Cuenta la leyenda que en los tiempos remotos del Reino de Pugyal, el rey Natri Tsarpo hizo convocar a los magos bön-pos de las seis tribus del yak. Le consumía la tristeza, miraba al cielo y no lograba adivinar el contorno del yak en las nubes... El monarca fue tajante: De no curar su alma, serían desterrados a las tierras orientales. Los magos blancos ascenderían laderas hasta rozar las cumbres y con ofrendas de humo invocaron a los espíritus montañeses. Tocaron las banderas de oración y arrojaron cartas de cinco colores para producir mantras y reforzar el prana... pero el rey seguía sin sonreír, todo parecía inútil. Entonces Naro-bon-chung, el gran maestro blanco que volara una vez en el torneo mágico con Milarepa, habló como "poseedor de la cuerda celeste y señor de los ocho rayos" y todos le escucharon: "El rey Natri Tsarpo no sanará jamás, a menos que escuche el canto del Lagur Ñato y recite el mantra a medianoche. Solo entonces alcanzará el caballo de viento y sonreirá como antaño".
Aquel monito de pelaje dorado y rostro azul cantó al rey Natri Tsarpo con tan preciosa voz, que sus ojos de nuevo se iluminaron. Fue entonces que se desató la fiebre incontenible de los cazadores y el mono de oro se vio obligado a huir hacia la nieve y los rios helados de Hengduan. Lejos de la pantera, del lince, del lobo y el chacal. Pero sobretodo, lejos del hombre que ansiaba su canto.
- Dime, Mi-Shin ¿tú los has visto?
- Solo una vez, durante el festival de Naggu. Antes, no sé... Bajé muy niña de las montañas. Para los chinos, es un Gremblin, un animal venerado.
- En el festival de Naggu, en medio del gentío... ¿Cómo pudo ser? Alguien debió llevarlo ¿no?
- Descendió las nieves de Henguang con un pastor nómada de mi tribu, los quiang. Nos llaman "la gente del cielo" pues procedemos de las tierras altas. Somos guardianes y aquel pastor faltó a su promesa vendiendo su pequeño tesoro al mejor postor en la plaza del mercado.
- Claro, todos lo querían y fue subastado. ¿Y quién lo compró?
- Se lo quedó el anciano La, que pujó incansablemente superando una y otra vez las pujas de los ricos comerciantes. Se hizo con él a cambio de toda su fortuna. No le quedó nada salvo el bazar y la tutela de un nieto que le ayuda.
- ¿Quién es? ¿dónde puedo encontrarle?
- Es chino, procede de Manchuria. Lleva barba blanca hasta la cintura, pelo gris que le tapa media cara y una uña larga en la mano derecha, más bien azulada. Posee una tienda de antigüedades cerca del río aunque desde que compró el Gremlin casi nadie lo ha visto, se oculta en la sombra.
- Daré con él, quiero ese mono amarillo.
- No deberías, Lucy. Ese hombre esconde algo oscuro y tenebroso... Te maldecirá, arruinará tu vida si te acercas.
Mi-Shin traía cada mañana temprano mantequilla y leche de yak a la encantadora casa de estilo colonial. Mientras Lady Sybilla White tomaba el te y leía a Byron en su flamante jardín, Lucy tenía por costumbre escurrirse a hurtadillas hasta la cocina para escuchar las historias que contaba la joven lechera quiang. Era una niña preciosa de ocho años y ojitos brillantes, llena de luz y energía, que por lo general conseguía todo lo que se proponía. Lucy era la hija mayor de Sir L. Claude White, un funcionario político del imperio británico destinado en la remota provincia de Sikkim. Casualmente Mr.White partía esa misma mañana hacia las montañas del Tíbet en busca de la mejor ubicación para una fábrica de hielo. Lucy le pidió a su padre que le trajera uno de esos monos dorados, que cantaban de ensueño... Pero Mr. White andaba preocupado por el rudo trato que propinaban con sus gestos los criados a las delicadas lentes de su material fotográfico, durante la expedición pretendía registrar en sus fotografías puentes, caminos y gentes tibetanas. Sería el primero en fotografíar el la cumbre del Everest con su cámara de placas. Aprovechando el trasiego de maletas, baúles y demás enseres que acompañarían a Mr.White en su expedición, Lucy decidió actuar por su cuenta. Por suerte contaba con su amiga la lechera, su fiel guardiana, que no la abandonaría pasará lo que pasara.
- No deberías, Lucy. Ese hombre esconde algo oscuro y tenebroso... Te maldecirá, arruinará tu vida si te acercas.
Mi-Shin traía cada mañana temprano mantequilla y leche de yak a la encantadora casa de estilo colonial. Mientras Lady Sybilla White tomaba el te y leía a Byron en su flamante jardín, Lucy tenía por costumbre escurrirse a hurtadillas hasta la cocina para escuchar las historias que contaba la joven lechera quiang. Era una niña preciosa de ocho años y ojitos brillantes, llena de luz y energía, que por lo general conseguía todo lo que se proponía. Lucy era la hija mayor de Sir L. Claude White, un funcionario político del imperio británico destinado en la remota provincia de Sikkim. Casualmente Mr.White partía esa misma mañana hacia las montañas del Tíbet en busca de la mejor ubicación para una fábrica de hielo. Lucy le pidió a su padre que le trajera uno de esos monos dorados, que cantaban de ensueño... Pero Mr. White andaba preocupado por el rudo trato que propinaban con sus gestos los criados a las delicadas lentes de su material fotográfico, durante la expedición pretendía registrar en sus fotografías puentes, caminos y gentes tibetanas. Sería el primero en fotografíar el la cumbre del Everest con su cámara de placas. Aprovechando el trasiego de maletas, baúles y demás enseres que acompañarían a Mr.White en su expedición, Lucy decidió actuar por su cuenta. Por suerte contaba con su amiga la lechera, su fiel guardiana, que no la abandonaría pasará lo que pasara.
- Escucha, Mi-Shin, tengo un plan. Antes de marchar hazme un hueco en el carro, detrás de los sacos de avena. Sin que nadie se dé cuenta, me iré contigo.
- Eres solo una niña, no llegarás muy lejos. Te pillarán y te caerá una buena regañina. Para una niña británica, hay muchos peligros ahí fuera ¿lo sabías?
- Haré cualquier cosa para conseguir ese Gremlin. Mira el trajín que han armado... hoy es el día perfecto.
- Olvídalo, Lucy, ¡es una locura! No lo conseguirás. Te matarán ¿entiendes?
- No tengo opción. Si quiero ese bicho, tendré que actuar ¿no? Pues lo haremos a mi manera y muy pronto ese mono será mío. Si me ayudas no se lo contaré a nadie, te lo prometo.
- Pongamos que lo hicieras... El anciano La no querrá recibirte. No se trata con nadie y menos con extranjeros.
- Le pagaré bien y eso lo cambia todo.
Mi-Shin llevó a Lucy en su carro hasta Naggu, quien tras corretear por el muelle dio con el bazar del Mr.La. Ocho farolillos colorados enmarcaban una puertecita entornada, pequeña, justo de su tamaño. "Mr. La debe de ser muy bajito" pensó la niña, de un ramalazo. Sobre el umbral brillaba un cartel en destellos rojos escrito en manchú: "Hallarás justo lo que necesitas". Cómo lo pudo entender Lucy, no deja de ser un misterio. Asomando un ojo por la rendija, la niña pudo ver toda suerte de cachivaches esparcidos en la penumbra y un hombre al fondo de cierta edad, flaco y cansado, colocado en posición de árbol, con la mirada entornada, las manos juntas sobre el pecho y el busto inclinado levemente hacia delante.
- Miss.White, sea bienvenida a mi humilde casa.
- Gracias por recibirme, Mr.La.
- Me pregunto, joven Lucy, si en verdad sabe por qué está aquí.
- Vengo desde Sikkim para comprar el lagur dorado.
- Insisto, señorita. En realidad ¿sabe lo que necesita?
- En efecto, Mr.La. Necesito ese Gremlin. Pagaré su peso en oro, si es necesario.
- El dinero no es la cuestión. Hacerse cargo de un Lagur Ñato implica serios cuidados y usted, jovencita, aún no está preparada para asumir tal responsabilidad.
- ¡Sí que lo estoy! Cuido en casa de un par de grullas, tres gatos y un papagayo. Además he estado leyendo, sé todo lo que hay que saber sobre el lagur dorado. Se alimenta de frutas, retoños, hojas, cortezas de los árboles, helechos e insectos bajo las piedras... Conmigo no le faltará de nada, se lo aseguro. También conozco a sus depredadores: panteras, linces, chacales, lobos, azores... Le defendería con mi vida, si fuera preciso.
Mr.La sonrió debilmente, atisbaba decisión y coraje en el corazón de la niña. ¿Y si fuera ella, realmente la Elegida?
- Cierto, Lucy. Veo que los conoces bien. Pero hay más, no lo sabes todo. Y es que desconoces su lado oscuro, el más peligroso. Si se mojan, se multiplican, de ahí que vivan en grupos de hasta 600 individuos en medio de las montañas. Los pastores quiang bien lo saben, llevan 4000 años habitando las tierras altas con la ardua misión de custodiarlos. Y eso no es todo, si comen después de la media noche, se transforman en auténticos demonios. ¿Te das cuenta? No los puedes tratar a la ligera ¡como a cualquiera de tus muñecos! No son mascotas, si no seres sagrados. No está aquí para hacerme reír, es mi honolable invitado.
- En efecto, Mr.La. Necesito ese Gremlin. Pagaré su peso en oro, si es necesario.
- El dinero no es la cuestión. Hacerse cargo de un Lagur Ñato implica serios cuidados y usted, jovencita, aún no está preparada para asumir tal responsabilidad.
- ¡Sí que lo estoy! Cuido en casa de un par de grullas, tres gatos y un papagayo. Además he estado leyendo, sé todo lo que hay que saber sobre el lagur dorado. Se alimenta de frutas, retoños, hojas, cortezas de los árboles, helechos e insectos bajo las piedras... Conmigo no le faltará de nada, se lo aseguro. También conozco a sus depredadores: panteras, linces, chacales, lobos, azores... Le defendería con mi vida, si fuera preciso.
Mr.La sonrió debilmente, atisbaba decisión y coraje en el corazón de la niña. ¿Y si fuera ella, realmente la Elegida?
- Cierto, Lucy. Veo que los conoces bien. Pero hay más, no lo sabes todo. Y es que desconoces su lado oscuro, el más peligroso. Si se mojan, se multiplican, de ahí que vivan en grupos de hasta 600 individuos en medio de las montañas. Los pastores quiang bien lo saben, llevan 4000 años habitando las tierras altas con la ardua misión de custodiarlos. Y eso no es todo, si comen después de la media noche, se transforman en auténticos demonios. ¿Te das cuenta? No los puedes tratar a la ligera ¡como a cualquiera de tus muñecos! No son mascotas, si no seres sagrados. No está aquí para hacerme reír, es mi honolable invitado.
La niña asintió mientras su carita ensombrecía, consciente de que aún era muy joven, inexperta, impulsiva... Entonces unos ojillos dorados destellando sobre un rostro azul, asomaron entre un candil de bronce y un gramófono... era el gremlin. Niña y mono se imitaron mutuamente para terminar jugando al escondite y él cantó para ella con su voz melodiosa. Luego el monito desapareció, sin más. Trepando por un perchero, saltando tras la mecedora... y Lucy le dejó marchar, convencida de que volverían a verse cuando llegara la hora.
- Tú y el lagur congeniáis, es evidente... Pues bien, te propongo lo siguiente: No puedo darte al mono dorado, al menos inmediatamente. Si bien. no has de marchar con las manos vacías. Toma.
- Tú y el lagur congeniáis, es evidente... Pues bien, te propongo lo siguiente: No puedo darte al mono dorado, al menos inmediatamente. Si bien. no has de marchar con las manos vacías. Toma.
- ¿Una tetera?
- No se trata de una simple tetera. Está hecha de terracota y es muy porosa de modo que el continente acaba por redondear el contenido y viceversa. Así la propia arcilla le confiere un gusto azucarado al té y con el transcurso del tiempo, tras usarla muchas veces, la propia tetera se vuelve perfumada por los aromas del te... ¿no es fantástico?
Lucy se quedó consternada, azulada, más azul ¡que un gremlin azulado! pensando para sus adentros "Vengo a por un mono y me llevo una tinaja... Pues no, no tiene nada de fantástico".
- Beberás tres mil tazas de té durante tres mil noches seguidas. Toma estas ocho bolsas, la más grande contiene hojas de té Oolong azul-verde de gran complejidad aromática, las otras siete son saquitos de especias (nuez moscada, pimienta de Sichuan, clavo, jengibre fresco, melisa, anís estrellado y azafrán) con los que aromatizarás tu infusión diaria, una para cada día de la semana. Conviene degustarlo bastante caliente, espaciando los sorbos... el té obrará en tí como con la tetera, te perfumará por dentro y por fuera. Entonces vuelve a mí, estarás preparada. Si es lo que deseas el gremlin será tuyo, te doy mi palabra.
- No se trata de una simple tetera. Está hecha de terracota y es muy porosa de modo que el continente acaba por redondear el contenido y viceversa. Así la propia arcilla le confiere un gusto azucarado al té y con el transcurso del tiempo, tras usarla muchas veces, la propia tetera se vuelve perfumada por los aromas del te... ¿no es fantástico?
Lucy se quedó consternada, azulada, más azul ¡que un gremlin azulado! pensando para sus adentros "Vengo a por un mono y me llevo una tinaja... Pues no, no tiene nada de fantástico".
- Beberás tres mil tazas de té durante tres mil noches seguidas. Toma estas ocho bolsas, la más grande contiene hojas de té Oolong azul-verde de gran complejidad aromática, las otras siete son saquitos de especias (nuez moscada, pimienta de Sichuan, clavo, jengibre fresco, melisa, anís estrellado y azafrán) con los que aromatizarás tu infusión diaria, una para cada día de la semana. Conviene degustarlo bastante caliente, espaciando los sorbos... el té obrará en tí como con la tetera, te perfumará por dentro y por fuera. Entonces vuelve a mí, estarás preparada. Si es lo que deseas el gremlin será tuyo, te doy mi palabra.
- De acuerdo, Mr.La, acepto el reto. Juro que dentro de tres mil días, volveré a por ese mono.
- Si piensas cumplir, actúa con delicadeza. Ten sumo cuidado. Mira que si la tetera cae al suelo, estallará en pedazos y se esfumará con ella el perfume especiado.
El nieto de Mr.La condujo a Lucy en rickshaw hasta su casa. Chi-Hao tenía algo especial. A pesar del esfuerzo que suponía arrastrar el carromato, aquel muchacho desprendía olor a jazmín por cada poro de su cuerpo. La niña y el anciano se despidieron cordialmente, no volverían a verse hasta tres mil días después tras diez estaciones de lluvias y diez nevadas perennes. Pasado ese tiempo la niña volvería al bazar, pero Mr.La ya no estaría allí, había muerto. El joven Chi-Hao ocupaba su lugar detrás del pequeño mostrador. Todo olía a jazmín e incienso.
- Bienvenida, Lucy. Mi venelable abuelo sabía que llegaría este día y me dió este sobre con una carta para tí: "Mi pequeña lucecita, ya eres toda una mujer y estás perfumada en especias. Mi nieto Chi-Hao custodió al gremlin en tu ausencia, pero ahora es tuyo. Llevátelo contigo, si es eso lo que deseas. Hagas lo que hagas de tu vida, decidas lo que decidas... El mundo será un lugar mejor, si tú lo iluminas"
Lucy contaba ya con diecisiete años y otras tantas primaveras. Adoraba la vida, sin pedir nada a cambio, resplandecía.
- Lamento, buen Chi-Hao, que falleciera tu tío. Era un hombre sabio, le debo todo lo que soy.
- Cuida bien del Gremlin, Lucy. Cumpliste tu promesa, ahora es tuyo.
- No, Chi-hao. Tal honor no me corresponde. Acude a la lechera Mi-Shin. Hija del pueblo quiang, una saga de guardianes... Ella lo hará mejor que yo.
El nieto de Mr.La condujo a Lucy en rickshaw hasta su casa. Chi-Hao tenía algo especial. A pesar del esfuerzo que suponía arrastrar el carromato, aquel muchacho desprendía olor a jazmín por cada poro de su cuerpo. La niña y el anciano se despidieron cordialmente, no volverían a verse hasta tres mil días después tras diez estaciones de lluvias y diez nevadas perennes. Pasado ese tiempo la niña volvería al bazar, pero Mr.La ya no estaría allí, había muerto. El joven Chi-Hao ocupaba su lugar detrás del pequeño mostrador. Todo olía a jazmín e incienso.
- Bienvenida, Lucy. Mi venelable abuelo sabía que llegaría este día y me dió este sobre con una carta para tí: "Mi pequeña lucecita, ya eres toda una mujer y estás perfumada en especias. Mi nieto Chi-Hao custodió al gremlin en tu ausencia, pero ahora es tuyo. Llevátelo contigo, si es eso lo que deseas. Hagas lo que hagas de tu vida, decidas lo que decidas... El mundo será un lugar mejor, si tú lo iluminas"
Lucy contaba ya con diecisiete años y otras tantas primaveras. Adoraba la vida, sin pedir nada a cambio, resplandecía.
- Lamento, buen Chi-Hao, que falleciera tu tío. Era un hombre sabio, le debo todo lo que soy.
- Cuida bien del Gremlin, Lucy. Cumpliste tu promesa, ahora es tuyo.
- No, Chi-hao. Tal honor no me corresponde. Acude a la lechera Mi-Shin. Hija del pueblo quiang, una saga de guardianes... Ella lo hará mejor que yo.
Mr.La incluyó en aquel sobre de seda, un medallón de jade con una inscripción en manchu grabada al dorso: "Hallarás justo lo que necesitas". Cómo la entendió Lucy, no deja de ser un misterio.
:) "Hallarás justo lo que necesitas"... qué zen y que emocionante e intrigante lo dejas... las necesidades son tan engañosas Mere que bien cabe reflexionar bien antes de necesitar... ten cuidado con lo que deseas, ya sabes.
ResponderEliminarLa niña un encanto, Mr La y el gremlim, los parajes y la aventura han hecho de esta, otra de tus historias mágicas, si a eso añades el té y esa vasija que ya quisiera yo tener, ooooh!! me encanta!!
Y ya que protagoniza una niña... hoy diré yo lo de ¡Primeeeeeer!
Disculpe el resto... jejeje
Besos Mere
Asia colonial me encanta, quizás la tenga idealizada pero forma parte de mis sueños de niña y no puedo ni quiero renunciar a ellos. Me han hecho muy feliz y los necesito, por eso los comparto con vosotros, mis amigos.
EliminarCuando escribía la escena del té, me acordé de ti :) Mi favorito es el verde con jazmín.
Sobre "hallar lo que necesitas" pienso en el destino como en esa puerta que se abre sin más, mostrando algo al otro lado tan maravilloso ¡qué ni imaginas! A veces aguarda la felicidad tras el giro más imprevisto, otras no. Pero nunca lo sabremos si no nos asomamos por la rendija ¿verdad? Un beso
He tardado en leerlo porque lo hice dos veces, ya me entiendes.
ResponderEliminarEs una preciosidad y un canto al tesón y los sueños. ¡Quien no tiene sueños!
Si me dejas copiarlo en mi libreta... esa en la que recopilo historias y poemas, sería un honor.
Lucy in the sky with diamonds http://www.youtube.com/watch?v=IJjyzAOogzU
Un beso
Me siento honrada de contar con unas líneas en tu libreta, junto a tantas joyas que habrás encontrado o escrito de tu puño y letra.
EliminarHe escuchado "Lucy in the sky with diamonds", es maravillosa. Lo cierto es que un nombre tan bonito, bien se merece una canción y ¡cómo no! también una historia :) Un beso
Aix Mere, pero que maravilla, este relato me ha gusta muchísimo, muchísimo, es cierto, si buscas, encontrarás justo lo que necesitas.....
ResponderEliminarMe ha encantado, voy a volver a leerlo, luego...
Un beso con cariño.
Querida Lidia, el mundo está lleno de puertas con farolillos rojos. Están ahí ¡y los encontraremos! Gracias, amiga, un beso.
EliminarHola Mere, este relato tuyo me ha traído muchos recuerdos agradables de cuando vi la película.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho y has vuelto a sorprenderme con tu original imaginación. Tus relatos, tus historias tienen la marca "Mere" y eso está muy bien. Porque ya no se trata de escribir, se trata de crear algo diferente y tú lo consigues con elevada nota.
Besos, guapa!!
Cada vez que termino una entrada me entra pánico de pensar si se me ocurrirá algo nuevo para el próximo día ¿o no? A veces creo que valgo para esto, otras no lo tengo tan claro y por eso lo que me dices, me llega tan adentro. "Haces algo diferente" eso es ¡lo más! Ojalá fuera cierto, lo intentaré :) Un beso
EliminarImpresionante historia, un viaje al Asia colonial que tantos sentimientos despierta en mí y una historia de dos días espaciados por ocho años. Me ha encantado la tetera de arcilla y la idea de que lo mejor ocurre desde dentro hacia afuera, lo de dentro modifica lo de afuera, una historia preciosa. Un beso Mere
ResponderEliminarComo siempre, Yossi, percibes cada detalle. La tetera de terracota es mágica, en cierta forma. La época colonial a mi también me apasiona. Quién sabe si en otra vida, vivíamos en Shangai o en Delhi... Un beso
EliminarHoy tengo la impresión de que al leerte entré en una máquina del tiempo que me llevó justamente al corazón de una continente inmaculado. Me encantan todos estos mensajes de esperanza y optimismo que llueven cada semana sobre nuestros tejados virtuales. Un beso Mere
ResponderEliminarViajar en el tiempo... Ojalá que pudiéramos, sería genial. Mientras en la superficie lunar no se me ha perdido nada, lo cierto es que en el pasado hay muchos escenarios que me atraen... Por ahora volamos entre letras. Gracias, Marisa, por acompañarme :) Un beso
EliminarYa hacia tiempo que nos llevabas tan lejos de viaje y tanto el viaje como la historia me han encantado. Por un momento hemos viajado lejos para conocer a un monito muy mono pero un poco complicado y regresamos con un mensaje Hallaras justo lo que necesitas, un beso.
ResponderEliminarLos mejores viajes son los azarosos, esos en los que se suceden a la desesperada un millón de imprevistos. Y sí, nos trajimos un mensaje, mochila al hombro que es ligero y no pesa: "Hallarás lo que necesitas" en el lugar más insospechado :) Un beso
ResponderEliminarExcelente historia, perseverancia, aprendizaje, el monito. A veces el.hombre abusa, y quiera apoderarse de todo, la ambición, luego viene la extinción. En fin la joven comprendió la vida y una buena moraleja. Saludos.
ResponderEliminarOjo si se moja!!!
ResponderEliminarTienes razón, Ricardo. Un capricho y acaban con un animal para siempre. Y desde luego, de cuidar un Gremlin ¡nada de mojarlo! Habrá que leer el manual de instrucciones :) Un beso
EliminarViaje, optimismo, esperanza, así me gusta!!! Y sin sueños, qué somos?
ResponderEliminarBesines,
Pues eso, Carmen, no dejemos nunca de soñar... es prioritario para seguir a flote. Un beso
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