sábado, 31 de marzo de 2012

Sundance... ¿Y tú, qué buscas?

Perdido en las montañas de Utah encontrarás Sundance, un centro artístico cuya existencia se debe a la extraordinaria visión de futuro del actor Robert Redford, que acarició la fama a finales de los 70 con el filme "2 Hombres y un Destino".

Interpretaba a un proscrito de la justicia encantador e indomable consagrándose en pocos años como el galán más irresistible de la gran pantalla. Pero Redford, al igual que su más emblemático personaje, siempre tuvo una alma rebelde y llegó un momento en su carrera cinematográfica en la que dio la espalda a Hollywood harto de tanta falsedad, manipulación y retorcidos intereses.

Fue entonces cuando invirtió todo su dinero en la compra de más de 15.000 Hectáreas de terreno virgen en las laderas de Utah, en medio de ninguna parte, con la idea de construir un refugio familiar donde alejarse de todo de una vez por todas. Muchos le tacharon de lunático y de transgresor, sin embargo el actor siguió adelante, aunque con ciertas variaciones respecto al plan original al decidirse por compartir con algunos amigos un puñado de sueños.

Durante la década de los 80, metido de lleno en el proyecto, concebiría aquel lugar como un paraíso para la comunidad artística. Haría construír edificios en perfecta armonía con el entorno sin superar la altura de los árboles, donde convivirían artistas y librepensadores en un lugar donde serían capaces de desarrollar su trabajo al margen de presiones consumistas sin ataduras comerciales.

En Sundance las cabañas están construídas con materiales naturales, madera y piedra, y decoradas al estilo de los indios navajos. El contorno de los edificios se difunina camuflándose en el paisaje, engullidos por la natura dueña y señora de aquel idílico lugar.


Pescadores, esquiadores, paseantes... Un lugar donde cada hombre va al encuentro de sí mismo en busca de un sentido.





Hay talleres de artesanía, fruto del trabajo con las manos. También se celebran recitales y conciertos y allí tienen lugar los estrenos de las últimas películas independientes El cine más auténtico, siempre fresco y en ocasiones delirante, que logra conectar con la calle y rebosa identidad.


"La creatividad está en el centro del concepto de Sundance" afirma Redford, orgulloso de su obra más genial.



¿Y tú, qué buscas? Claro, ahora vas y sonríes... Es que lo sabes y no me lo dices. Schssst... Calla entonces, que no importa, pero por fa sigue tus huellas adónde te lleven, pisando fuerte una tras otra.

jueves, 29 de marzo de 2012

Entrevistando a Rudyard Kipling

“Lo siento, Mr. Kipling, pero usted simplemente no sabe emplear el lenguaje inglés. Este no es un jardín de infancia para escritores aficionados”. Con estas "proféticas" palabras, Rudyard Kipling, que ya había escrito uno de los mejores relatos en la historia de la literatura, "El hombre que pudo reinar", fue despedido de su empleo de reportero por el periódico "The Examiner" de San Francisco.


Como son las cosas, el 20 de enero de 1901, ya en la cumbre de su carrera, Rudyard Kipling concedía una entrevista a un reportero del "New York Herald" al que recibiría cortesmente en su casa en Rottingdean, un pueblo pintoresco y acogedor que aún ubicado en el corazón de Inglaterra, guardaba gran parecido con les petites villages de la Bretaña francesa. En aquellos días el escritor contaba con un aspecto de lo más saludable, no parceciendo superar la treintena.


Sus ojos sobre todo destelleaban tras el reflejo de sus anteojos como si de un joven entusiasta se tratara, sonriendo ocurrente, interesado por todo. Conversaron sentados a ambos lados del escritorio, su codo descansaba sobre las hojas con tinta recién escrita, posiblemente emborronando unas letras de su escritura. Gesticulaba con sus grandes manos y de vez en cuando se revolvía en la silla con una risa jovial y sencilla.


Contaba sus impresiones sobre la India, país al que Kipling se refería con extrema ternura. Lo mejor que conocía era el norte, veneraba esa tierra y de ello hablaron durante horas. Y valga como paradoja, se sentía cómodo entre el pueblo ruso "porque ellos son tan Orientales"... siendo un gran admirador de Tolstoi y de sus apasionados personajes.


Era un hombre muy cultivado y gran amante de la música y la literatura. Declaraba sin tapujos el escaso deleite que le producía escuchar obras de Wagner y de Bach así como aceptaba el hecho de detestar abiertamente a Beethoven. En cambio disfrutaba enormemente escuchando a Gounod y sentía gran admiración por Offenbach. También admiraba a Rabelais, Maupassant y por el contrario no encontraba elogio alguno para D'Annunzio y "su ficción erótica ". Estaba lleno de contrastes y duplicidades que hacían de él un caballero singular tan controvertido como carismático.


" Sin duda se debe a mis inclinaciones Orientales " solía decir divertido, ante el estupor y fascinación que causaban aleatoriamente sus palabras en los círculos más selectos.



Amaba con pasión Bombay, lugar donde nació y pasó una infancia feliz:
"Para mí la Madre de las ciudades,
pero nací a sus puertas,
entre las palmeras y el mar,
donde el mundo y los barcos esperan..."

Tras una adolescencia sobria y estricta en Londres y multiples viajes por doquier, volvió a la India para contemplar el espectáculo abigarrado de los caminos y ciudades llenas de miseria y dolor, un mundo tan distinto y distanciado del de los barrios y clubes para británicos que frecuenta por obligación profesional y por pertenencia étnica y social (bailes, polo, fiestas, conversaciones, intereses y dengues de la sociedad victoriana) lo que le alarmaba tremendamente.


Y es entonces cuando se forja como un tajante defensor del Imperialismo tolerando el "paternalismo colonizador" de la metrópoli. Cree firmemente en el Imperio Británico y su misión mesiánica y heróica.


Defenderá tanto la ley como las convenciones "que encarnan disciplina, orden, tradición y sublimación del deber" en base a un romanticismo desfasado más propio de la temprana época victoriana que de los locos años 20.


Lo más curioso es que sus ideas no provenían de prejuicios de clase sino del absoluto convencimiento de que la India necesitaba ser guiada por pautas occidentales.


Cierto día, mientras leía como todas las mañanas el periódico, Rudyard Kipling se encontró con un anuncio en el diario que llamó su atención. Acto seguido escribió una carta al editor del periódico: «Acabo de leer que estoy muerto. No se olvide de borrarme de su lista de suscriptores» Por suerte no moriría hasta el año 1936, años después de recibir el premio nobel y otros insignes honores, tras convalecer anciano en su casa de Londres.


Su obra maestra es Kim en la que relatando las aventuras de un muchacho, nos ofrece un cuadro clásico de los aspectos más pintorescos de la India. Sin embargo fue criticado sin piedad por una sociedad que no le comprendía... "Solo por la calidad de sus historias Kipling cuenta siempre con la complicidad del tiempo que con extrañas excusas le perdona por sus puntos de vista" escribiría W.H. Auden. Así el poeta se mostraba de súbito "condescendiente", entre la adulación y el desprecio, haciendo gala de una sútil ironía.


En mi humilde opinión y tal como apuntara Henry James en cierta ocasión "sus cuentos y narraciones conservan la magia irresistible de los soles tórridos, de los imperios sometidos, de las religiones salvajes y de las guarniciones inquietas" y me fascinan. Nos mostró el exotismo de deidades azules ocultas en la jungla, de calles y ríos de intensos colores, empapados en ricos aromas... Nos habló de un pueblo ancestral entre verdes y ocres, azules y sombras.


Confieso que Rudyard Kipling cuenta con mis simpatías y es que no debe resultar fácil reconciliarse con el destino cuando te toca vivir a caballo entre 2 Mundos tan distintos en tiempos convulsos.

miércoles, 28 de marzo de 2012

"Sea el primero en ver América"

En la década de los 50, cuando el alojamiento asequible por las carreteras de Estados Unidos aún no estaban en manos de franquicias y cadenas hoteleras, el norteamericano comenzaba a valerse en sus vacaciones de una caravana.



Familias enteras hacían la maleta y se lanzaban a la autopista en sus coches, con un cajón plateado atrás, sonriéndo y cantando con la mirada al frente y la casa acuestas.



Hogares con ruedas, donde muchos recuerdan haber vivido escenas entrañables. Aquellas casitas de asfalto, bautizadas por sus dueños con nombres evocadores y legendarios como Airstream, Manor, Royal Mansion… que aluden a sueños de velocidad, a búsqueda de grandes espacios y sobretodo, a promesas de libertad escritas sobre el horizonte.



El eslogan turístico de la época era “Sea el primero en ver América” y es posible que nunca haya habido otra época en la que los viajes terrestres atravesando los inmensos campos del país fueran tan románticos y despreocupados. Y así fue cómo dejó de ser elitista el placer del viaje, un reflejo más del Sueño Américano.



El Shady Dell RV Park es un diminuto enclave que evoca en toda su gloria el mítico desplazamiento con remolque de aquellos años dorados.



Situado tras una gasolinera en un desvío de Old Douglas Road, contiguo a un cementerio y a menos de 2 kilómetros de la ciudad fantasma de Bisbee en el corazón de Arizona, descansan 10 remolques de aluminio y un yate varado de madera restaurados hasta el más nimio detalle.



Colchas de ganchillo, sillas de formica, fonógrafos con discos de vinilo de Elvis a 45 revoluciones, enormes radios de esas que se sintonizaban venga a girar y girar un botón, televisores de antena y la imagen en blanco y negro… hacen de esos cubículos encantadores, prodigiosas cápsulas del tiempo.



Nos levantamos temprano, se cuelan tímidos rayos de luz por la cortina. Frente al desierto devoramos una tostada y un café bajo la tela extendida atada al suelo y a la puerta, que mece suavemente el viento vespertino sobre nuestras cabezas.



Hace las veces de porche en un intento improvisado de inventar una sombra en medio de la calma absoluta. No se si se ha parado el tiempo o es que en el sur de Arizona corre más despacio quizás...



De frente, no hay más que el desierto extraordinariamente infinito que nos invita a adentrarnos en la soledad del polvo… Y conducimos a Bisbee, una ciudad minera abandonada, ahora refugio de una comunidad hippie frecuentada por artesanos y bohemios de todo tipo.



A poca distancia, carretera abajo, nos espera la frontera con Méjico. La carretera te acoge, sin importar quien seas, saboreando el sol y la tierra libre y sin ataduras.