martes, 31 de mayo de 2016

POEMA: "Eternamente tuyo".









       Queridísima Eve.


Me creerías si te dijera que engalané Babilonia por ti, lancé al mar fuego valirio, remé contra el viento de Poniente. Hasta crucé a camello la ruta de la seda. Pero claro, tú no lo recuerdas. Ni tampoco que fui tu sombra.

Me creerías si te dijera que luché contra legiones por ti, empañé la gloria del cesar, en el circo me aclamaron como gladiador. Hasta degollé rinocerontes y otras bestias. Pero claro, tú no lo recuerdas. Ni siquiera que tuve celos.

Me creerías si te dijera que cabalgue veinte reinos por ti, juglares cantaron mis gestas, destroné príncipes. Hasta apuñalé dragones alados. Pero claro, tú no lo recuerdas. Ni tampoco que te mentí.

Me creerías si te dijera que desdeñé cien mecenas por ti, pinté tu rostro en cada Venus, plasmé en sonetos tu belleza. Hasta esculpí tu esfinge en mi jardín. Pero claro, tú no lo recuerdas. Ni siquiera que creí perderte.

Me creerías si te dijera que surqué siete mares por ti, abordé diez galeones, de sicario tuve un loro parlanchín y blasfemo. Hasta enterré el tesoro del mapa. Pero claro, tú no lo recuerdas. Ni tampoco que fuiste mía.

Me creerías si te dijera que monté en dirigible por ti, busqué las fuentes del Nilo, aprendí arameo, me arrastré por las dunas de arena. Hasta me tatué tu nombre con sangre de escorpión. Pero claro, tú no lo recuerdas. Ni siquiera que ni como ni duermo.

Me creerías si te dijera que maté doce hombres por ti, contrabandeé durante la ley seca, me bañé en champán francés. Hasta pusieron precio a mi cabeza. Pero claro, tú no lo recuerdas. Ni tampoco que me olvidaste.

Créeme, llevo siglos seduciéndote, haciendo por merecerte. Hasta vendí mi alma por un beso. ¿O fue por una manzana? Pero claro, ya no lo recuerdo. Ni siquiera hoy que te veo en todas partes.


Eternamente tuyo,                       
                       
Adam                        

martes, 24 de mayo de 2016

RELATO: "Nunca nieva a gusto de todos".








El Monte Hýdōr no aparece en Google Maps ni lo sobrevuelan drones intrépidos. lo que no nos convierte en falacia, te juro que existimos. Su localización fue cartografiada por Jasón en tiempos de los argonautas. Fue Fineo, el vidente, quien le habló de la isla y de ahí que viniera a bordo de su nave Argos en busca del oráculo. Funcionábamos así, eran otros tiempos. Jasón supo lo que le deparaba el azar en su epopeya y emprendió una larga travesía que le llevaría hasta el mar Negro.

Nevó para él, los hados le serían propicios. Así estaba escrito en un intrincado de aristas más bellas que las estrellas de mar. Sencillamente, era su momento. 

Cayó Grecia, dominó Roma y con el incendio de Alejandría, se quemaron las cartas de Belerofonte  que nos mencionaban, condenándonos al ostracismo. Luego sobrevino una era convulsa, Asia Menor pasó de mano en mano y nos vimos obligados a refugiarnos entre las brumas. Entretanto el mundo nos olvidaba, caíamos en el anonimato. Cierto, hubo barcos que se arrimaron a la costa sin reparar en la inmensa cúpula transparente que cubre nuestros tejados azules ligeramente salpicados por copos de nieve. Sí, como las bolas de cristal que venden de souvenir en cualquier ciudad, pero en grande. La que le comprarías a tu madre a la desesperada si volvieras sin regalo del aeropuerto. De esas que meneas y dentro siempre es Navidad. Un paraje idílico, como de cuento, en medio del Mediterráneo.   

Pero, volviendo al pasado. Al abrigo del Monte Hýdōr, permanecimos ocultos por siglos. Y sin el consejo del agua, el medioevo de los hombres se sumió en la completa oscuridad. Cesaron las preguntas y dejamos de leer el oráculo a vuestros guías, presagiando lo peor... Lo sé, adoptamos una actitud cobarde. Fue torpe y egoísta. Contra mi voluntad, dejamos el mundo a su suerte y de él se adueñaron las tinieblas. No pude hacer nada, mis mayores no me lo permitían. De modo que callé, no me quedaba otra y mientras se me revolvían las tripas sentí el hedor de la miseria.

Así y con todo, las nieves siguieron cayendo trayéndonos el vaticinio de plagas, guerras, matanzas y revoluciones que contemplábamos impotentes, no podíamos evitarlas sin exponernos al ultraje. Seguimos observando la lluvia, el manantial, el rocío y la escarcha conscientes de que cada gota pertenecía a un individuo y fluiría con él en un ciclo interminable. Ahí estaban sus días retratados, al detalle. Luces indescifrables en medio de la penumbra que solo pueden ser leídas cuando nieva. Pues son los copos de nieve y no los genes los que marcan el sino de un hombre. 

Poco a poco volvió la calma y superada la barbarie, intentamos actuar de nuevo pero era demasiado tarde. Inventaron el telégrafo, la radio, el microondas y sus botones de colores emitieron interferencias varias. Recientemente, vino la televisión por satélite e internet nos dio el golpe de gracia. Una vez más fracasábamos, se perdía la llamada del agua. Muchas inquietudes quedaban sin respuesta y se desvanecían con el eco un sinfin de predicciones.

Aún hoy nos hablan los cristales de hielo, nos dicen tantas cosas… Si bien, nadie escucha. Una auténtica lástima. De ahí, que me decidiera a actuar. Clamé al viento, grité mil destinos pero resultó inútil. Cansado de aguardar, me autoproclamé mensajero y desoyendo al gran maestre decidí partir por mi cuenta a repartir venturas. Lo que me trajo hasta aquí, en plena misión profética.  

Ahora ya lo sabes, no soy de mantenimiento, me acabo de cargar tu persiana y si llevo un mono naranja es porque en Gap estaban de oferta, no me he escapado de una cárcel de alta seguridad, Necesitaba contactar contigo, hablarte de tu futuro y no se me ocurrió nada mejor.

Te veo aturdido, muchacho. Eres el héroe y nadie lo diría… Vamos, despierta. Ya estás afeitándote, despegándote de ese pijama manchado de ketshup y apagando la dichosa consola que Mario Bros jadea. ¡Dale un respiro!. Que con tanta brinco estúpido, hasta ha perdido la gorra. Lo sé todo de ti. Venga, pregúntame lo que quieras. Confíame tus sueños y te diré de lo que eres capaz. Nevó para ti, serás leyenda. Partirás y los dioses te acompañarán. Sencillamente, es tu momento. ¡¡¡Despierta!!!

Pero... ¿No dices nada? Si sigues ahí plantado, a lo tuyo. Si aún llevas los auriculares puestos.... ¿Has oído algo de lo que te he contado? Te ofrezco el poder, chaval. ¿Así piensas conquistar el mundo? Qué desidia. Qué falta de ambición. No lo entiendo, si eras El Elegido... O no.

Definitivamente me equivoqué contigo, se trata de un error de cálculo. Ahora lo veo, el deshielo y la polución adulteraron las muestras y debí malinterpretar los signos por culpa del cambio climático. Por lo visto, este oficio ya no es lo que era, nosotros nos hemos vuelto imprecisos y vosotros ya no anheláis forjar imperios ni cruzar angostos desfiladeros.. Me desviví sin motivo, un desperdicio. Me vuelvo a mi isla, ya no se precisan héroes. Y es que con esa apatía no iréis a ninguna parte... O sí.


Ya lo tengo, montaré un resort exclusivo en el Monte Hýdōr y os sacaré la pasta. Escrito o no... Sencillamente, es mi momento.  







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* Os pido opinión, 
he de leer una historia en mi última sesión en el taller de relato fantástico de este cuatrimestre, tengo tres textos para elegir y no me decido. Si pudierais aconsejarme... ¿Cuál creéis que luciría más? Las opciones son:


1. "Cien cielos de cián".
2. "Puñales, rosas y viceversa".
3. "Nunca nieva a gusto de todos".


La razón de esta consulta: confío en el buen criterio de mis lectores favoritos. Gracias, amigos.







martes, 17 de mayo de 2016

RELATO: "Puñales, rosas y viceversa".









Goleta Elisabeth. A 5 de abril de 1781, año de nuestro señor.
Cuaderno de Bitácora

“Zarpamos hace doce días de la Isla de Gorea con leve marejada y brisa de poniente. La mar estaba en calma pero conforme nos adentrábamos en el océano, el viento arreció y se encrestaron las olas. Tanto, que ahora la carga zozobra. No solo las provisiones de la bodega se bambolean, también la mercancía en los calabozos. Aun así, dudo que naufraguemos, el barco está en buenas manos. Contamos con una tripulación bien curtida, compuesta por viejos lobos de mar que cruzaron sus primeras cinco mil millas hace ya muchos soles. De ahí, sus tatuajes: El ancla en el bíceps, la golondrina en el antebrazo, las cruces en la planta de los pies… Todos tienen su significado y claman hazañas mejor que un mordisco de tiburón o una cicatriz de arma blanca en el hombro. 

El capitán Lutton tiene buen ojo, los eligió uno a uno de entre la maraña de bravucones que merodeaban por la taberna. Salvo a Oyuma, que es cocinero por accidente. Un percance te cambia la vida y que el anterior pelapatatas enfermara de paludismo fue su golpe de suerte. Diría que se siente afortunado, parece valorar su nueva condición. Y aun así me inquieta… Cada vez que escucha algún gemido bajo las rejas, noto que le hierve la sangre. Cierto, sus ojos no se inmutan, pero están sumidos en la oscuridad. Son sus manos de ébano las que le delatan, apretando los nudillos hasta clavarse las uñas. Con pasos lentos y pausados, el cocinero se abre paso entre los barriles al compás de un débil tintineo. Es por el grillete del tobillo que sigue arrastrando como un fantasma, Lutton le puso el cascabel al gato. Porque Oyuma es libre, pero no del todo y por muy bien que prepare el cazón con mijo, no deja de ser un salvaje." 





Goleta Elisabeth. A 17 de abril de 1781, año de nuestro señor.
Cuaderno de Bitácora.

“Zozobramos a merced de la tempestad durante cuatro largos días lo que nos desvió de la ruta cartografiada en los mapas y el timonel hubo de corregir el rumbo virando trece grados a babor con el viento en contra para alcanzar así la corriente del Golfo. Una vez enderezado el barco, como contramaestre di orden de desplegar la verga y el trinquete. Ahora navegamos a toda vela surcando el azul inmenso. Qué dicha contemplar desde cubierta el henchido de la gavia, sentir en la cara el picor del aire salado salpicándome los labios. Y halagar mi oído con el susurro de las caracolas. 

Ante tan buenas perspectivas, el Capitán Lutton hace gala de un humor excelente. Y es que, valga la ironía, esa misma borrasca que casi nos despedaza también jugó a nuestro favor, en cierto sentido. Con la furia del oleaje, eludimos un barco pirata musulmán y sus sables de media luna. También despistamos al cazanegreros de John Hawking que venía persiguiendonos desde nuestra escala en las Azores. Durante el resto de la travesía no se esperan contratiempos y dios mediante, tomaremos tierra en Kingston a primeros de mayo. Con el bombardeo de las plantaciones de Virginia por parte de la flota británica, subirá el precio del café Blue Mountain, precisarán más esclavos en los cafetales y nos pagarán bien. Y para celebrarlo, Lutton nos invita a sus más allegados a cenar esta noche en su camarote y como siempre, tratará de sorprendernos… Me consta que el capitán sabe divertirse y en el banquete nos dejará boquiabiertos.

A todo esto, Lutton se ha encaprichado con una joven congoleña, ha ordenado bañarla y arrojar al fuego sus harapos. Ahora luce un vestido bordado de lino que vale más de lo que nos darían por ella en el mercado. Es la elegida y por eso ayuda a Oyuma con el rancho en vez de cazar ratas, a gatas, para comérselas. Si es una chica lista, sabrá corresponder a tanta generosidad y complacerá al capitán sin demasiados remilgos.” 





Goleta Elisabeth. A 18 de abril de 1781, año de nuestro señor.
Cuaderno de Bitácora.

"La cena fue suntuosa, Oyuma nos deleitó con un asado de avestruz en bandeja de plata que serviría Wanda a los comensales. Al reclinarse, olimos su piel tostada suave como las rosas y la recorrimos con la mirada encendida por cada recodo de su cuerpo. Tan solo cubierta a la altura de la cadera por las plumas monocromas de aquel ave magnífica, la muchacha encorsetada parecía querer volar… Pero no podía, pues es bien sabido que las avestruces apenas levantan los pies del suelo. Corren como endemoniadas y cuando las pillan, se dejan hacer y esconden la cabeza. Y al parecer, Lutton se había quedado con hambre. Tras las viandas, sugirió a Oyuma que tocara el tambor mientras Wanda bailaba para nosotros la danza del cortejo. Una cosa llevó a la otra y se cepillaba a la bailarina antes de los postres. Sobre el mantel, bajo un candil, la devoró a la vista de todos. Y una vez saciado, la apartó de un empujón y rio sin ganas. Tal como prometió, nos ofrecía un fabuloso espectáculo. 

Ebrio como estaba, subió a cubierta para despejarse la cabeza. Pasó una hora y en vistas de que no volvía, barruntamos si una ola de costado le habría arrojado por la borda. De modo que brindamos por él con ron blanco de primera, así nos despedíamos de un marino que moría tragado por la mar. Sencillamente, había llegado su hora. Justo entonces reapareció Wanda, tapada de pies a cabeza, honrándonos con un nuevo manjar de muslos confitados. Antílope flambeado, pensé de primeras. Claro que no repararía hasta chupar el hueso en aquel tatuaje dibujado sobre la piel de las sobras: Un puñal de plata atravesando una rosa negra. ¿O era a la inversa? 

De pronto, me quedé helado. Pensé en la seda de las rosas y sus espinas, gráciles y diminutas. Calibré el dudoso arte de desflorar, tan impropio de caballeros… Tragué saliva. Y como lo que pasa en altamar se queda en altamar y las reglas del marinero difieren de tierra firme, rebañé el plato. Y ya puestos, no pude sino felicitar a Oyuma por un guiso suculento, macerado en ron Appleton de Jamaica. Naturalmente, su favorito".







martes, 10 de mayo de 2016

RELATO: "Cien cielos de cían".




Obra de Luis Fernando Fernández, un gran fotógrafo y buen amigo.

Cien cielos de cían


Anda, ven, apaga el Telediario. Subiremos a la azotea hasta el ocaso y no se hará de noche hasta que volvamos. Y olvídate del hombre del tiempo, por más que insista no amenaza tormenta. ¡Qué sabrá él! No es adivino. Eso sí, me gusta su corbata. Y sus dientes, podría anunciar dentífricos. Aunque haga todos esos cálculos milimétricos y salude al satélite Meteosat cada mañana. Es inútil, da palos de ciego. 

Casi que le tengo lástima, fíjate que no es culpa suya. Sencillamente, esto le queda grande y existen parámetros que el pobre desconoce. Si supiera que hay alguien en el edificio de al lado que improvisa con los colores del cielo y el mar a su antojo… Se dedicaría a vender bicicletas con su cuñado y dejaría los mapas para los exploradores. 

Y es que manejo las nubes a mi capricho. No me considero especial, solo un pelín extrovertida. ¿Acaso el artista no expresa lo que siente en su obra? Pues yo hago lo mismo, me limito a pintar sensaciones sobre un lienzo infinito. Con esta rara habilidad, no busco causar sorpresa, impresionar al mundo o dominar Sin City y ser la mala del cómic. No es algo deliberado, simplemente ocurre. Es mi estado de ánimo quien canta por soleares y no puedo ni quiero evitarlo, me resulta reconfortante. Desde niña no soporto ver sonreír a los demás mientras yo muero por dentro. De modo que cuando lloro, me consuelan las calles desiertas y mis vecinos enclaustrados en sus casas jugando al trivial al resguardo de la lluvia. No es para tanto, hombre, solo una travesurilla. En el fondo les hago un favor, así ahorran en transporte público.

¿Por qué me miras así? No seas tremendista. Por lo general, soy un auténtico chollo. Si todo va bien, el día resplandece conmigo. Claro que si estoy de malas, puedo arrastrar tempestades. Pero no temas, tiene fácil solución. Y todo gracias a ti, apareciste y me robaste el corazón. Te elegí, mi amor. Y ahora tendrás que hacerme feliz, querido. Derrocha tu encanto, esmérate por conseguirlo y en nuestra boda haré estallar un volcán para ti y tendremos fuegos artificiales. De lo contrario, me convertiré literalmente en una aguafiestas y serás el máximo responsable del cambio climático después de los chinos.

Ahora bésame, tonto, al abrigo del arcoíris. Y bañémonos en cian, como en el musical de Mama Mía.




martes, 3 de mayo de 2016

La sucesiva reencarnación de las hermanas Bennett.






Conocéis a las hermanas Bennett, son casi de la familia. Y sin embargo, nos ocultan secretos y en consecuencia, no paran de sorprendernos. Recientemente, se ha estrenado en los cines una singular adaptación de la novela de Jane Austen Orgullo y Prejuicio, muy lejos del corte clásico y fiel a la versión reescrita por Seth Grahame Smith en el año 2009 que relata lo que pasaría si Elisabeth Bennet y Mr. Darcy tuvieran que combatir contra un ejército de criaturas zombies mientras se van conociendo y enamorando en una Inglaterra decimonónica con claras influencias japonesas. 





Personalmente, me interesa el tema. Aunque, por supuesto, la película ha recibido comentarios de todos los colores. Pero mi pregunta va más allá... ¿De veras os resulta tan extraño que las hermanas Bennett luchen contra una horda de muertos vivientes? A mí, no. Pues creo que hay otro misterio mucho más apasionante por resolver: las sucesivas reencarnaciones de las encantadoras hermanas Bennett que cambian de rostro y entorno pero el mito continua. 







Porque ¿en cuántos mundos las habéis reconocido? Enseguida caeréis en Bridget Jones y la ubicaréis en el Londres del siglo 20. Pero no es el único escenario donde encontraréis más muchachitas con el sello de Austen. De hecho, he tenido noticia reciente de otro filme que las ha retratado de nuevo, esta vez ¡¡¡en Bollywood!!! Se llama "Bodas y Prejuicios", rodada por la directora Gurinder Chadha en 2004 y ambientada en la ciudad de AmriStar donde no faltan nuestras amigas con sus tortuosos enredos, en esta ocasión, entre bailes coloridos y saris de ensueño. 






En efecto, las hermanas Bennett tienen algo de extraordinario y no es tanto el que desenfunden la espada y le rebanen el cuello a lo ninja a todo el que se le cruce con mal cutis como su reaparición sistemática en cualquier tiempo y lugar. Y esta adaptación hindú no hace sino confirmar mis sospechas. 






Me baso en pruebas fehacientes, aporto datos científicos, convendrás conmigo en que no hablo a la ligera. Señores, nos hallamos ante un caso típico de reencarnación budista a medio camino, el Nirvana ya no debe de estar lejos. Y no cejaré en defender mi postulado hasta que dé con más vestigios del matriarcado Bennett en la Antigua Grecia o el Amazonas. 

Están ahí afuera, rondándonos. Hasta puedo olerlas... ¿Por qué yo? Es mi deber, solo yo soy consciente del fenómeno sobrenatural que nos acecha. Y además, alguien tiene que hacerlo. Como Blade y Van Helsing, siempre ha habido cazadores de sombras, Las perseguiré sin descanso hasta desvelar el misterio. Viajaré por el mundo en su búsqueda y descuidad, que os mantendré al corriente de mis pesquisas.