- ¡¡¡PPPPPsssssssssssshhhhhhhhhhuuuuuuuuUUUUUUMMMMMMMMMMM!!!
- ¿Cómo he llegado hasta aquí? Vaya sitio más raaaro... ¿hay alguien?
- ¡Pues claro! Somos muchos, no estás solo. Permítame que me presente: Lady Agatha Stanley, un placer- le tendió la mano, echó de menos los flashes - Haga memoria, quizá oyera hablar de mí en las páginas de sociedad allá por los años 20. Solía acudir a las carreras de Ascot en compañía de mi hermana Megan. Nunca me hizo sombra, yo era más alta que ella. Causaría furor con mi collar de perlas ahumadas y una pamela color crema aquella soleada mañana de mayo del 27...
- Por favor, Señora, que de eso hace ya unas cuantas primaveras ¿no cree? Qué el chico acaba de llegar, no le asuste usted tan pronto...
- Gundemaro Watts, exijo un trato más afable. Permítame continuar o defraudaré al recién llegado, merece una cordial bienvenida. ¿Por dónde iba? …era temprano, desde primera hora las gradas ya andaban salpicadas por un puñado de sombreros hongos y sombrillas de seda china... cuando sin más, despertó una leve brisa que ondeara mis cabellos con el grácil vuelo de la golondrina. Debía de estar radiante, pues justo entonces me dedicó una sonrisa el joven Henry Coke, 3º conde de Leicester, que se acercaba enfundado en su traje de tweed de corte im-pe-ca-ble, con ese moustache que le daba un aire tan europeo…
- Te enganchó la vieja pirada, muchacho, créeme que lo lamento. Claro que aún podrías salir airoso de esta, yo que tú me echaba una cabezadita. Algo ligero, sin ronquidos.
- Me ha hecho tal recibimiento, que prefiero no disgustarla.
- Tú hazme caso, que ella seguirá enfrascada en lo suyo, aún tiene para rato. Falta lo del "champagne aux fraises", aquella foto "sublime" para el Daily Telegraph, ese encuentro "de lo más casual" e inolvidable en las caballerizas... échale veinte minutos. Y aquí el tiempo se hace largo y los días muy oscuros.
- ¡No me interrumpa! Sus maneras para con una anciana dama distan de las de un caballero. A decir verdad, dejan mucho que desear. Claro, que tampoco es de es extrañar, dada su particular indumentaria. Le recomiendo un sastre en Regent Street donde se hacía los trajes a medida mi primo Sir. Ballantines. Seguirá siendo un palurdo, pero logrará dar el pego durante unos minutos.
- Por supuesto, milady ¡pero en otra vida! Y usted no se dé tantas ínfulas y déjese de alusiones a su juventud dorada… Resulta grotesco echarse flores, si solo quedan telarañas.
- Mr. Gundemaro, no todos tenemos un pasado poco lustroso, fangoso y tórrido qué sepultar. Algunos llevamos una vida deliciosa y si me apura, ejemplar. Y nos vanagloriamos de ello. Fíjese, que hasta añoro el glamour de aquellos tiempos…
- Todos me llaman Gringo, Gringo Watts. Y sí, soy un trotamundos. Pero ¿qué hay de usted? La hija de un insigne coronel de Lanceros de su graciosa majestad, por más que defendiera heroicamente la frontera de Bengala ¿a quién demonios le importa eso?
- Deduzco pues que nos hallamos al este de la India, frente a las costas del Índico. Ahora que lo dice, ya percibo en el aire un leve aroma a cúrcuma y cardamomo, el frescor del coco verde... Y a mis oídos llega el eco de unos cantos lejanos.
- ¡Qué alguien le diga al Nuevo de una vez dónde estamos! O empezará a sufrir espejismos y luego el desengaño es peor.
- A ver, Nuevo, es que sobre un mapa no sabría decirte. Más bien nos encontramos… pues en ninguna parte. Vaya, en ningún lugar determinado ¿entiendes?
- Yo se lo diré sin rodeos ¡atajo de cobardes! Mere nos tiene cautivos, archivados en la carpeta: RELATOS VIEJOS.
- No entiendo. Todo esto contradice los más elementales principios de la ciencia y la metafísica. Si eso fuera cierto, los pilares sobre los que se asienta el conocimiento ¡se tambalearían!
- No me vengas con dramatismos, que no es para tanto.
- No me negará que fue un poco brusco. Ahora el pobre, se nos traumatiza. Gundemaro Watts, tiene usted la sensibilidad de un hipopótamo.
- Oye, chaval, que tampoco hay mucho qué entender. En pocas palabras: Mere nos creó, luego se cansó, no sabía qué hacer con tanto muñequito suelto y nos colocó en la carpeta: RELATOS VIEJOS y ¡ya está! ¿dudas?
- ¡Ahora ya caigo! Claro, estoy sumido en un profundo sueño ¿no? Y a todo esto… ¿los científicos sueñan? Porque llevo siendo científico tan poco tiempo que la verdad, todavía no conozco bien sus funciones vitales…
- Oh, my God! El Nuevo nos viene con una torrija monumental. Habrá que aclararle las ideas.
- Échate un vistazo de arriba abajo. Esos pies, esas manos... ¿no los ves un tanto inoloros, incoloros? ¡insípidos!
- ¿Insípidos?
- Vaya, que no somos de carne y hueso.
- Entonces ¿qué somos?
- Llámanos como quieras, lo cierto es que vagamos a través de "un universo paralelo". Me sorprendo de mi misma, de mi léxico excelso...
- A cualquier cosa le llaman universo, el nuestro es más bien escaso y tremendamente incompleto. Si hubiéramos surgido de la mente de George R.R.Martin, ahora estaríamos en boca de todos. Tendríamos Club de fans con frikis, cómics, disfraces y castillos-Lego. Nos harían una peli y hablaría de nosotros el mundo entero.
- No sé que es peor ¡sus protas no descansan! Marchan de norte a sur muertos de frío, acechados por el dios rojo, los caminantes blancos y el cruel enemigo. Andan a salto de mata del horror, a la pesadilla… quita, quita. Aquello no es el paraíso.
- Me temo que El Nuevuevoo no es muy aventurero. Tenía pensado agarrarle del pescuezo y llevármelo de expedición... Y usted, Lady Agatha, no está para muchos trotes...
- No le acompañaré de ninguna de las maneras aunque podría hacerlo, soy una excelente amazona. Pero una señorita de bien viajando sola con alguien como usted... pondría en peligro mi reputación. Además no deseo huir, no nos va tan mal. Por ahora hibernamos como una manada de osos pardos, eso es todo. Esperaré a que ocurra algo más.
- O sea, los científicos definitivamente hibernamos. No, si tiene su lógica: entonces hibernamos dormidos, soñamos despiertos ¿o es al revés?
- No te compliques, chaval. No trates de analizarlo todo, que es inútil.
- Lo intentaré. Y entonces eso de hibernar ¿hasta cuándo dura? Digo yo que algún día despertaremos, porque tengo un proyecto en ciernes que requiere toda mi atención. No puedo faltar mucho tiempo.
- No se sabe, seguiremos así indefinidamente. Tuvimos nuestra oportunidad y se ve que no la aprovechamos. Luego caímos en el olvido y desde entonces aquí estamos. Tal vez nos faltara carisma, algo de luz, quizás sex-appeal… ¡a saber! Me extraña, pues yo siempre fui muy resultona y de lo más completita.
- De eso nada, toda la culpa es de Mere, se las daba de escritora pero a la hora de la verdad… ná de ná. No supo hacernos brillar como merecíamos.
- Miedo escénico, supongo. Una novela, buf, es un gran trago.
- ¿Miedo escénico dices? ¡No me vengas con sandeces! Los que nos jugamos el tipo allá afuera somos nosotros, ella no arriesgó nada.
- Es verdad, igual nos sirve una taza de té, como nos tira por un balcón ¡y a ella qué más le dá! Somos sus títeres y nos maneja a su antojo.
- Ni eso siquiera, nos aparcó hace años. Es voluble y malcriada, fantaseó con nuestras vidas hasta aburrirse de nosotros. Nos pegó carpetazo, sin importarle nada.
- Sería por falta de tiempo.
- Mentira, tiene todo el tiempo del mundo. Pero un cacao mental… esa chica vive en las nubes.
- A lo mejor si se centrara un poco...
- ¡Ni por esas! No lo logrará nunca, yo no la veo capaz de escribir algo coherente. Tiene buenas ideas, pero no culminará ninguna. Si lo sabré yo, esto le supera.
- No ha de ser fácil idear un personaje, mantener el suspense, entrelazar escenas unas con otras. Agotador, supongo.
- No la defiendas, es una niñata. Una completa inútil. ¡Un pequeño monstruo!
- ¡Pues claro que la defiendo! De no ser por ella ni existiríamos. Nos dio la vida, inventó un mundo para nosotros. Además fui su primer personaje, la conozco desde que era pequeña. Nuestros destinos están unidos, no podría odiarla aunque quisiera.
- ¡Qué vida es esta Marcel, espabila y díselo.
- ¿Qué quieres, Gringo? Otra vez de mal humor.
- Lady Agatha está conforme ¡con esta vida de mierda!
- “Bonjours, monsieur dammes, nuestra delicada situación se presta a muy diversas lecturas. La postura de Lady Agatha no es más descabellada que otras.
- Escucha, listillo, no empieces a divagar. Si lo sé, no te pregunto. ¡Creí que estabas de mi parte!
- De hecho, si contemplamos la coyuntura desde una óptica costumbrista, me atrevería a afirmar, no sin cierto deleite, que…
- Seamos realistas, Marcel, ella te privó de tus figuras y tus fotos, te arrebató esos libros tan valiosos que olían a vainilla, a cuero y a tabaco, que parecían romperse con solo mirarlos. Tu tienda de antigüedades la quemó ¡te despojó de todo lo que tenías! Después de aquello, me cuesta creer que seas feliz en este maldito limbo.
- Te equivocas. Me consta que Mere había trazado macabros planes para mí, tenía pensado acabar conmigo en la página 86, pero por suerte abandonó allá por la 62. Dadas las circunstancias… créeme, me doy por contento.
- ¡Desalmada! ¡Mala pécora! Cómo se ha estropeado esta chica con los años, de niña era un angelito... Desear fatal destino a un librepensador, a un hombre de letras. Al guardián del arte ¡a un extraordinario mecenas!
- Hágase cargo, Milady, no la juzgue a la ligera. Por entonces yo me comportaba de un modo ambiguo. La alquimia y las artes oscuras me convirtieron en lo que soy, un ser turbio y siniestro. Me alié con las sombras, invoqué a las fuerzas del mal, abracé el lado oscuro sin temor ni tribulaciones…
- Claro, que visto así… Desde luego, no tenías mucho porvenir. En tu caso, este receso sería lo mejor. Pero es que yo cruzaba desiertos a lomos de mi caballo, dormía con las botas puestas recostado sobre la silla de montar bajo una manta chicana, contemplando la inmensidad del cielo raso… Ella ideó para mí una auténtica aventura. Era Leyenda ¡y mírame ahora! Lo he perdido todo. Créeme, preferiría estar muerto.
- Menuda faena, Mr. Gundemaro. Mere te prometió la luna y luego te privó de ella.
- Adiós a los mares y al campo infinito... Siempre aquí el horizonte de blancos y negros, sin días ni noches ¡y me ahogo! No me quedan fuerzas ni para gritar ¿o sí? ¡¡¡Qué todos me llaman Gringo, Milady!!! Está usted sorda ¿o qué?
- Llevo aquí tan solo un rato y ya añoro la brisa y los colores… Deprime, Gringo. Te entiendo.
- Mirad, hasta me da la razón El Nuevo. Por cierto… ¿y tú de dónde sales?
- Hablaban de grandes hallazgos de astronomía en un blog de ciencia cuando Mere me los adjudicó por la cara y me llamó Norman Hughes. Decidió hacerme físico y desde entonces me hallo inmerso en plena investigación. Cuento con una mente audaz y brillante y planeo un viaje espacial de reconocimiento, de modo que en unos cuantos meses…
- Olvídalo, muchacho, aquí te momificarás como los demás hasta que no recuerdes ni el pasado ni el futuro, ni tu nombre tan siquiera.
- Detente, Gringo. No mortifiques más al chico. En realidad no tiene por qué ser así. A lo mejor él tiene más suerte y anda por aquí solo de paso ¿por qué no?
- Lo dudo. Ese proyecto espacial morirá contigo, Norman, en este agujero inmundo.
- ¡Este tío es un aguafiestas! Terminará por hundirnos a todos.
- No es tan mal tipo, de veras. Desvaría, enloquece poco a poco.
- El Gringo no es más que un lobo viejo y solitario. Ya no es el que era y lo sabe. Añora la luna llena, eso es todo.
- ¿Pensáis rendiros? ¿precisamente ahora? Pero si traigo buenas noticias, que esto no se ha acabado.
- Para ti es muy fácil decirlo, no llevas anclado una eternidad, aún no te consume el hastío. Siete años sin oler a pólvora, sin tocar una mujer, sin probar una gota de güisqui... Más pronto o más tarde, te quemarás como todos.
- Os queda una oportunidad, sé lo que me digo. Mere redactaba un archivo con mis datos en Word cuando la escuché al otro lado de la pantalla decirle a Irial algo así como: “Llevaba meses esperando tener una gran idea. Y ahora, sin más ¡encajan todas las piezas! Retomaré esa aventura donde la dejé. Él es mi héroe, siempre fue él y no puede ser otro”.
- ¿Crees que vendrá a rescatarnos?
- Eso parece, pero no sé ni cuándo ni cómo.
- Entonces, lo que dice El Nuevo ¿es cierto? ¡Saldremos de aquí!
- Sereia das aguas, ahora opinas ¿a cuento de qué? Siempre estás ausente, nunca quieres nada con nadie… ¿a qué viene tanto interés repentino?
- Me alcanzó la marea en la página 93 para terminar por arrastrarme a las profundidades, comprenderás que ande un poco absorta en mis cosas. Además siempre fui algo melancólica – dibuja una sonrisa fría y perfecta - ¿a qué sí, mi Lourenço?
- Desde luego, querida, fue justo ese espíritu acuático y escurridizo lo que me cautivó. Pasan los años y sigues siendo la misma, tan hermosa y a la vez efímera... fugaz, como el primer día…
- Todavía anda éste enamoraó… Pobre hombre ¡qué agonía!
- Desengáñate, Lourenço, a estas alturas esa mujer ya tendría que ser tuya. No malgastes tu aliento. Con ese mechón azul y los ojos húmedos, vidriosos… no es del todo humana. Hay algo en ella opaco y traslúcido que invita a doblegarse y postrarse a sus pies.
- Ándate con ojo, Nuevo, que Sereia te mira de un modo... Esa bruja quiere algo de tí y no parará hasta conseguirlo.
- No la mires de frente o te hechizará como a ese desgraciaó y hará de ti su esclavo. Si por ella fuera, tendría una cohorte de eunucos postrados a sus pies. Ahí le tienes, con su chaleco abotonado hasta el cuello y las pupilas dilatadas que la buscan sin cesar tras sus diminutos anteojos. Cayó en sus garras y ya no tiene cura.
- Basta ya, Lourenço, Sereia no será de nadie, ni viva ni muerta. Apártate de ella o te arrastrará hasta el mismísimo infierno ¡só capullo!
- Déjale en paz. Él me es leal ¿tanto os cuesta entenderlo?
- Maldita víbora, le has asido a tu sombra y te sigue como un ciervo en celo. Juegas con él, para alimentar tu ego.
- Reconócelo, Grandullón, tú también me deseas y te duele vernos juntos ¿no es eso? – orgullosa, altiva, le observa de soslayo mientras alza la barbilla, como la reina de los mares desdeñaría al pulpo de ocho brazos... dulce y evasiva - Y volviendo al tema que nos ocupa, necesito ser informada pues lo que ocurra en la carpeta: RELATOS VIEJOS también es asunto mío.
- Esta bien, Sereia. Pues esto es lo que hay: corren rumores acerca de Mere, todo apunta a que vuelve a escribir.
- Bah, son solo habladurías. No os hagáis ilusiones. Todo es cosa del físico despistaó ese, que no se entera de nada. ¿A qué se refiere a los relatos cortos? Pues menuda novedad.
- Qué no, que está vez va más en serio. Tiene pensado emprender una Gran Aventura y repescar a algunos de sus antiguos personajes.
- ¡Aventura! ¿Has dicho aventura? Yo soy imprescindible en una Gran Aventura. ¡Si soy su maldito héroe! Esa mujer cierra los ojos y sueña conmigo.
- ¡Serás bravucón! Perro Gringo, no te cansas nunca ¿eh?
- Lo sé, me sacará de aquí. Y aullaré de nuevo ¡Aaaauuuuuhhhh!
- ¡¡¡PPPPPsssssssssssshhhhhhhhhhuuuuuuuuUUUUUUMMMMMMMMMMM!!!
- ¿Oistéis ? ¿qué ha sido eso?
- Ni idea, pero el Gringo estaba alborotado, chillando como un poseso y de repente ¡se esfumó!
- Entonces se trataba de él. Era El Elegido. ¡¡¡Qué suerte tienes, Peazo Cabrón!!!
- ¡¡¡Yuuujuuuuhhh!!!
- No podía seguir aquí y por eso se marchó el primero.
- Tal vez no sea el único en partir, Mere podría necesitarnos a los demás también…
- Ojalá se nos lleve a todos, bien podría ser.
- Y volver a encontrarnos con ese Cowboy de medio pelo… ¡ni hablar! Ahora que por fin le pegamos esquinazo...
- Yo ya estoy mayor. La hija de un insigne coronel de Lanceros de su majestad, por más que defendiera heroicamente la frontera de Bengala… ¿y a quién demonios le importa eso? Gundemaro tenía razón, no soy más que un dinosaurio.
- ¡¡¡Todos me llaman Gringo, Abuela!!! Ojo, qué vuelvo…
- ¡Qué viene otra vez! Ese, con tal de discutir… Insensato.
- Vamos, Lady Agatha, no desfallezca ahora. Mere siempre fue una nostálgica, amante de evocar causas perdidas y viejas glorias. No la olvidará, se lo aseguro.
- En todo caso, yo ya estoy muerta. Me perdí entre las aguas, dudo que a estas alturas todavía emerja de ellas.
- Querida Sereia, hoy por hoy todo está patas arriba. El Mundo de la Ficción raya en lo absurdo y una mujer así, no quedará sin leyenda.
- Gracias, buen Marcel, tiene alma de poeta.
- Y muchos errores que enmendar, ahora que caigo en la cuenta...
- Te juro, Sereia, que si vuelvo a pisar una historia, sea la que sea... Daré contigo, mi amor, removeré cielo y tierra.
- Aaaaaay, Lourenço -suspira- Si yo fuera joven… es usted un tesoro. Y si se dejara un bigotito a lo Poirot… Aaaaaay, que solo de pensarlo ¡me falta el aire! Qué desfallezco... ¡mis sales!
- No me diga, Lady Agatha, que a estas alturas sufre mal de amores ¡qué me troncho!
- No, hijo, el romance no es para mí. Eso ya es agua pasada, llovió tanto desde mis tiempos mozos... – duda: pero el vaquero ¿no se había ido ya? - Claro que si de súbito me topara con el joven Henry Coke, 3º conde de Leicester, enfundado en su traje de tweed de corte im-pe-ca-ble, con ese moustache que le daba un aire tan europeo…
- Socooorro, otra vez no. Sería demasiado, no lo soportaría...
- Por ahora seguimos todos aquí, así que nada de sueños.
- ¿Hay algo que podamos hacer? Me niego a aguardar con los brazos cruzados, ya hemos esperado demasiado.
- Se acerca nuestro momento. Mere recordará, sabe perfectamente quiénes somos. Nos conoce mejor que nadie.
- ¿Se acuerda de todos? ¿estás seguro?
- ¡Pues claro! Y nos llamará a gritos en cuánto encuentre una historia digna de ti, de mí y nos regalará un futuro perfecto. Un buen día brotará tu sombra del mar, Sereia.
- Y tú, Marcel, desempolvarás el exquisito vidrio y tus piezas de porcelana como hicieras antaño en tu tienda de tesoros con toldo azul y cortinas de terciopelo.
- Y Lady Agatha descansará bajo el sol de la Toscana, con la vista en el horizonte sobre los campos de lavanda...
- Eso es justo lo que deseo, sí. Y oler a caléndulas, con un vaso de Chianti en la mano...
- ¿Y qué pasará con El Nuevo? Es tan mono...
- El Nuevo atravesará la atmósfera en su nave sideral vestido de grafito y con una escafandra por casco, surcará el infinito.
- Y yo con él ¡me atrae tanto el vacío! Estoy tan harta de sitios mojados.
- Ya te dije, Nuevo, que esa arpía te había echado el ojo. Ya sé que está un rato buena, pero tú mismo…
- ¡Este hombre es incorregible. ¿No deseaba escapar? Entonces ¡a qué espera!
- No sabe que hay allá afuera y tiene miedo.
- ¿Todavía por aquí, Gringo? ¡lárgate de una vez! VIVE.
- Norman, llévame a Marte, que allí no hay lagos ni ríos y me conviene un cambio de aires.
- Pero Sereia, si te vas al espacio con Norman ¿qué será de nosotros?
- ¿Nosotros? - ríe - Cariño, nunca hubo un nosotros.
- Y Lourenzo hallará un amor de verdad, terrestre y recíproco. Sin sexo tántrico tal vez, pero más cálido y menos místico.