martes, 26 de enero de 2016

RELATO: "8 Vidas y 1 Fuga".




8 Vidas...   
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Mi loja no es un establecimiento muy concurrido, solo recibe visitas esporádicas de mercaderes de poca monta, anticuarios de segunda, chatarreros y demás petimetres dispuestos a hacer negocio a mi costa. Por lo general tan “distinguida” clientela luego malvende en el mercado de abastos los juguetes de madera, chapa y mayólica recién remozados haciéndolos pasar por nuevos y yo hago la vista gorda. Así es la vida de un carpintero remendón y no me quejo, por un desafortunado incidente el gremio de ebanistas me dio la espalda y desde aquello me limito a regentar el Hospital de Bonecas en la Praça da Figueira sin más responsabilidad que comer cada día y pasar por la vida sin mayor revuelo. No estoy para reproches, corren tiempos oscuros y sobrevivir en la clandestinidad me temo nunca fue tarea fácil.

Volviendo a aquella tarde, no se presentó ni mejor ni peor que otras. Me comprometí a arreglar un triciclo sin cadena, un acordeón con el fuelle rasgado, un coche de hojalata desmaltado y una muñeca de porcelana calva y desnuda.  Ya, no eran precisamente reliquias pero su reparación me permitiría cenar por lo menos tres noches seguidas. Un lujo, dadas las circunstancias. Y en esas estaba, relamiéndome con la visión de un pollo en salsa cuando unos pasos descompasados resonaron en el umbral dando al traste con mi banquete. Me pudo la curiosidad, ojeé por la mirilla, bajo el portalón se personaba un insólito huésped que quedose ahí plantado, expectante como el cartero. No sé quién le dio razón de este taller ni cómo diantres consiguió llegar hasta aquí en su deplorable estado pero lo hizo. Intenté ignorarle, pensé que desistiría… Había escuchado historias sobre criaturas errantes y me consta que no presagian nada bueno. Pero no se separó de la portezuela, permaneció ahí callado y aterido de frío un tiempo que se me hizo eterno. ¡Pobre diablo! Prudente, perdido y tan mancillado en su pundonor que no se atrevió ni tan siquiera a hacer sonar la campanilla.

El desgraciado solo llevaba un pantalón de peto rojo con parches, camisa blanca, lazada negra y un gorrito bastante estúpido. No sé, quizás fuera esa oreja colgando lo que me conmovió o la pierna enclenque de madera de pino que arrastraba clavando el zapato de hebilla en la tierra como un rastrillo… No, lo cierto es que fueron sus pupilas dilatadas las que me partieron el alma, pude ver a través de ellas y vislumbré un miedo atroz. Huía de la penumbra, llevaba oculto demasiado tiempo y el viento del norte arreciaba ahí fuera de modo que flaqueé, no soy de piedra y le dejé pasar acarreando consigo su tremenda desazón. Un gesto fue suficiente, ladeé la cabeza y comprendió: Entraría con su pequeña maleta que dejó apoyada sobre el mostrador para luego dejarse caer frente a la salamandra al abrigo de la lumbre. Apenas mediamos palabra. ¿Para qué? Sabía de dónde venía, quienes le acecharían tan pronto amaneciera e incluso a qué me exponía yo proporcionándole cobijo. También que cuando llegara su hora me encogería como un ovillo y les dejaría hacer sin oponer resistencia. No soy ningún héroe, me falta madera.

Al rato me puse en faena, no podía dejarle así. Atornillé su rodilla desvencijada, le acoplé un ojo de vidrio reluciente, le cambié un par de clavijas del hombro y lijé dos de sus dedos desportillados. Trabajé contrarreloj, tanto la luz de gas como el martilleo continuo nos delataban. Y como cabía esperar, por más que le supliqué, el odioso reloj de cuco no perdonó ni un tic-tac y se hizo la medianoche. Apenas quedaba tiempo, la tensión me podía. Yo, cada vez me hallaba más febril en contraste con la calma de mi paciente frío y sesudo. Ni un gemido, ni un sollozo, si le dolió algún ajuste de tornillos ni se inmutó tragándose el sufrimiento.

“Pinsiete - dijo llamarse – Pero todos mis nombres se esfuman  y éste no me pertenecerá por mucho tiempo” - puntualizó. Definitivamente, era un títere errante por siglos fugitivo que presumiblemente ya había pasado lo suyo y para quien el mañana no pintaba mucho mejor. Rebusqué en mi memoria marchita: “Ocho vidas tienen los títeres, solo una más que los gatos y seis menos que las mariposas” – tras lo que, incómodo por mi poco tacto, maticé enseguida – “Claro que solo son habladurías…”  Añadiendo así una perfecta mentira a mis demás deshonras pues el Tratado de las Especies era muy claro al respecto. Así es como morían los de su naturaleza, estaba escrito de modo que Pinsiete tenía los días contados y languidecería sin excepción. 

Le ofrecí un lecho, las virutas de serrín parecían lo bastante mullidas como para recostarse y simulando estar agusto intentó descansar en vísperas del día horribilis. La madera se deteriora, es lo que tiene y allí tendido, tras toda suerte de peripecias, mi diminuto invitado semejaba un niño viejo. Durmió. Soñó, supongo, hasta que de nuevo estalló el chirriante reloj de cuco sin el menor escrúpulo dando la bienvenida al alba. Y surgió el sol y al astro le siguieron las irritantes sombras que se arrimaron a las ventanas empañando el vidrio de vaho caliente. Osadas, arrogantes, nos rondaban divertidas. El taller permanecía cerrado, sumido en silencio si bien solo era cuestión de tiempo que los escurridizos esbirros del museo de marionetas consiguieran colarse por alguna rendija. Son ellos, no es ningún secreto. Así es como el Museu da marioneta reacciona de acuerdo con el protocolo ante cada caso de evasión. Activa sus mórbidos tentáculos desde su sede en Rua da Esperança por toda Lisboa para dar captura a sus huéspedes para luego complacerse en servir de residencia obligada a todos esos títeres olvidados, mecidos por la lluvia hasta enmohecer.

Los intrusos terminaron por acceder al sótano y al percatarse Pinsiete de su desagradable presencia, le urgió entregarme la maleta con sus pocas pertenencias: “Tome, confio en que hará buen uso de ella”. Con esas crípticas palabras me la dejó en custodia y eso que solo contenía un diario escrito de su puño y letra y un desgastado ejemplar de Moby Dick. Cruzamos una mirada fugaz y nos despedimos, le neutralizarían por momentos. Entonces Pinsiete clavó sus iris en la llama titilante y en medio de una serenidad pasmosa se preparó para morir recluyéndose en una esquina, era algo que debía hacer solo. Fue entonces que las sombras le envolvieron borrando su mente en un torbellino de recuerdos mientras yo callaba y falto de aplomo me mantenía al margen

Me maldije apretando sendas encuadernaciones contra mi pecho en un ataque de rabia contenida siendo justo ante esa proximidad que el diario me tocó el corazón y reparé en tantas historias que guardaba escondidas… “¿Habría sitio para otra más?”- me cuestioné, nunca una pregunta retórica resultó tan efectiva y es que en ese instante se me hizo la luz embarcándome a ciegas en un plan de lo más absurdo: De inmediato me vi arrancando como un vándalo un grabado de la célebre novela de Herman Neville con la ballena en primer plano para, en otro impulso sinsentido, introducirla al azar entre las páginas en blanco del cuadernillo junto con el botón que se le cayó al títere errante en plena trifulca. No contento con aquella sarta de despropósitos continué, estaba en trance. Movido por un ansia descomunal tanteé el tablero de la mesa hasta hacerme con un punzón: “¡Servirá!”– me dije entusiasmado. Y abrumado por mi repentina determinación hundí su punta afilada sobre la tapa del diario rasgando el cuero. “P-I-N…” Marqué con saña, solo que para entonces Pinsiete yacía inerte en el suelo y esos malnacidos se disponían a llevárselo a rastras. 

En mi impotencia grité a la bruma: “Pinsiete, ¡renace! Si contabas con ocho vidas, aún te queda una.” Y fue in extremis, en medio de un último repunte de disparatada euforia, que logré clavar una vez más el punzón sobre la cubierta con mis manos temblorosas forjando así para mi leñoso amigo un nuevo nombre que estimé de lo más adecuado. “Te deseo una vida de cuento.” – susurré mientras el diario incompleto engullía de buen grado tanto a títere como a ballena. “En adelante, te llamarás Pinocho”. Y el modesto papel a rayas se hizo leyenda

No será una profesión tan ingrata, después de todo.



... y 1 Fuga.





13 comentarios:

  1. Hola, Mere... Creo que el gremio de ebanistas cometió un error al prescindir del carpintero remendón
    Me ha encantado que los esbirros del museo de marionetas no hayan podido acabar con el títere errante... y que Pinsiete se haya transformado en Pinocho... toda una leyenda, si... que me encantó cuando la conocí
    Lo que desconocía es que antes de ser Pinocho fue Pinsiete ;-)
    También me ha encantado la transformación de la primera imagen en la segunda ;-)
    Besos

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    1. Hola, Mela. Tienes razón, ese carpintero remendón es una auténtica joya.
      El títere errante ha logrado esquivarles de un modo inesperado. Pinsiete merece empezar de nuevo lejos de de sus perseguidores en la figura de Pinocho, un ser entrañable.
      Pinsiete es el gran desconocido, una lástima ;)
      Eran dos imágenes juntas, la bonita constaba arriba y la siniestra era su reflejo. Yo las he puesto justo a la inversa porque la vida de Pinsiete es triste y la de Pinocho aunque ajetreada está llena de oportunidades.
      Un besazo.

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  2. Supongo que ya te habrán dicho multitud de veces que tienes una imaginación infinita.

    Era evidente que el Pin antes de ser ocho tenía que haber sido siete.

    Y todos sabemos que su vida de cuento estuvo bien.

    Claro que al carpintero se le mezclaron las cosas y lo que le crecía acabo siendo la nariz.
    Bueno, con eso se consiguió que no estuviera mintiendo todo el día.

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    1. Hola, Guille, tú sí que eres un escritor prolífico y ocurrente, a "Revelión" me remito. Por mi parte, me gusta tirar del hilo y empalmar unos datos con otros, luego las historias salen solas y resulta divertido.
      Me encanta que le encuentres lógica a la evolución de Pin, de siete a ocho- Aún partiendo de un par de parámetros algo surrealistas, también lo encuentro absolutamente racional, faltaría más :)
      Digamos que sí, hemos mezclado churras con merinas, narices emergentes con tornillos varios pero llegados a este punto de desvarío, supongo que ya es lo de menos.
      Eso, Guille. Y es que en un mundo delirante no hay sitio para las mentiras.

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  3. Hubiera sido el colmo que el carpintero fuera de piedra ¡bien por él! que le pudo más la curiosidad que el pollo en salsa...
    Me gustan los museos de marionetas y muñecos antiguos pero visto así como lo planteas ya es otra cosa...me están dando pena los títeres sin cabeza!
    Y qué buena inspiración tuvo al final de esta historia (que es el comienzo de otra) ¡nunca un punzón pineó tan bien un libro!! presuntamente con saña, le dió la mejor vida a la madera...

    Lástima que esta página tan interesante que estoy leyendo con el origen del nombre de Pinocho no lo engulliera el diario pues así sí que estaría completo!!
    Ojalá pudiera proponer algún día éste y recrearlo ya sabes cómo, como.
    Larga vida a Pinsietocho!!
    Un beso

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    1. Desde luego, María E. Si el carpintero fuera de piedra aquello ya sería una casa de locos y difícilmente manipularía las herramientas.
      A mí también me encantan esas vitrinas llenas de caritas dulces pero a la vez me da pena que se limiten a estar de exposición, no nacieron para ese cometido.
      Sí, el carpintero tuvo su momento de inspiración. Menos mal, que si no... ¡a quién le daría la vara Pepito Grillo!
      Justo, María E. Al no constar en el diario, se perdió la historia de Pinsiete. Lo único positivo de dejarla atrás, es que era una historia muy triste. Ojalá pudiéramos borrar así, de un plumazo, los malos momentos. Claro que son parte de nosotros y esos reveses nos hacen más humanos.

      Larga vida ¡¡¡y muchos soles!!! Que hasta ahora ha pillado mucha lluvia :) Un besazo.

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  4. Pensaba leer el capitulo que tengo atrasado de la blogonovela y me he encontrado con otra historia fantástica.

    Me ha encantado este ebanista que intenta sobrevivir dia a dia y como aparece Pinsiete esa tarde en su taller. Como se apiada de el y como en el último momento lo convierte en Pinocho. Vivan los buenos relatos y viva Lisboa. Un beso

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    1. Hola, Rocío. Lo has resumido maravillosamente. Pinsiete le pasó el relevo a Pinocho y nosotros fuimos testigos de un renacer.
      Yo también adoro Lisboa, de ahí este pequeño homenaje.
      Besos.

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  5. Holitaaa! No se donde tengo esta cabecita. El día después de la publicación lo leí, tuve que dejar el comentario para después y mira. Es que ahora me ha dado por desterrar mi vida sedentaria y hacer ejercicio. Qué mejor acompañante en mis caminatas que tus historias :).
    La verdad es que no estuve muy avispada hasta que leí toda la historia y me di cuenta de todo. La historia me resultaba muy muy familiar pero pinsiete como que no lo ubicaba. Me daba mucha penita leer por todo lo que pasó y su sacrificio pero el viejo carpintero le dio la oportunidad de vivir otra vida, una de cuento, grabando un nuevo nombre. Pinocho. Ahí caí! Y qué bueno entonces lo de pinsiete! Qué mal por no haberme dado cuenta antes. Mil puntos menos para mi. Y eso que pensaba que el ejercicio sería bueno para mi.

    Un besote

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    1. Hola, Leo. No te preocupes por la demora, ya sé que cuando publicas el tweet primero es cuando lo lees y te imagino haciéndolo.
      Cuando lo escribí, intenté que no lo pillarais hasta el final, que fuera la sorpresa de las últimas líneas así que no te mortifiques, es justo lo que se pretendía. Es más, lo prefiero así, lo que chafa es que te digan que se habían dado cuenta desde el principio.
      Además, lo has descrito muy bien y te implicas en la historia y te encariñas con los personajes y eso, querida Leo, no tiene precio :D
      ¡Y qué magnífica combinación! Leer y pasear... un privilegio.

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  6. Pues me siento aliviada, la verdad :D.


    P.D: Te adelanto que me ha gustado especialmente el último capítulo de la Novela. Ya se va destapando todo! A lo largo de la mañana subo el comentario. Felicidades de antemano por que me encanta.
    Lo de caminar, celebró que por fin haya sacado fuerza de voluntad. Me he enterado tarde de TODOS los beneficios que tiene. Espero ser constante.

    Un besote

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    1. Lo pillas en su debido momento, Leo, te considero una lectora muy perspicaz :)
      Qué bien que te ha gustado el capítulo, Leo :D Lo difícil va a ser elaborar un desenlace ahora que ya he dicho tanto. Lo intentaré.
      Yo también me estoy obligando a caminar, no solo es sano sino también relajante. Otra cosa que hago es buscar vídeos de Youtube de baile latino (facilitos;) y seguirlos en pijama o en mallas en el salón :D Muy aconsejable.

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    2. Tomo nota de la recomendación ;)

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