miércoles, 30 de noviembre de 2011

Osa & Martin Johnson y Los Primeros Documentales


Cuando Osa Leighty conoció a Martin en Kansas, él ya había saboreado la aventura a bordo del Snark, velero con el que Jack Londen y Charmian Kittredge habían atravesado el Pacífico años antes. Ella partiría con el en su próxima expedición con el propósito de filmar por vez primera a los big nambas de la isla de Malekula en las Nuevas Hébridas (Vanuatu). Ambos sabían que la reputación de este pueblo caníbal no era una leyenda... efectivamente el primer contacto fue desastroso al ser hechos prisioneros por sus anfitriones, que simularon hospitalidad para atraerlos mejor al interior de la isla. Por suerte, el fortuíto paso de un barco por la bahía persuadió a los big nambas de soltar a los dos blancos y los cineastas huyeron a la selva tropical hasta su barco que permanecía anclado.
"Cannibals of the South Seas" tuvo un enorme éxito al poner emociones al alcance de un público muy amplio. A partir de entonces se podrían vivir aventuras cómodamente desde la butaca del cine, no estando reservadas a exploradores, etnógrafos y marineros más temerarios.
Después de los caníbales vinieron las fieras. Con un material de filmación puntero se dirigieron a Africa para ofrecer al gran público americano el festín del león, la muerte de la cebra y el coito del elefante, sorprender a un guepardo o a un búfalo... por conseguir un fotograma estaban dispuestos a todo arriesgando al máximo. En cierta ocasión, Martin se acercó tanto a una manada de rinocerontes que un macho adulto cargó contra él. Osa disparó sobre el animal que se desplomó delante del cineasta, que no se había dejado de rodar ni un centimetro de película.
"Trailing African Wil Animals" desató un gran entusiasmo y la pareja volvió a partir enseguida. De hecho, ya no dejarían de hacerlo en veintisiete años de matrimonio.
Crecían las expediciones, en los primeros años treinta un safari en África requirió 235 porteadores... Ella aprendió a pilotar su avioneta Osa´s Ark con la que sobrevolaría las sabanas, el Kilimanjaro y el monte Kenia.
Ya en Borneo siguieron el curso del río Kinabatangan en balsa y en canoa para perseguir con el visor cocodrilos y orangutanes en el territorio de los cazadores de cabezas tenggara.
Tras el rodaje de 8 maravillosas películas en los lugares más recónditos del planeta, la aventura para Osa y Martin Johnson terminó cuando sobrevolaban EEUU en medio de una tormenta que sorprendió al avión de línea en el que viajaban para dar una conferencia, una más de tantas.
Osa y Martin Johnson, dos pioneros de la cinematografía documental, no eran periodistas, ni actores ni científicos, sino apasionados cazadores de imágenes.
Simba, King of Beast (1928)






Babooa, Flying over Wild Lands (1932)



jueves, 24 de noviembre de 2011

La osadía de Rachel Pringle y otras Mujeres de Barbados







Rachel Pringel, hija de un maestro escocés y su esclava africana, fue la primera mujer de color que regentó un hotel en Barbados. Su belleza era tal que el capitán Thomas Pringle se la compró a su padre por un precio exhorbitante y le puso una casa en el barrio bajo de Bridgetown. Cuando el capitán comenzó a perder interés por ella, Rachel intentó consevar los favores de su amante y benefactor tomando prestado a un niño al que hizo pasar públicamente por hijo de ambos mientras Pringle se hallaba en alta mar. Al descubrirse la artimaña, el capitán la abandonó.
La mulata lejos de amilanarse ante semejante revés, encontró un nuevo protector aún más acaudalado si cabe llamado Polgree. En 1780 Rachel abrió el hotel que gozó de enorme éxito desde su inauguración entre los oficiales de la Marina Real Británica. Se cuenta que en 1789 un grupo de oficiales navales llegaron de visita completamente ebrios, encabezados por el príncipe Guillermo Enrique, quien más tarde ostentaría el trono de Inglaterra como Guillermo IV. Tales "caballeros" se embroncaron con la gente indiscriminadamente y destrozaron el interior del establecimiento causando muchos desperfectos. En lo mejor de la diversión el príncipe guillermo Enrique volcó la silla de Rachel y la tiró al suelo. Ella no dijo nada, pero al día siguiente antes de que zarparan, envió al futuro monarca de Inglaterra una factura detallada de 700 libras, una fortuna en aquel entonces. El noble la pagó a tocateja para que no se extendiera una imagen negativa sobre él por las islas. Con el dinero, Rachel restauró el hotel con gran pompa y lo llamó The Royal Naval Hotel. En 1821 hubo un incendio y nada queda de aquel lujoso hotel, pero la leyenda de la hermosa mulata aún pervive.

Rachel quizás fuera la más bella y desde luego no le faltaba osadía, pero no fue la primera de entre todas aquellas bravas y obstinadas mujeronas de Barbados, ni tampoco sería la última.
De hecho, los primeros Hucksters o vendedores ambulantes de Barbados fueron mujeres africanas que vendían alimentos y baratijas a los laterales de las calles en los días de la esclavitud. Llegaban a las poblaciones con bandejas en la cabeza llenas de diferentes artículos y un taburete bajo el brazo riéndo y cantando, proclamando su mercancía a voces. Deambulaban por la plaza a duras penas enfrentándose a leyes contrarias a "este comercio de objetos robados"a pesar de que en la mayoría de los casos la mercancía era adquirida legalmente. Los señores solían entregarles un dinero para aumentar la producción de la plantación y ellas les daban un porcentaje de las ventas. Otras esclavas cultivaban tubérculos o frutas en el terruño que les concedían sus amos
nveniencia.
Y es que la mayoría de las quejas contra la venta ambulante provenían de los comerciantes de Bridhetown más influyentes, que veían peligrar el lucro de sus propios negocios. Por eso aquellas mujeres fueron sometidas a múltiples torturas, azotadas y enjauladas en la plaza mayor con collares alrededor del cuello y los tobillos atados con grilletes... Pero nada consiguió disuadirlas y continuaron frecuentando los domingos las aceras de Fairchild Street con sus bandejas a rebosar de malangas, boniatos y quingomboes, especias, limas, papayas, naranjas y plátanos, con esos pequeños taburetes bajo el brazo que depositaban en portales y aceras...
Siguiendo la estela colorida de las antiguas vendedoras ambulantes, aún hoy las mujeres de Barbados andan pregonando sus artículos por las calles todos los días, en especial los sábados. Riéndo, cantando, con el mismo coraje de las esclavas de antaño.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

El Extraño Cargamento del H.M.S Bounty


Joseph Banks, un botánico de Gran Bretaña que viajaba con el capitán Cook a finales del siglo XVIII por las islas del Pacífico, descubrió que la fruta del pan era una prolífica fuente de alimento. Al difundirse la noticia, los gobernadores de San Vicente y Jamaica decidieron introducir la planta en las Antillas con el propósito de abastecer de alimento barato a tantos esclavos.
El 4 de abril de 1789, el buque HMS Bounty a las órdenes del capitán Bligh zarpaba de Tahití hacia las Indias Occidentales cargado con 1805 brotes de tan preciada mercancía. Parece ser que el capitán Bligh se preocupó más del cargamento que de su propia tripulación usando la poca agua fresca disponible a bordo para regar las plantas de fruta del pan que transportaba en sus bodegas.
Un trato distante y marcial unido al escrupuloso cumplimiento de las ordenanzas y la contrastada relajación de los marineros al convivir con las tribus autóctonas durante meses de desembarque propiciaron que la tensión a bordo del Bounty fuera en aumento hasta que el 17 de abril terminara por amotinarse parte de la tripulación capitaneada por el primer oficial Fletcher Christian, 11 hombres le secundaron.
El capitán fue abandonado a su suerte junto con 18 de los marineros que le fueron leales sobre un bote de una sola vela con la sola ayuda de un sextante y un reloj. Bligh realizó una gran hazaña navegando durante 41 días hasta la isla de Timor. Había recorrido unas 5.800 millas y perdido un solo hombre, muerto en un enfrentamiento con nativos hostiles de una isla, donde había intentado recalar para recoger agua y víveres.
En cuanto a Christian y los amotinados navegaban eludiendo el avistamiento de cualquier barco de la armada británica o serían apresados y condenados a muerte. El primer oficial y sus hombres encontrarían refugio de forma casual al atracar en la isla de Pitcairn al oeste del archipiélago de Tahití que por aquel entonces figuraba en las cartas marinas en una posición errónea y el error cartográfico dificultaba el que fuesen localizados. El 23 de enero de 1790 quemaron el Bounty, harían de Pitcairn su hogar con la esperanza de no ser jamás encontrados.
Cuando Bligh llegó a Londres, el almirantazgo le mantuvo en su puesto de la armada real y organizó otra expedición. En 1792 con el beneplácito del rey Jorge III, zarpó de nuevo hacia Tahití,volvió a embarcar la fruta del pan y esta vez consiguió llevar cientos de brotes de furta del pan al puerto de Kingstown, en San Vicente.
En enero de 1793 va se habían repartido por toda la isla y hasta nuestros días la fruta del pan crece en casi todas las islas del Caribe. Crece silvestre por cualquier parte, al alcance de todos, con el paso del tiempo saciando el hambre.
BREADFRUIT
(artocarpus incisa)
A sucker form one of the Original plants introduced by CAPTAIN BLIGH in 1793 on H.S.M.PROVIDENCE to ST.VINCENT

Esta placa conmemora el origen de la fruta del pan a su llegada a la Isla de San Vicente y aún puede leerse semiescondida entre frondosas ramas y algo desconchada por la corrosión de la humedad y el paso del tiempo en un pequeño cartel a la entrada del Jardín Botánico de Kingstown. Un puñado de palabras que me sabe a poco, para tan larga y temeraria travesía.










viernes, 11 de noviembre de 2011

Año 1824, Carrera hacia Tombuktú

En los albores del siglo XIV la ciudad de Tombuktú emergía bajo el sol ardiente del Sáhara con sus arcos en ventanas y puertas de madera maciza, salpicando torres y casas de adobe tan descoloridas que se confundían con la arena del desierto.

Allí confluían tres rutas comerciales en los remotos tiempos en que la sal era tan preciada como el oro, lo que confirió a sus habitantes de grandes fortunas y propició el emerger de un centro espiritual e intelectual de estudios islámicos sin precedentes en el norte de Africa en torno a la universidad de estudios coránicos.
Pero los insurgentes marroquíes arrasaron la ciudad en torno al año 1600 sembrando el caos y los estudiosos del Corán y la Astronomía fueron arrestados, dispersados y ejecutados en medio de la barbarie. Simultáneamente aquellos negocios que hicieron prosperar la ciudad, cayeron en declive y Tombuktú dejó de ser encrucijada de caminos para acabar invisible, eclipsada por las arenas.

Tombuktú significa “el final de la tierra” nombre del que a partir de entonces hizo gala. Al otro lado del Atlántico contemplaron cómo aquella ciudad de gran esplendor, en cuestión de décadas perdía su brillo, mostrándose hostil e inaccesible a los ojos de occidente.

Fue fortaleza remota, perdida e inexpugnable y permaneció como mito inalcanzable vedada al viajero durante tres siglos hasta que en 1824 la Societé Geographique de París propuso al mundo una gran hazaña. Tal insigne institución ofreció un premio al primer europeo que consiguiera alcanzar Tombuktú aportando pruebas irrefutables de haber llegado hasta allí.

El explorador escocés Gordon Laing, gran conocedor del África Sahariana, aceptó el reto completando el viaje desde Trípoli hasta Tombuktú dos años después, pero fue asesinado por unos bandidos poco después de iniciar el camino de retorno.
Fue entonces cuando el francés René Cailié recogió el relevo y comenzó su andadura. Tras discurrir por tortuosos caminos y afrontar innumerables peligros de los que milagrosamente salió con vida durante largos años de viaje, logró llegar a la ciudad legendaria. Al acceder a sus altos muros no recibió una cálida bienvenida, todo a su alrededor eran rostros esquivos y sombras. Tal fue el hermetismo de aquel aciago lugar que partió sin apenas descansar, pernoctando en Tombuktú tan solo cuatro noches tan amargas como hermosas que le parecieron eternas.

No me pareció ni tan grande ni tan populosa como había imaginado.
Todo estaba envuelto en una inmensa tristeza”
René Cailié.


Aún en nuestros días, sigue resultando difícil acceder a esta recóndita ciudad de Mali. Hay en funcionamiento un lento barco de vapor que sube el Níger río arriba y unos cuántos vuelos desde Bamako o Mopti que despegan cada semana mientras la arena se empeña en cubrir las escasas carreteras que atraviesan el desierto una y otra vez.


¿La ciudad está maldita? ¿Acaso habrá de permanecer perdida en medio de ninguna parte? Y es que el desierto del norte engancha con la cordillera del Atlas de Marruecos que la hace aún más inexpugnable.


Recientemente ha surgido un atisbo de luz, entre tanta penumbra: se rumorea que hay un café con Internet en aquella sórdida fortaleza ¿será capaz la tecnología de sumergir a Tombuktú de golpe y porrazo en el siglo 21? Tal vez se acerca el final de la leyenda.