Hay magos y MAGOS, los hay que llevan guantes, frack y chistera o se visten de payasos. Lucen chica, gastan bromas, inflan globos, agarran conejos por las orejas, sueltan palomas y en los tiempos que corren hasta echan mano de gallinas. Luego están esos otros MAGOS, amos de la Alquimia, Señores del Tiempo que con sus artes prodigiosas nos dejan boquiabiertos, envolviéndonos furtivamente en un mundo oscuro alejándonos de lo terreno.
Así es y será, la magia flota en el aire, invisible y solo unos pocos conocen su secreto. No fue hasta los albores del siglo XX que los magos, tal como los conocemos, traspasaran las fronteras de lo oculto para causar furor en los teatros europeos. Fueron los años dorados de la magia, mostrando en público toda suerte de sortilegios, tanto ritos fantásticos de oriente como audaces experimentos de una ciencia incipiente. Sesiones de hipnotismo, ocultismo, magnetismo y electricidad se presentaban al público como "algo imposible" en espectáculos de Varietées abarrotados de asistentes absorbidos, como en trance, que rompían en aplausos desde sus asientos de terciopelo.
El control de la mente y el ilusionismo arrasarían Europa bajo el exotismo de la remota China auspiciada por los testimonios de grandes viajeros como Marco Polo y John Mandeville. Tal fascinación por lo asiático propició que saltaran a escena magos supuestamente "chinos" que no eran sino prestidigitadores occidentales embutidos en sedas, que bajo un nombre y decorado apropiados creaban sus espejismos. Aparecían en platea con túnica y ojos rasgados. Tras ellos emergían templos, jardines o palacios de ensueño entre farolillos, eco del gong, humos de incienso... recreando la más típica postal de China para deleite y sugestión de los asistentes.
Destacarían el gran Li-ho-chang, Juan José Pablo Jesorum de nacionalidad panameña, así como el británico de origen neerlandés David Bamberg conocido mundialmente como Fu-manchú. Ambos actuaban en medio de un silencio sepulcral ¿era parte del ritual? Se debía más bien a un dominino del mandarín bastante escaso.
Y ahora sin más preámbulos:
Bienvenidos al Show ¡Qué comience el espectáculo!
¡¡¡MATA MARI!!!
Destacarían el gran Li-ho-chang, Juan José Pablo Jesorum de nacionalidad panameña, así como el británico de origen neerlandés David Bamberg conocido mundialmente como Fu-manchú. Ambos actuaban en medio de un silencio sepulcral ¿era parte del ritual? Se debía más bien a un dominino del mandarín bastante escaso.
Si David Copperfield adoptara como alias un personaje de Dickens. Si un panameño o un inglés podían hacerse pasar por magos y chinos a un tiempo... entonces yo con mis maravillosas dotes para hacer desaparecer cosas, mi innata tendencia al escapismo, mi inagotable sabiduría bajo el lema "lo que no sé, me lo invento", mis eternos monólogos capaces de dormir a una multitud sin necesidad de hipnosis. Tantos años ingiriendo té verde, leyendo a Pearl S.Buck ¿para qué? Para Maga China ¡yo! Es el destino, está escrito. Con todo a mi favor, cómo negarme...
Hoy seré para ti "Mata Mari". Tan exótica y oriental como la francesa Margaretha Geertruida Zelle, uséase la mismísima Mata Hari. Una bella mujer, más elegante y sublime que asiática ciertamente.
Un momento, noto una cierta incredulidad en mis lectores... No lo entiendo. ¿Acaso dudáis de mi don natural? ¿de mi disposición para lo etéreo? Vaya, esto no me lo esperaba. Pero no flaquearé, te deslumbraré con mi magia ancestral. De hecho, soy una mujer de recursos. Atentos:
Y ahora sin más preámbulos:
Bienvenidos al Show ¡Qué comience el espectáculo!
Con todos ustedes
Mata Hari, digo Mere Hari. Esto... Mari Hari ¡no!¡¡¡MATA MARI!!!
* No me preguntes si también soy espía ¿...?
porque si lo fuera, no te lo diría