementerio. Su lápida desconchada así decía: “Mario Stefani, joven poeta asesinado en un maldito día gris de enero del año 1996”. Alguien había golpeado la piedra con verdadera saña. Martha se desplomó en el suelo, lloró y gritó hasta enmudecer…
"Estás muerto ¡Muerto! Mario.  ¿Y eso en qué te convierte?… ¡en un fantasma! TE ODIO, MARIO STEFANI ¿Quieres saber por qué? Cruzaste al otro lado y ahora no puedo seguirte, te fuiste demasiado lejos." 
Se levantó, alzó la vista y cuando abandonaba abatida el CampoSanto por una portezuela, se vio frente a una librería y recordó el tatuaje del chico con palabras impresas. Para su sorpresa un anciano la esperaba, la llamó por su nombre y le indicó una estantería… Y ahí estaba: “La ciudad de los ángeles caídos” por John Berendt  con el teatro La Fenice, todo él envuelto en llamas, las rencillas entre los hijos del famoso fabricante de cristal de Murano Archimende Seguso a lo largo de sus páginas. Relataba las divergencias entre la familia Curtis el éxito de Massimo Donadon, dueño de la mayor empresa de raticidas del mundo cuyo secreto consistía en elaborar siniestramente sus venenos , también Giampietro Zucchetta experto en puentes y con ellos Mario Stefani, joven poeta local que muere en extrañas circunstancias.

Martha se esfumó, no saldría jamás de esa pequeña librería donde un ejemplar de "La ciudad de los ángeles caídos" permanecería para siempre entre los demás libros con la mayoría de las hojas arrancadas... Aquel libro mancillado solo conservaría  las 20 primeras páginas deteniéndose la historia abruptamente antes de tanta desgracia. Y en la anverso de la contraportada alguien se entretuvo en pintar una espiral de letras rojas y negras... menuda canallada. 


Bienvenido pues a Venezia y su intrincado laberinto de caminos y fosos, una destartalada casa de espejos envuelta en bruma por algún terrible encantamiento... Claro que quizás todo esto no sea si no una sarta de mentiras ¿? Al fin y al cabo "en Venecia nadie dice la verdad, quieren decir exactamente lo contrario de lo que dicen


viernes, 14 de septiembre de 2012

Hazañas de Ultratumba


TEBAS, AÑO 1054 A.C.
Tiempos de crisis, vacío de autoridad e inestabilidad política. Se sucederían toda suerte de desmanes y saqueos, no estando a salvo ni los vivos ni los muertos. Fue entonces que los Sumos Sacerdotes decidieron reagrupar las momias reales en emplazamientos seguros. 


El más importante de aquellos escondites fue Deir el Bahari, descubierto en 1881 cuando el Servicio de Antigüedades siguió la pista a una famosa familia de ladrones de tumbas, los Abd er Rassul, tras descubrir en el mercado negro de antigüedades de Luxor piezas auténticas de incalculable valor. 



Hallaron junto a otras 9 momias la tumba de Amenofis IV, Akhenatón, identificada por sus particularidades físicas. Pero ¿qué hay de las demás?  El resto no son quienes dicen ser. Sobre las tapas de los ataúdes aparecen multitud de signos ancestrales en su mayoría contradictorios, así que nos encontramos ante un montón de Reyes Anónimos que perdieron sus nombres bajo las arenas. 

BRITISH MUSEUM, LONDON, 1929.
El eminente anatomista y arqueólogo de Nueva Gales del Sur Grafton Elliot Smith, enfundado en guantes y máscarilla se dispone a examinar la momia erróneamente atribuida a Tutmosis I de la dinastía XVIII. 

Observa, recapacita... le inquieta la posición de sus brazos, están colocados a lo largo del cuerpo y no cruzados sobre el pecho, postura más propia de las momias reales del Imperio Nuevo. Tras comparar una serie de arcaicas radiografías también descubriría ciertas incongruencias anatómicas y es que sus rasgos nada tenían que ver con sus supuestos parientes, guardando más afinidad con la fisonomía de posteriores dinastías. 

Pero cuando el australiano se quedó a cuadros no fue sino al estudiar su deteriorada dentadura. 
Vale, se topó con un par de caries ¡pero eso era lo de menos! Jamás contempló en momia alguna la expresión divertida de su rostro, el arco de su boca... Aquella momía sonreía, fruto de una felicidad inusitada. Y es que Elliot desconocía los avatares que sufriera aquel amasijo de piel y huesos antes de su llegada al museo.

VERANO DE 1885, DESEMBOCADURA DEL NILO.
Un sarcófago embalado con prisas abandonó El Cairo en extrañas circunstancias. Adquirido ilegalmente por el controvertido anticuario inglés Mostafa Agha, la revendería al museo arqueológico de Munich.


Es embarcada de noche rumbo a Rotterdam, emprendiendo una dura travesía. Y es que en un intento por evitar las rutas maritimas convencionales, el Vervine II se vería envuelto en un fuerte temporal... con un golpe de mar se desplazó la carga de popa cayendo por la borda 1 ataúd egipcio y con él, su honorable pasajero.

MESES DESPUÉS, FRENTE A LAS COSTAS DE CÁDIZ.
Unos pescadores españoles faenaban a la captura del atún, ven aparecer a la deriva una especie de cofre de colores flotando sin rumbo a la altura del Estrecho. Los gaditanos observaban aquella atípica embarcación con cierta sorpresa, pero no demasiada. 

Cuántas veces no arrastraron las olas fragmentos de tinajas de Tingis que aún saben a oliva, bicornios napoleónicos, maltrechos rifles franceses de Trafalgar con la pólvora mojada, banderas deshilachadas, descoloridas, duros de plata, espejos a cachos... hasta botellas ¡del mejor whisky escocés! A decir por su estado de júbilo... el mejor botín de todos. 

A fin de cuentas, el mar siempre traía algo después de una tormenta. Las autoridades de Gibraltar les ofrecieron unas monedas a cambio de tan preciosa carga y ellos accedieron al trueque sin hacer muchas preguntas.

Era tarde y el doctor Smith se restregó con los puños sus ojos cansados, apagaba la luz de gas dispuesto a abandonar la sala cuando intuyó ese baho luminiscente, apenas imperceptible, que ascendía de aquel cuerpo inerte... se acercó con pasos sigilosos y solo él fue testigo de aquel sagrado momento:


"Yo, Pinedjem I, reencarnación del dios Amón y faraón del Nuevo Egipto. Mi vida fue corta y mi reinado, bastante breve. Sin embargo conocí embajadores extranjeros de lejanas tierras que  me agasajaron con exquisitos presentes. Me hablaron de olas gigantes, de tierras heladas, de montañas de fuego... que jamás en vida pude ver, asido a un trono de oro y miedo... 

... El dolor me consumía, ingerí infusiones de corteza de sauce pero no conseguí eludir mi cita con la muerte... pensé que era el fin sin sospechar que aún me aguardaba un viaje de Ultratumba navegando por el Mediterráneo hasta el remoto Occidente. Eso me convierte en un Príncipe Sin Nombre, ultrajado y también en el más afortunado de mi linaje."


Grafton sostuvo su mano y escuchó callado entre susurros, conteniendo el aliento... Y pensó: "Definitivamente, nunca es tarde para viajar
y estaba en lo cierto.

viernes, 7 de septiembre de 2012

3 minutos en el Nirvana

Era una mañana como las otras, ni blanca ni negra y sin embargo la tarde transformaría literalmente todos sus colores... 

Caía el sol, Lidia llevaba el pelo recogido y enfundado en un sombrero de paja. Regando las judías del huerto y los tomates soñaba con que maduraran lo suficiente para preparar una rica ensalada... Y justo entonces se deleitó en un diminuto espectáculo en el que nadie más habría reparado: Gotas de la regadera salpicaban de plata las plantas cubriéndolas de un rocío inesperado que colmó de dicha a nuestra querida jardinera, que disfruta como una niña de los pequeños detalles. 


Irial pintaba del natural a la sombra de un limonero. Se hallaba feliz, como en trance, con la cara manchada de óleo y en la cabeza anudado un pañuelo cuando el cítrico fue perdiendo gradualmente su color para cobrar un brillo apagado que envolvió el amarillo en verde, más que un limón parecía una lima gigante y ella, jugando divertida con la luz como hiciera Monet, fue capaz de captar, sonriendo, ese precioso instante. 

Bajo la sombrilla Silvia (Mientrasleo) apagó el ebook intrigada ante un mar que retrocedía más rápido que de costumbre, era tal la resaca que arañaba la arena ávida de robar las conchas y hasta esos cristales ya lisos que parecen diamantes. No se fijó en lo que leía la gente, al menos por esta vez pues había algo más: pelotas perdidas, libros tendidos con las páginas alborotadas, revistas revoloteando como cometas sin dueño... A su alrededor todos estaban ¡como poseídos! Decenas de cuerpos bronceados vagaban contemplando el cielo. Un hechizo se ocultaba tras las nubes filtrándose tímidamente, bañando las olas de un violeta incierto. 


Mientras Yossi en una terraza muy chic le mostraba entusiasmado a una joven esa guía de viajes que manejaba con soltura y es que por fin todo estaba listo: Irían juntos a Oslo en busca del Invierno. Decir aquello fue como invocar al frío pues tras un día cálido, contra todo pronóstico ¡comenzó a nevar! Todo era perfecto ¿o no? Los copos no eran blancos sino ligeramente grises. ¿Ceniza? Quizás, pero no quemaba. Olía a madera, a hogar de chimenea... a las gélidas tierras del Norte. 

M.Meatens jugaba al basket con los amigos y al intentar uno de sus famosos triples desde la linea de los 6,75... ¿Qué pasó? Fue como si el balón naranja que lanzaba ¡se volviera azul! Lo cierto es que una esfera enorme y brillante le cegó los ojos, la pista brillaba como el hielo y así el partido acabó precipitadamente.  


No muy lejos de allí Mr.A devoraba el periódico sobre un banco del jardín cuando sin más preámbulos, sin un motivo aparente se quitó las gafas ¡no podía ser que las letras vibraran sobre el papel en sepia! como bailando lentamente... de sobra sabía que aquello era un sinsentido y sin embargo no podía negar lo que veían sus ojos. Era real, no una invención de la mente. 

 Manuela salía contenta de la tienda de delicatessen con un paquete, prepararía un postre exquisito con el mejor chocolate. Marchaba ligera, pensando en sus cosas, cuando la inexplicable penumbra le sacó bruscamente de su ensimismamiento. 


Riku también caminaba por la calle ojeando un manga japonés. Sonreía, pues entre las viñetas descubrió que era la viva imagen de Mikono, su audaz protagonista que envuelta en destellos parecía dispuesta a volar, lista para emprender el vuelo en cualquier momento. A pesar de vestir de negro, brillaba y le chispeaban los ojos. 


Marilú rebuscaba apresuradamente en uno de los cajones, se afanaba en encontrar la llave que le permitiría acceder a la azotea... Intuía lo que estaba pasando, supo enseguida que se trataba de algo único y lo presenciaría en primera línea, no quería perdérselo. 

Entretanto Albanta, siempre tan perspicaz, hacía ya rato que oteaba el horizonte cuando soltó un "Uhmmm,  inquietante" Estudiaba esos colores sin sentir el menor atisbo de miedo. También Eliott escrutaba el firmamento en busca de sus queridas estrellas cuando apuntó aquello de "Algo pasa" y Montse ¡cómo no! asintió. 


Diegui miraba por la ventana, boli en mano, observando la noche. Como esperando algo... Y fue él precisamente quien primero la vió. La luna no era como las otras, sino enorme y de un intenso color azul, nunca antes había brillado así desde que estallara el Krakatoa.  Entonces... ¿se avecinaba una catástrofe?  No lo creo. 
En un bar del centro, al aproximarse a la barra Ricardo escuchó casi por casualidad en una tele del fondo la horrible noticia: Según Telecinco cabía suponer que bajo los hielos de Islandia un volcán amenazaba con estallar en mil pedazos y el impacto provocaría un tsunami de inusitadas proporciones que inundaría toda la costa atlántica. 


Frente al televisor Margari quedóse atónita y se preguntaba ¿qué hacer si la tierra arde, si el mar se desborda, si el cielo se apaga? Se sentía tan frágil como una linda mariquita, de esas que solía dibujar con rotulador de pequeña. Rocío no daba crédito... y eso que era una valiente, tanto que devoraba los libros de Stephen King sin apenas pestañear. Pilló una tableta de chocolate negro que le supo a gloria y leyendo en su sofá favorito intentó evadirse por un rato. 

Aún se lo montó mejor Violeta, que en paradero desconocido, escuchaba música con los cascos puestos, más feliz que unas castañuelas, ajena a todo. Por fortuna para la humanidad, aquella apresurada afirmación de los medios jamás se confirmaría y el mundo seguiría girando sin pedir permiso a nadie.


Como siempre, la tele provocó en la población un pánico innecesario. Nunca sabremos  a ciencia cierta qué es lo que ocurrió. Fue como si... ¡cómo explicarlo! No sé, pero por primera vez en mucho tiempo el Hombre se postró ante el inmenso cosmos. 


Y es que el cielo se tiñó de cian junto con reflejos de añil infinito. Se desdibujaron las líneas del horizonte y quedamos todos suspendidos en un silencio azul, dormidos en el vacío donde nada importa. Fueron tan solo unos instantes de luz, de paz y lucidez absolutas... 3 minutos en el Nirvana, con la mente en blanco, cada cual inmerso en su propio delirio. 


Shaka, consternada, creía que moría y lanzó al mundo un gran beso shakiano en señal de despedida... Y sería así, con un beso de amor igualito que en los cuentos, cómo despertaríamos de aquel crisol de sensaciones para volver a la realidad, conscientes de que algo había cambiado y un giro maravilloso, un vuelco imprevisible aguardaba a nuestras vidas. 




Esta pretende ser mi manera de daros las gracias por estar ahí, lo mejor que sé. 

Un beso, Mere.