martes, 29 de marzo de 2016

RELATO: "La doncella del Titanic".







Ya ha pasado medio siglo desde el naufragio pero cómo olvidar si de un tiempo a esta parte no se habla de otra cosa. El Times del lunes, sin ir más lejos, me disponía a fumar un Montecristo en el club de la calle Queensway cuando el diario me cegó con ese titular morboso que no deja en paz a los muertos: MEMORIAS DEL TITANIC, EN SU 50 ANIVERSARIO. Siempre ahondando en la herida, cómo si no recreara ya aquel triste episodio cada noche en toda su atrocidad con mis pesadillas. Aún despierto, a menudo cruzo un semáforo y me pongo en guardia. Toda esa gente, a la deriva… Me trae de vuelta aquellos gritos ensordecedores solapados con el crepitar de las olas. Y de todo el horror que contemplé, un rostro de mujer me conmueve por encima de los otros. Fue en el Salón Oriental donde la vi, la orquesta tocaba el foxtrot de moda, un chelista chapoteaba siguiendo el ritmo y ella, impecablemente uniformada, se esmeraba en arreglar los cuantiosos estropicios de la sala.


- Señorita, apresúrese, ha de evacuar el barco. Rápido, busque un bote salvavidas. No se demore, el tiempo corre en su contra.

- No, no puedo marcharme. Me lo dejó bien claro el comodoro, el suelo de esta estancia ha de estar reluciente las veinticuatro horas del día.

- Hágase cargo, las reglas han cambiado. Todo eso ya no importa, ahora urge ponerse a salvo.

- Entonces ¿Por qué tocan los músicos?

- Para inspirar calma en medio del caos, son profesionales.

- Pues por las mismas, yo mantendré impoluto el salón para aparentar normalidad y que ellos se mantengan serenos. Caballero, yo también me tomo mi labor muy en serio y ahora déjeme hacer, que con tanta cháchara se me acumula el trabajo.

El mar ganaba terreno, ya nos cubría por las rodillas y la doncella seguía frota que te frota con la piel en carne viva. Le pedí que desistiera, hasta llegue a agarrarla de la cofia pero se zafó de mí y volvió a la carga.


- Daré de usted excelentes referencias, miss… - tras un breve vistazo a las iniciales bordadas en el delantal, me aventuré – ¿Miss Daisy?
- No es Daisy sino Dorothy, pero todos me llaman Dotty y en estas circunstancias… - se encogió de hombros - usted es lo más parecido a un amigo que tengo.
- Me retracto, entonces. Vuelva a Londres, miss Dotty y nadie le reprochará nada. Es más, le lloverán los empleos. No vi jamás una entrega semejante.
- No me hable de lluvia, señor. Solo faltaría qué se pusiera diluviar ahora ¡Por Dios bendito! – la doncella medio ríe, medio llora, su cara es un poema prerrafaelista.
- Es usted muy terca, muchacha. Dígame sin tapujos. En verdad. ¿Por qué hace esto?
- El Titanic se hunde.
- En efecto, señorita, mayor razón para desalojar el barco.
- Yo no lo veo así. Mire a su alrededor, es un trasatlántico precioso…
- Pues sí, ciertamente. Y seamos realistas, en cuestión de minutos quedará sumergido para los restos.
- Justo por eso he de encerar la madera para que sea impermeable y soporte bien la presión y la humedad. Así, cuando lo encuentre más adelante algún equipo de buceo lucirá deslumbrante y ostentoso, como el palacio de La Atlántida. Sino figúrese, tanto buscar para luego llevarse un chasco.

Qué añadir ante tal argumento disparatado donde los haya y también romántico como pocos. No insistí más y la doncella prosiguió en su tarea suicida, me recordó al pequeño San Agustín tratando de vaciar un pozo sentado en la playa. ¿Osadía? ¿Delirio? Me temo que ambas cosas. Por supuesto, se trataba de una empresa estúpida y a la vez tan deliciosa que decidí quedarme a hacerle compañía. Para ser honestos, también tendría algo que ver que su cuello se contorsionara como el de un cisne y sus pecosos brazos se movieran con la gracia de una primera bailarina en un ballet mágico de objetos maravillosos que se elevan tintineando a la primera de cambio.

Fue entonces que el casco se inclinó considerablemente, el diván de seda salvaje con motivos en cachemir se deslizó por la estancia como un cochecito de feria y el piano lacado en blanco-marfil terminaría por estrellarse contra el mueble bar en un sublime estruendo de acordes. Lástima, el ballet tomaba por momentos el cariz dramático de la ópera, nevaban vidrios astillados verdes y ambarinos mientras el champán estallaba despreocupado en efervescentes nubes de espuma. Así es, adornos y demás filigranas levitaban en plena devastación con un grotesco aire de fiesta, nunca pensé que la debacle pudiera ser tan hermosa. Entretanto, miss. Dotty seguía arrodillada paño en mano, rebañando la lata de cera Kendall Mfg & Co que ya estaba casi vacía. 

La doncella se balanceaba al mismo son que los cuadros de las paredes que para permanecer derechos se deshacían en malabarismos. Me llamó la atención una exquisita marina de Turner, un mar dentro de otro, que se mecía luminoso bajo su sol de mentira. Así como el majestuoso retrato de su graciosa majestad el rey Jorge V quien, lejos de tartamudear, se limitaba a mostrar su preocupación ladeando con el vaivén compulsivamente la cabeza. Cuando el barco, de repente, zozobró precipitándose sin red en un ángulo imposible. De la ópera al circo, más difícil todavía. Las alfombras de Damasco volaban como en tiempos de Aladín y las semillas del té chai masala vagaban a duras penas cual barquitos de papel. Me dirigí por última vez a la doncella, acuciaba salir de allí de inmediato.

- Querida, ya basta. ¡Si lo ha dejado inmaculado! Venga conmigo, es ahora o nunca.

Declinó mi invitación con un gesto coqueto y forzado, haciendo gala del suficiente temple como para disfrutar de lo cómico de la situación. ¿Cómo se atrevía a bromear? ¡Al borde de la catástrofe! Aún hoy me resulta incomprensible aunque asimismo el menor de los misterios en aquella noche peregrina.

- Si un aristócrata me ofrece gentil su brazo para salir a tomar el aire, es que el mundo está del revés.

Así era, al menos, abordo de nuestro ataúd gigante. Sino cómo se explica que las lámparas de araña danzaran como medusas y la ruleta virara del rojo al negro a capricho. La besé en los labios, fue superior a mí y la habría acompañado hasta el final de no ser porque ella me apartó de su lado.

- Vamos, márchese. Yo no tengo nada que perder. En cambio, a usted seguro que le espera una bella prometida en alguna parte. Se casarán, jugarán a la canasta, saldrán a la caza del zorro y todo eso.

Asentí y ya me alejaba tambaleándome cuando la doncella silbó y sin dudarlo me di la vuelta. Para entonces, ya resbalaba tratando de mantenerse erguida y empapada en alcohol se agarraba al surtidor de la cerveza.

- Haga algo importante con su vida, señor.
- Apuraré cada minuto, lo prometo.

Ya en cubierta, me disponía a saltar cuando eché un último vistazo a través del ojo de buey art decó mientras sobrevenía un crujido indescriptible y asomaba desproporcionada la popa. El trasatlántico enfilaba la vertical, en breve se lo tragaría el océano. Conforme se acercaba el fatal desenlace, a mi doncella le fallaban las fuerzas y abatida, soltaba la cañería con los brazos entumecidos. Pero ocurrió algo fuera de lo común, más extraordinario si cabe que aquel desparrame de sombras chinescas. El suelo estaba tan febrilmente encerado que miss Dotty patinó cuesta abajo alcanzando una velocidad vertiginosa de modo que el salón se convertió en una rampa de lanzamiento por la que la muchacha tomó carrerilla hasta desaparecer sin dejar rastro. Por alguna extraña convergencia de parámetros telemagnéticos o ultrasónicos o termodinámicos o psicótrónicos, por algún fenómeno científico de nombre tan enrevesado como para trastabillarme al pronunciarlo, digo yo que miss. Dotty se volatizaría. ¡Qué sé yo! Soy corredor de bolsa, no doctor en física cuántica. No doy más de sí, de hecho, esto me supera.

De ahí que ahora me tiemblen las manos con el Times desplegado sobre la mesa al leer por enésima vez una de las CARTAS AL DIRECTOR que me tiene en vilo. De nuevo esas siglas, que bien podrían ser de cualquiera, pero me consta que son suyas pues acompañan una nota casi críptica por lo conciso y en esencia, un tanto absurda: “Un barco fabuloso, todo un emblema. Y aún sepultado en las profundidades, doy fe, descansa impoluto. Ya lo comprobarán en su momento.” Fue leerla y se me encogió el corazón. D.L.S, me digo y huelo a una anodina mezcla de pachuli con sal, cera Kendall y desinfectante. D.L.S, repito para mis adentros y no puedo sino carcajearme.

- Camarero, un güisqui. Por miss Dorothy Lisa Smith, responsable de limpieza del Salón Oriental y aledaños. Área común. Primera Clase. Diantres, los hay con suerte.

Paso las páginas hasta dar con el estado de la Bolsa, el yen peligra y el mercado asiático amanece a la baja. ¿Será una señal? ¿Y si hoy todo lo oriental se hunde? Trago saliva, demasiadas coincidencias. Pego un trago, me tomo un tiempo precioso del que no dispongo. Queda un número final, ya escucho el redoble de tambores. La City bulle, los gráficos se desploman y por azar les llevo a mis colegas cierta ventaja. De nuevo a contrarreloj, cada minuto cuenta. No soy supersticioso y aún así… Casi mejor, hoy invierto en dólares.






martes, 15 de marzo de 2016

Mere in FriKil@ND: Y tú... ¿Mangabessas o Mangakissas?






Si eres inquieto, curioso e intrépido. Si te pasarías la vida formulando preguntas y te atrae con una sed insaciable cualquier faceta de lo desconocido. Si el sol te sabe a poco y necesitas días de 36 horas seguidas.... Entonces esta es tu aventura, eres El Elegido.

Busco vecinos, no es nada nuevo. llevo años repoblando FriKil@ND con gente grande y recursos pequeños. Te invito a pasar la noche en un local muy particular donde podremos beber, tumbarnos, charlar en susurros, mirar al techo, repantingarnos y leer hasta que nos escuezan los ojos. Dormir, desvelarnos de madrugada, amanecer juntos y cambiarnos de ropa. No se trata de una cita a ciegas ni prometo besos, salir de mangakissas no supone necesariamente esmerarse en mangar kisses, nada que ver. Te ofrezco una percepción singular, única, otra visión de la noche. Ven conmigo y concebirás la penumbra y el silencio nocturnos de una forma distinta. Como un superhéroe verás en la oscuridad y tendrás la sensación de pisar un lugar sagrado. Te pongo a prueba... ¿Coges el testigo?

Las mangakissas son desde hace varios años establecimientos muy en boga en Japón. Estos locales, extraños y silenciosos como bibliotecas, están abiertos las 24 horas del día todos los días del año pero no es sino durante la noche envueltos en sombras se irradian paz y secretos.
Tanto estudiantes como trabajadores van a pasar un rato o incluso noches enteras antes de volver a la escuela o la oficina y leen mangas hasta el agotamiento para acabar durmiendo desplomados en sofás reclinables de cuero dispuestos al efecto y nada, ni siquiera unos pasos descalzos romperán la paz de su santuario.

Los locales más modernos, aparte de disponer de varios miles de mangas clasificados por género, también proponen toda una gama de servicios complementarios que van desde conexión a internet hasta servicio gratuito de duchas, venta de camisas blancas almidonadas, calcetines y cepillos de dientes de modo que tanto salarymen y salarywomen puedan salir al alba impecáblemente vestidos si lo desean dispuestos a aguantar el ritmo frenético del nuevo día, todavía en trance, tras haber pasado la noche en blanco viviendo aventuras en otros mundos más emocionantes y coloridos.

El éxito de este tipo de establecimientos radica en ofertar un refugio para jóvenes vacíos consumidos por la rutina y la soledad en un mundo complejo que crece por momentos. Lo que inquieta a las editoriales niponas que ven en ellos la causa de un ostensible descenso en las ventas. En efecto, los lectores japoneses compran cada vez menos mangas pues pueden leerlos en los mangakissas coincidiendo con otros frikis con sus mismos intereses y gustos que propician una amena conversación. He aquí, un excelente lugar de encuentro. Una de paradojas del mundo, lo mismo que nos separa del resto puede llegar a unirnos a unos pocos...

...Y si lo tuyo no son los precisamente los mangas pero bulles de tesón y creatividad y necesitas nuevas experiencias entonces dime. ¿Qué terreno inexplorado te privaría de tal modo que, rompiendo tu rutina, le dedicarías noches enteras? Personalmente, yo soy más de cómics franceses y belgas. Repoblo FriKil@ND ¿recuerdas? Pretende ser un espacio libre, hecho a nuestra medida. Cuéntame, búscaré tu paraíso. Y si está en mi mano, lo recrearé para ti igualito que en tus sueños. Daré con él, no escatimaré en recursos. Es más, me lo tomaré como una cuestión personal pues precisamos de refugios, nunca serán suficientes. Y si nos queda chulo, espero que también sea el mío.








martes, 8 de marzo de 2016

Hoy cenamos con... WOODY ALLEN.






Woody Allen es un tipo singular y un genio por añadidura, de por sí ofuscado y completamente transparente, cargado de virtudes y flaquezas, preocupado por cada detalle, arrastrado por la vida. Al igual que esos maravillosos personajes, tan suyos, que dedican gran parte de su energía a lidiar lo mejor que pueden con sus respectivas fobias y obsesiones en medio de la vorágine de una gran ciudad... Así es mi Woody, tan complicado y entrañable como el primer día. Y es por eso que le invito a cenar.

En "Annie Hall" Woody Allen interpreta a un comediante judío que se gana la vida actuando en clubes nocturnos. Se llama Alvy Singer y es una copia bastante fidedigna de sí mismo. Tiene 40 años, acaba de romper con su novia y con el bajón, decide recapitular sobre el curso que lleva su vida centrándose sobretodo en su relación con Annie Hall.

En una escena deliciosa del filme, Annie y Alvy están en la cocina preparando bogavantes. Se han escapado y corretean por el suelo. En el fogón el agua borbotea a la espera de escaldar a los pobres animales y pasar de su modesta existencia a menú suculento. Y Alvy grita histérico, no se atreve a tocar los crustáceos y menos a cogerlos. Su sola presencia le pone de los nervios y Annie bromea a su costa persiguiendole con uno de esos bichos en la mano para hacerle de rabiar. Fuera de sí, Alvy se esconde detrás del frigorífico y clama al borde del colapso:


"Deberíamos haber comprado filetes. Por lo menos, ¡no tienen patas!"





"Alvy, ya puedes salir de tu escondite. Diane Keaton se ha ido, solo estamos tú y yo. Ya está la mesa puesta, pronto llegarán mis otros invitados (vosotros). Son gente estupenda, te encantarán (garantizado :) Y Diane... Bueno... Pues se ha tenido que ausentar, digamos que no la he dejado opción. De modo que será una velada tranquila, cómoda, sin sobresaltos. Un encuentro sin pretensiones, amena charla, bromas inocentes... Vamos, buen rollo. Nos tocarás el clarinete si te apetece para un público muy entusiasta, poco exigente y absolutamente entregado. Soportaremos tus neuras que me consta compensarás con una enorme dosis de buen humor."

A lo que me responde:


"Odio la realidad, pero es el único sitio donde se puede comer un buen filete."


Entonces ¡Woody viene! :D * Por cierto, este hombre... ¡Qué perra con los filetes! Definitivamente, es carnívoro de la leche. A ver dónde están sus límites, solo espero que no sea canibal :S Me arriesgaré.


"Quédate con la camisa a cuadros si lo prefieres, todos iremos informales. Yo vestiré con pantalón beige de pinzas, chaleco, camisa blanca con una corbata ancha enlazada sobresaliendo informal... Como las mujeres del Soho a mediados de los setenta y seré tu Annie, solo por hoy."


Llegados a este punto, diría que la noche promete. Se nos presenta una exquisita reunión entre amigos con un invitado muy especial. Compré una botella de Domaine de Pellehaut para la ocasión y el vino ya está enfriándose... ¿Quién se apunta? 


"En casa, a las diez en punto."













martes, 1 de marzo de 2016

RELATO: "Editorial Nirvana".



Editorial Nirvana


Acostumbro a escribir de madrugada en el jardín, sobre la mesa de tuca del porche. Frente a una bandeja de vidrio llena de rodajas de naranja maceradas en ron y una enorme jarra de cerveza espumosa conmemorativa de la feria de Munich. No son para mí sino para mis invitados, obran como reclamo. Entro enseguida al trapo, huelgan los saludos. Arranco con unos diálogos para romper el hielo. ¿O debería decir monólogos? No, porque sé que vendrán. También que contestarán al cuestionario más pronto o más tarde.

-    Venga, Carlos, partamos de la siguiente premisa: Apartado 7. “Cuando coincidí con él aquella mañana de sábado me sorprendió que llevara una muñequera de farmacia en el brazo izquierdo”. A ver. ¿Qué crees que te paso? Me es indiferente, lo dejo a tu elección.
a-      Eres zurdo y te lastimaste la muñeca jugando al pádel. 
b-      En tu ingenuidad ayudaste a un amigo californiano con la mudanza y terminaste tú solito cargando con el microondas durante tres tramos de escaleras.
c-       Te quedaste encerrado en el ascensor y para superar el estrés, te esmeraste en hacer y deshacer compulsivamente un cubo de Rubik.
d-      Como campeón nacional de papiroflexia intentaste revalidar el título construyendo dos mil grullas de papel amarillas en menos de tres horas y media.

Conozco a los de su especie, sus carencias, sus temores, no en vano me tragué decenas de documentales para estar al día y poder compensar con creces su precaria vida a ras de suelo. Literalmente, no podían caer más bajo. Así aprendí que a los coleópteros les atraen los cítricos y que los gasterópodos son unos borrachines empedernidos. Como ves, soy de lo más considerado, renuncio a mi creatividad en pos de un servicio personal e interactivo, no doy un paso en falso ni me adelanto a los acontecimientos. Creo situaciones y ellos se dejan llevar. Ya está, así de sencillo.

-   Adelante, Marian. Lo primero, situémonos: Apartado 8. “En cuanto a ella, enseguida le noté algo distinto, un matiz que no lograba identificar hasta que se puso a leer en voz alta. Fue cuando reparé en esos pendientes divinos de nácar blanco con un toque vintage como los botones antiguos”. Dime, es tu turno. ¿Cómo sigue? Yo sólo transcribo, el resto es cosa tuya.

a-      Te los agenciaste en el mercadillo hippy tras quedarte dormida durante la proyección un filme de autor danés rodado contra pronóstico en la península de Cachemira.
b-      Recibiste un sobre anónimo. El misterioso remitente se ha tomado muchas molestias para localizarte, no es fácil dar contigo. Dentro están los pendientes y un plano del centro de Cork con una cruz pintada a rotulador sobre una destilería de whisky en desuso a la ribera del rio.
c-       Te los dio tu prima el día de Navidad. “Deshazte de ese maldito gorro de lana  que pareces Griffin en Men in black y aparte de él, no deberían quedar más arcanianos”.  Touchée.
d-      Fueron un regalo de tu amante, por eso te los ponías apurada camino del hotel frente al espejo retrovisor del taxi. No pudiste salir de casa con ellos puestos, tampoco con tacones o sospecharían. Prefieres no dar excusas que te tiembla el labio inferior cuando mientes. 

Termino de elaborar el test y aún es temprano, de ahí que  me entretenga un rato columpiándome en el balancín con cuidado de no hacer ruido. A veces se hace larga la espera, durante la primavera me tapo con una manta de viaje y bebo chocolate mientras que en verano doy pequeños sorbos a una limonada ácida y hago fotografías. En cambio, con el frío descanso. Éste es un trabajo de temporada pues de permanecer tiritando como buen anfitrión a la intemperie,  tampoco recibiría visitas. De nada serviría porque Buda es muy claro al respecto y en invierno toca hibernar. 

Aguardo, me pongo cómodo y oculto tras unas gafas de sol que preservan mi identidad, observo a través de la lente ahumada cómo van llegando mis clientes a cuentagotas. Primero aparece revoloteando Marian, tan colorida, bajo los tempranos rayos de sol luce sus alas azules con gracia seguida de cerca por un incansable Carlos que arrastra su concha en espiral cuando aún brilla cegador el rocío salpicando de reflejos que parecen diamantes… Lo que me recuerda que hago esto por dinero, no debo implicarme en sus desdichas. “No te encariñes, solo es negocio”. 






Hacen su discreta entrada vacas, asnos, tortugas y un sinfín de viejos conocidos. También se presentan tímidamente nuevas criaturas que por el boca a boca han sabido de mi trabajo y pretenden sumarse a esta particular romería de lunes alternos.  Porque la editorial engancha, es adictiva, he dado con un filón y no pararé hasta exprimirlo. Carlos avanza despacio dejando un sendero de babas a su paso que agua la tinta y emborrona las palabras. A media mañana consigue llegar hasta la letra d del apartado siete y no lo hace al azar, la rodea a duras penas formando un pegajoso círculo. Previamente Marian había hecho lo propio, se posó sobre la letra a del apartado ocho dejando sobre la vocal escogida un reguero de polen lo bastante llamativo como para captar mi atención.  Les ofrecí una extensa gama de futuros y tras calibrar sus opciones ambos se han decidido y parecen contentos.

¿Cómo me vi envuelto en este embrollo?  Ocurrió sin más mientras devoraba en el metro “Maldito Karma” la novela feel-good de David Safier. Fue justo entonces que me surgió una idea luminosa inspirada sin duda por lo precario de un trayecto bajo tierra. Soy un oportunista, suelo pillarlas al vuelo y puesto que los libros ayudan a sobrellevar la vida, pensé que por las mismas también podrían reconfortar tras una chunga reencarnación que pinta fea. Y por absurdo que suene experimenté con un saltamontes suicida y vaya si funcionó. ¡Eureka! Comprobando así que ante el delicado estado de un individuo desesperado que flaquea a medio camino hacia la iluminación, se pueden alentar sus fantasías con un futuro inventado, por remoto que sea. 

¿Has visto alguna vez un escarabajo deprimido? Resulta muy triste, imagina un bichejo bocarriba que abatido palidece hasta tornarse incoloro con grave riesgo de quedar aplastado desprendiendo un jugo verde-cian nauseabundo... Lo dicho, patético. Por eso mismo desde Editorial Nirvana proporcionamos todo un elenco de viajes, romances y aventuras alternativos, materializamos sus más íntimos deseos en packs integrales de cuentos personalizados a un precio de lo más asequible. Las urracas pagan en dinero y las abejas en especie, naturalmente, en cómodas mensualidades. Diría que realizo una importante labor social, no tengo mala conciencia ¿O debería? Me valgo de un vacío legal, trajinar con sueños no es delito. No hay engaño puesto que yo no prometo nada, todo es ficción y así consta en letra pequeña.

Claro que para cuando yo muera, no tendré quien me escriba como el coronel de Barranquilla y dado mi florido historial de fechorías, podría acabar convertido en ameba por derecho propio. La verdad, no me extrañaría… Pero seguiré jugando, pase lo que pase. Lo juro. Acepto el reto, no me asusta la partida. Soy bufón, juglar, genio y figura... Me apuesto una molécula de oxígeno a que daré con el chiste perfecto. Es más, me burlaré de mí mismo hasta fagocitarme de la risa.