jueves, 27 de octubre de 2011

Lina Cavalieri y la Fascinación por un Rostro

Lina era casi una niña cuando un amigo de la familia descubrió su hermosa voz al recibir clases de canto con catorce años.
Así fue cómo con un escaso repertorio de tan solo tres canciones la joven comenzó a actuar cada noche por una lira en un pequeño teatro de Viterbo para ayudar a su familia a salir adelante, poco después frecuentaría espectáculos en el barrio romano del Trastevere con su voz deliciosa...

Lina no solo tenía talento, también resultaba tremendamente atractiva. Pronto cautivó al público más exquisito de Roma, Nápoles, París, Berlín y Londres alcanzando gran renombre en los círculos operísticos.




Famosa por su voz, también por su incuestionable glamour la consagraron al estrellato como una artista única durante la Belle Epoque. En pocos años se había convertido en una mujer extraordinariamente bella y ese modo de cantar tan embriagador… Su semblante rebosaba melancolía transmitiendo al público un aire soñador muy distinto al temperamento altivo y vital que mostraban en el escenario otras sopranos de la época.

Fue durante una estancia en San Petesburgo cuando conoció al principe ruso Bariatonsky con quien contrajo matrimonio. Él le prohibió volver a actuar al considerar el canto poco apropiado para una mujer de su elevado estatus lo que contrarió a la diva y la sumió en una enorme pena y frustración que la llevarían a revelarse contra de los deseos de su esposo aceptando una fantástica oferta y pidiéndole el divorcio.




Ella retomó su carrera operística llegando incluso a acturar en la Metropolitan Opera de Nueva York donde canto al lado de Enrico Caruso. También protagonizo varias películas mudas, algo chocante tratándose de una prima donna. Por aquel entonces se le veía en los ambientes más selectos de la alta sociedad.

Ninguno de sus futuros maridos -ni el neoyorquino Robert Winthrop Chanler ni el tenor francés Lucien Muratore- conseguirían frenar la espiral de intenso trabajo como cantante y actriz en la que la Cavalieri se vería inmersa.

Su actividad frenética no disminuyó hasta que a los albores de la Gran Guerra aquella maravillosa voz que años ha la condujera al estrellato, daba las primeras muestras de agotamiento… se apagaba, perdiendo parte de su riqueza.
Obligada a reducir sus apariciones en público, Lina Cavalieri no volvería a ser la misma. Pero era una mujer de recursos y lejos de amilanarse y renunciar a una vida de éxito la incombustible diva optó por abrir un salón de belleza en Paris.



También publicó un libro titulado “Mis Secretos de Belleza” en 1914, en el que revelaba a las mujeres de su época sus trucos más íntimos:
Solía añadir una mezcla de sal, glicerina, extracto de violeta y vinagre a su baño y dormía reposando la cabeza sobre una almohada muy fina para evitar así el dolor de espalda.


Una vida intensa llena de avatares no harían sino consagrarla definitivamente como icono de su tiempo. Lina Cavalieri: Diva, bella... mujer ante todo.
Víctima de la fatalidad, Lina Cavalieri fallecía el 7 de febrero de 1944 cuando su casa a las afueras de Florencia fue bombardeada. Sin duda, todo un dramático final para la vida de una gran artista.


Tal fue la fascinación intemporal que causaba la cantante que aún su rostro fue reproducido obsesivamente por el gran maestro del diseño italiano Piero Fornasetti, estando exilado en Suiza en torno al año 1946, cayó en sus manos por azar una antigua publicación donde aparecían fotografías impresas de La Cavalieri… A partir de entonces creo más de 500 variaciones sobre el retrato de la diva, convirtiéndose en el leitmotiv de su obra.



En 1955 su vida fue llevada al cine en una mediocre película protagonizada por Gina Lollobrigida, con el original título de “La Donna piú bella di mondo” Da Trastevere alla corte dello zar. Vita, amori e avventure di Lina Cavalieri.

lunes, 24 de octubre de 2011

Póquer, humo y güisqui en la travesía del Misisipi

El sonido lejano de un silbato, el aleteo de ruedas con paletas... anunciaban la proximidad de un gran barco de fondo plano con chimeneas altas que rezumaba humo...




En los barcos de vapor viajaban toda suerte de pasajeros con independencia de su riqueza o status pues el escaso espacio abordo no permitía distinción de clases. Entre tan variado crisol de gentes, eran habituales los jugadores que si bien podían causar problemas, los capitanes sabían que si se les prohibía el embarque, sus ganancias se verían reducidas en unos 5,000 $ al año.





Del mito en torno a los Barcos a Vapor, nada ha despertado tanto interés ni desbordado más la imaginación que las historias abordo de los juegos de azar… casi todo es leyenda.




Solo en contadas ocasiones corría el güisqui entremezclado con humo de cigarro en torno a una baraja y se manejaban cientos de dólares lo que no impidió que algunos hombres incautos perdieran sus fortunas hipotecando hasta la camisa en la mesa de naipes mientras a otros una buena mano les cambiaba la vida… El azar, es lo que tiene.


Circulan muchas leyendas del juego en los barcos de vapor que tienden a mitificarlo todo. Incluso antes de la Guerra Civil ya los diarios se hacían eco de noticias más que dudosas sobre jugadores aventureros y audaces que si se les complicaba la partida no dudaban en desenfundar sus revólveres o en empuñar un arma blanca arrojando la mesa por los aires…


Uno de los casos que por entonces causó más revuelo fue la reyerta en la que se vio envuelto el famoso James Bowie. Poco se sabe del tal Bowie salvo que andaba metido en negocios de reivindicaciones de tierras y de contrabando de esclavos. Arrastraba un oscuro pasado, no cabe duda, pero nunca fue un cuchillero ni un jugador de cartas profesional. Sin embargo los sórdidos acontecimientos en los que derivó aquella partida le llevaron a una seria pelea en la que contra pronóstico resultaría vencedor, desde entonces se le conocería inexplicablemente como un magnífico luchador…


Lo más irónico es que ni siquiera era un jugador de cartas experimentado y a pesar de ello las historias sobre sus ganancias de juego abordo de los barcos de vapor que surcaban los grandes ríos se dejaron oír por toda Louisiana durante la década de 1850.

Lo que ocurrió en realidad en la mítica partida es que un jugador trataba de hacer trampas en la mesa de juego y como James Bowie había trabado amistad con una víctima del engaño, Bowie salió en su defensa enfrentándose al tramposo y tras acabar con su vida recuperó que le había sido arrebatado mediante argucias a su amigo. Después de aquello se le atribuyeron toda suerte de heroicidades y fechorías, tales como el haber matado al también legendario contrabandista Jean Laffite, en su mayoría mentiras.

Por lo general las veladas de juego discurrían entre caballeros en un ambiente distinguido y en plena calma, tanto es así que a finales del siglo XIX era frecuente la asistencia de ciertas damas. Se solía jugar sin apostar dinero ni fichas sobre la mesa, meramente por diversión.


Es cierto que algunos hombres eran mejores que otros jugando a las cartas, pero la mayoría de las más grandes partidas de póquer de la época tuvieron lugar en tierra en los Garitos de Juego de Natchez-Under-the-Hill y New Orleans.



Tras la Gran Guerra las partidas de cartas en las largas tediosas travesías del río irían siendo cada vez más ocasionales y también secretas desalentadas por las leyes locales de los estados que tenían jurisdicción sobre sus aguas a base de medidas disuasorias. Todavía se recrudecerían más las normas con la Ley Seca y la Generación de la Prohibición. Después de la II Guerra Mundial se declararía el Juego Ilegal en todo el país excepto en Nevada…


Y así fue como el juego de azar en los barcos a vapor quedaría tan sólo en un recuerdo nostálgico que mantienen vivo las películas y novelas históricas, algunos retazos amarillentos de periódico y unas cuántas fotos en sepia.

viernes, 21 de octubre de 2011

Yo tenía una granja en Africa...

"Yo tenía una granja en Africa, al pie de las colinas del Ngong. El ecuador atravesaba aquellas tierras altas a un centenar de millas al norte y la granja se asentaba a una altura de unos seis mil pies. Durante el día te sentías a una gran altitud, cerca del sol, las primeras horas de la mañana y las tardes eran límpidas y sosegadas y las noches frías" Así empezó todo.


Desde su primer día en la "granja africana" la joven Karen comprendió que había hecho bien en irse: allí sería reina en sus reino.
A los africanos los encontró imprevisibles, dignos y sentía por ellos gran curiosidad- visión muy alejada de los clichés que por aquel entonces corrían por la sociedad colonial. La sabana y los leones significanan la excitación de la caza, los refugios en lo desconocido y esos paisajes en ocres infinitos.

Pero pronto surgieron dificultades: las tierras que poseía no eran las más adecuadas para el cultivo del café y descubrió que su marido el Barón Bror von Blixen le había entregado a la vez que su título nobiliario, la sífilis y la soledad. La grerra acentúo aún más su actitud de solitaria altiva. Bror se puso del lado de los británicos y partió hacia el sur mientras ella tendría que lidiar sola con los azares climáticos, el desplome en las cotizaciones del café resultante del conflicto y la desconfianza de los colonos ingleses que la encontraban demasiado danesa y sospechosa de simpatizar con los germanos.

No obstante su soledad también fue algo escogido. Entre cacerías de leones, paseos a caballo y charlas algededor de una botella de champaña abierta en la veranda, esta brillante mujer construyó una especie de paraíso para su pequeño círculo de fieles amigos: aventureros tan imprevisibles como Bror, eruditos excéntricos y algo dandys, todos enamorados locamente de Africa.


El más atractivo era Denys Finch Hatton. Karen lo conoció en abril de 1918. Ambos se reconocieron inmediatamente como iguales, seres que no podían satisfacerse con una relación banal. El pacto amoroso que sellaron exigía que jamás uno podría poseer al otro permitió que su relación fuera larga y dichosa, aunque intermitente y provocó que Karen siguiera sola en su mundo, el de la granja.

Era madre y administradora de un pueblo de totos. Ella decidía, enseñaba, educaba, amonestaba, casaba, curaba... todo esto al antojo de su fantasía . Y transformó su casa en una morada encantada a base de tapices, cristales, de una cocina sutil, de flores flagrantes... La granja africana fue una curiosa mezcla de vida pionera y refinamiento aristocráticos, de peligro y dulzura de vivir.

Un templo erigido a Finch Hatton. Todo se organizaba alrededor de las idas y venidas del cazador. Eran verdaderas ceremonias amorosas esas cenas que Karen disponía a la manera de obras de teatro.
Ella le contaba a su amante viajero complicadas historias a medida, como con la esperanza de retenerlo por más tiempo, como una especie de Sherezade con vestido de noche...


A principios de 1931 la granja quebró, fue liquidada y vendida en pública subasta y en el mes de mayo Denys moría en un accidente de avión. Karen ya no tenía lugar en Africa, a nadie a quien contar sus historias...

Karen Blixen retornaría a Dinamarca y se consagraría a la escritura. Finch Hatton fue enterrado en las colinas del Ngong, en el lugar que habían escogido juntos un día cabalgando. Mucho tiempo después de su muerte, los leones seguían tendiéndose sobre su tumba.


"En la estación Samburu de la línea bajé del tren mientras echaban agua a la máquina y paseé con Farah por el andén. Desde allí, al suroeste, vi las colinas de Ngong. La noble ondulación de la montaña se alzaba sobre la tierra llana, toda azulada como el aire. Pero estaba tan lejos que los cuatro picos parecían insignificantes, apenas distinguibles y muy diferentes a como se les veía desde la granja. La silueta de la montaña fue borrada y nivelada por la mano de la distancia" Así acabó todo.

jueves, 20 de octubre de 2011

Xul Solar, el último Alquimista

Buenos Aires, años cuarenta. Oscar Alejandro Agustín Schulz Solari “Xul Solar” era un muchacho argentino hijo de emigrantes, que desde pequeño cogió la costumbre de recortar diarios y revistas que almacenaba en carpetas con retazos de publicaciones en castellano, inglés, alemán y portugués. Allí depositaba artículos y fotografías sobre arte, política y ciencia… sin duda, un amplio espectro y es que ya desde niño su ingenio y curiosidad no conocían límites.
En ellos casi nunca mencionaba ni fuentes ni fechas, como haría un investigador o un escritor y sin embargo aquel cúmulo desordenado de recortes de prensa carentes de cualquier resquicio de orden o metodología servirían de fuente genuína de inspiración para el futuro de nuestro joven artista.
Ya por entonces el pequeño Xul era un lector insaciable que con los años habría de compilar una excelente biblioteca. Las tijeras de Xul encuentran una y otra vez un incentivo en las notas de arte e historia sin tampoco desdeñar apuntes sobre urbanismo o de divulgación médica.
En esas recopilaciones tampoco faltan recetas de cocina o notas de deporte, cosmetología, cosmografía, química, agricultura, vida de los insectos o de los peces.
Lo bélico, los aparatos e ingenios guerreros ocupan un lugar importante en sus carpetas, quizá porque durante los años en que comenzó a armarlas el mundo estaba en guerra.
Necesitaba desesperadamente hallar respuestas a todas las preguntas, algunas irresolubles, que se agolpaban en la cabeza del joven autodidacta y las encontróen su mayoría entre los retazos de papel amarillento que coleccionaba. Otras se las proporcionaría el devenir de una vida intensa.

Viajó a Paris, conoció a Picasso y sus coetáneos frecuentando los cafés de Montparnasse, así fue cómo se empapó con las nuevas tendencias y sus revolucionarias formas de concebir la vida y el arte. Tras vivir en Europa durante doce largos años, retornaría a la Argentina y sería entonces cuando emergiera el Genio:

“Hombre versado en todas las disciplinas, curioso de todos los arcanos, padre de escrituras, de lenguajes, de utopías, de mitologías, huésped de infiernos y de cielos, autor panajedrecista y astrólogo perfecto” J.L.Borges.

Así le describiría su amigo el poeta Jorge Luis Borges mientras Xul se forjaba despacio a sí mismo entremezclando en su mente prodigiosa las experiencias vividas con viejos recortes de prensa para convertirse en un personaje singular, el verdadero alquimista de nuestro tiempo.

Los años en la casa de Palermo fueron realmente felices, allí vivió con Lita, su mujer y discípula y en ella se reuniría la avant-garde porteña durante la década de 1930. Borges, Victoria Ocampo o Adolfo Bioy Casares pasaban horas allí mientras Xul creaba palabras para sus lenguas inventadas o dilucidaba las reglas del panajedrez, un juego de su creación.

Muebles realizados por él, plantas misteriosas, objetos religiosos, instrumentos musicales readaptados y la biblioteca, con más de 3.500 volúmenes destacan sobre los pálidos y esotéricos rosados y celestes de los muros.

Marionetas, crucifijos, tapices tamarqueños, acuarelas del Zodíaco, un rincón con salamandra y vitrola… la grieta de la pared en azul, el tablero de ajedrez adaptado a uno de sus juegos inventados… una escalera tortuosa entre vidrios de colores dejando atrás el pavimento original con diseño de damero…

Y tras las cortinas tejidas por Lita, el sencillo taller del artista con su mesa de trabajo, ese viejo esqueleto que ríe inexplicablemente y su magnífica biblioteca… Aún en nuestros días la casa permanece intacta bañada en el color de mil y un inventos maravillosos que pudieron ser y apenas fueron.

lunes, 17 de octubre de 2011

La Mujer que Fumaba y el primer Desafío

En la versión cinematográfica sobre la novela de Colette “Gigi” filmada en 1958, la juguetona y coqueta parisina trataba de comportarse como la mujer perfecta según las reglas sociales de la época y así Gigí fue adiestrada en la selección del puro de calidad y presentarlo a un caballero.


Leslie Caron oliendo y enrollando puros cerca de su oreja para determinar su calidad. Estudia y conoce el cigarro, sí, ¡pero se supone que una señorita no debe fumarlo!


En realidad hasta bien entrado el siglo XIX ni el puro ni la pipa se consideraban un hábito exclusivo de los hombres tal como afirma John Cockburn, viajero británico incansable por tierras de Costa Rica, allá por 1735: “Esos caballeros nos dieron algunos puros... Las señoras solían fumar, tanto como los hombres”


En diversas citas del siglo XVIII aparecen hombres y mujeres en Europa y América fumando puros en cifras aproximadas. Esto no cambió hasta que los Clubs ingleses para Fumadores deciden permitir la entrada exclusivamente a caballeros victorianos.



A pesar de ello, hubo entre mujeres insignes algunas notables excepciones:

Amandine Aurora Lucie Dupin, baronesa Dudevant, más conocida como la novelista George Sand fue la más renombrada fumadora de puros de su época. También recordamos a la princesa de Metternich, la pintora de animales Rosa Bonheur y la amante de Lizst Marie d´Agoult que escribía bajo el seudónimo de Daniel Stern… Todas ellas amaban los puros.






La poetisa americana Amy Lowell llegó a estar tan alarmada ante la inminente estallido de la 1ª Guerra Mundial que almacenó 10.000 puros filipinos por miedo a la falta de suministro (de hecho Manila produce puros de calidad, entre ellos La Flor de la Isabela, desde que los marineros españoles introdujeron semillas de tabaco cubano en las islas en el siglo XVI)


Así pues en el pasado las mujeres que fumaban puros eran vistas como excéntricas y renegadas sexualmente. Así lo apunta Richard Klein en 1993: “…una mujer fumando puros enviaba la señal inequívoca de que había asumido la prerrogativa masculina de experimentar placer en público. Es por eso que los puros resultaban tan adecuados para las mujeres que mostraban su sexualidad en público- gitanas, actrices y prostitutas”.


Uno piensa en Carmen, la heroína de Bizet, que trabaja en la Fábrica de Cigarros de Sevilla y fuma desafiante en una esquina de la ciudad.






No olvidemos a Bonnie Parker que fumaba puros, escribía poesía y robaba bancos con Clyde Parker. Marlene Dietrich llevaba ropa de hombre en los años treinta y famaba puros en el Store Club con su amigo Ernest Hemingway.



Quizás Gigi respetara las normas de la perfecta señorita francesa, sin embargo su creadora, la novelista gala Colette fumaría toda su vida, más emancipada que su propio personaje.